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Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el Papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante.
El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
La primera de las actuaciones que deberá realizar, -que le seguirá luego por toda su vida-, está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo.
Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325. Pero, una definición dogmática no liquida de modo automático un problema. Cuando las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas de otros intereses menos confesables.
A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus respectivas Diócesis los Obispos que estaban en el destierro. Es el caso de Atanasio, quien vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los eclesiásticos y del pueblo.
Sin embargo, los arrianos habían elegido para Obispo de esa sede a Pisto, y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de Atanasio.
Eusebio de Nicomedia, Patriarca proarriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma, solicitando del Papa la convocatoria a un Sínodo.
Por su parte, Atanasio, -recuperadas ya sus facultades de gobierno-, ha reunido un importante Sínodo, y manda al Papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.
Julio I, informado por ambas partes, convoca el Sínodo solicitado por los arrianos. Pero, éstos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.
Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro Sínodo arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para Alejandría.
El Papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos Obispos con Atanasio a la cabeza.
Como los representantes arrianos siguen sin comparecer, Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno, con un resultado nulo en la gestión, porque los arrianos siguen rechazando la cita que pidieron.
En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del Sínodo al que no quieren asistir los arrianos, por más que fueron ellos los que lo solicitaron. Ahora, son considerados por el Papa como rebeldes.
En esta reunión de Obispos se declara solemnemente la inocencia de Atanasio. El Papa envía una Encíclica a los Obispos de Oriente, comunicando el resultado.
Añade paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos. En el mismo año 341 reúnen otro Sínodo en Antioquía, que reitera la condena a Atanasio y en el que se manifiestan antinicenos.
Estando así las cosas, el Papa Julio I decide convocar un Concilio más universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de Constancio y Constante, hijos de Constantino y ahora emperadores, que se muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de Obispos arrianos y católicos.
El lugar designado es Sárdica. El año, el 343. El presidente, el español, consejero del emperador, Osio, Obispo de Córdoba. El Papa envía también por su parte legados que le representen.
No obstante, se complican las cosas. Los Obispos orientales arrianos llegan antes y comienzan por su cuenta, renovando la exclusión de Atanasio y demás Obispos orientales católicos.
Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al Congreso, se niegan a tomar parte en cualquier deliberación, apartándose del Concilio de Sárdica, reuniendo otro Sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio.
El bloque compacto de Obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados. Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos rebeldes arrianos.
Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.
Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de todos los Obispos del orbe su apoyo a la verdad, antes de volver a Alejandría.
Julio I escribirá otra Carta más a los Obispos orientales y de Egipto.
En los 15 años de Pontificado, sobresale su gobierno leal, no exento de muchas preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica.
La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos, fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo.
Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia, fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Bogotá, Colombia - En tu cumpleaños, por ser la mayor de 5 hermanos y por la lucha que hemos librado, que el Señor te siga bendiciendo junto con tu hijita.
Bogotá, Colombia - Querida hermana: felicidades en su día y que el Señor Jesús y María Santísima sigan derramando en su vida miles de bendiciones hoy y siempre. Lilia
Ordenación Presbítero. London-Ontario, Canada (1998) - Padre, felicitaciones de todo corazón en este grandioso aniversario. Hoy más que nunca le doy gracias a Dios por haberlo escogido a su servicio y quiero pedirle que lo proteja y lo siga colmando de todos sus dones para que pueda seguir conduciendo su rebaño con esa entrega y dedicación como lo ha hecho hasta ahora en estos años. Que la Santísima Virgen lo guarde en su corazón. Con mucho cariño, Cecilia
Bucaramanga, Colombia (2001) - Madre querida: Cuánto te extraño!!! pero tengo la confianza en nuestro amado Padre Celestial, que algún día el va a hacer realidad nuestro encuentro en el cielo. Por eso todos los días que te recuerdo, elevo siempre una oración por tu eterno descanso y por todas las almas que ya partieron de este mundo. Te quiero mucho, tu hija Alexandra.
Cartagena, España - Colegio Salesianos Padre Francisco del inmaculado corazón de María organiza la renovación carismática católica. 12,13 y 14 de Abril. Os esperamos.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados."
Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa, / la diestra del Señor es excelsa. / No he de morir, viviré / para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos / es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, / ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. (Salmo 117)
2a.
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en la gloria.
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Él había de resucitar de entre los muertos. (Juan 20,1-9)
Cristo es nuestro "sábado": en él se encuentra nuestro descanso y él es lugar en que damos gloria al Padre del Cielo. Cada domingo sencillamente nos trae un eco de este gran domingo, el día que hizo el Señor. 4 min. 22 seg.
Juan, que presenció la sepultura, reconoce que todo está en orden en el sepulcro: todo, menos Cristo. Nadie roba un cadáver desnudo dejando todo como estaba. Este es el discípulo vio y creyó. 8 min. 9 seg.
¡Hemos sido amados hasta el extremo! El hecho de que el Crucificado haya resucitado es el cimiento firme de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro amor. 5 min. 52 seg.
Hoy en el día de la Resurrección del Señor la Iglesia con ternura y misericordia ofrece la Buena Noticia a todas las naciones con la caridad del que quiere servir. 4 min. 26 seg.
Fruto precisísimo de la Pascua es la existencia de la comunidad cristiana, que en su amor acoge, forma, corrige y sostiene a los redimidos por la Sangre del Cordero. 11 min. 48 seg.
Con la Pascua empieza una realidad nueva, única, la verdadera victoria de Cristo que es arrancar la raíz del pecado y derrotar al príncipe de las tinieblas. ¡Feliz Pascua para todos! 5 min. 16 seg.
El verbo griego "dei," que denota lo que "tenía" que suceder nos invita a reflexionar sobre el por qué de la pasión y el por qué de la gloriosa resurrección de Cristo. 19 min. 58 seg.
SOLEMNIDAD DE LA PASCUA - La Resurrección de Cristo nos obliga a mirar hacia adelante, hacia arriba para encontrar a Aquel que está por encima de todos y a mirar hacia dentro de nuestros corazones. 5 min. 36 seg.
SOLEMNIDAD DE LA PASCUA - La Pascua trae alegría porque el pecado no tiene la última palabra, porque el señorío de Cristo está más allá de lo que alcanzan los poderes de este mundo y porque todo lo que anhelas es posible. 6 min. 11 seg.
Lo primero que enseña la Iglesia al abrir el tiempo pascual es que la resurrección del Señor, centro mismo de todas nuestra fe, no es simplemente una historia bonita, sino que es tan real como toda su vida. 12 min. 42 seg.
Nuestra fe no es fantasía e ilusión, está a la vista, pero también es ver más allá, es creer. ¿Recibimos y entendemos los signos de Dios en nuestra vida? ¿Llegamos a lo que Él nos quiere mostrar? 5 min. 21 seg.
Cuando uno quiere simplemente una vida tranquila, segura, próspera y feliz, difícilmente le ve sentido a tanto sufrimiento de Cristo ni puede ver cómo su resurrección es victoria en favor nuestro. Pero al ver qué sucede en un mundo marcado por el egoísmo, y cuánta bondad y coherencia hay en Cristo, y cuánta luz y fuerza trae su Resurrección, la vida cambia para siempre. 36 min. 28 seg.
Así como Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, Él también ha hecho una obra maravillosa en ti y poco a poco a través de nosotros Él hará su obra en el mundo, porque el mundo no ha cambiado. 5 min. 23 seg.
Hoy festejamos la victoria de Jesucristo sobre la muerte, el demonio y el pecado; porque las tinieblas se han retirado ante el esplendor maravilloso de la luz del Resucitado. 4 min. 50 seg.
La ley de la Pascua es la ley del cristiano: el mundo considerará "ridículo" buscar la santidad y seguir las huellas del Crucificado y Resucitado. Pero en Él está nuestra victoria. 14 min. 11 seg.
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1.1 La primera lectura de este Día solemne y bello nos sorprende con su intenso realismo. Dice Pedro: "comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos". La primera y fundamental afirmación de este Día grande es que el Cuerpo del Resucitado es real. Su Cuerpo es real, realísimo, y POR ESO sabemos que su Resurrección es real, realísima.
1.2 Estas afirmaciones resultan conocidas y obvias para la mayor parte del pueblo cristiano, pero lamentablemente no son todavía la fe común. Hay teólogos que con razones especiosas creen poder afirmar que la Resurrección del Señor fue ante todo un hecho "espiritual", entendiendo espiritual como "independiente de los datos de los sentidos". Según ellos, como se han atrevido a decir, si se encontrara el cadáver de Cristo lo esencial de nuestra fe estaría a salvo, porque lo que creemos se sintetiza en el amor y el servicio a los hermanos, como lo practicó Jesús. Es lo que también predican los Testigos de Jehová.
1.3 Frente a este modo de reducir a Cristo a un buen predicador del amor mutuo está el realismo casi crudo de Pedro en la primera lectura de hoy: "comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos". Quien así habla, ¿sabía que existía un cadáver de Jesús Crucificado pudriéndose en algún rincón de Palestina? ¿Lo sabía y lo ocultaba, o lo ignoraba y decía sus deseos hablando en voz alta? ¿Eso de "comimos y bebimos" era una alucinación, un engaño que otros le habían causado... o quizá algo que él había buscado supuestamente para no regresar a la vida dura de pescador en Galilea, según enseñaron algunos protestantes liberales? ¿Prefirió entonces Pedro ser perseguido, calumniado, torturado y finalmente muerto con tal de sostener algo que él supuestamente sabía que era mentira? ¡Hasta dónde puede llegar el absurdo de la mente humana cuando quiere mediar a Dios y a su poder con sus solos recursos y teorías!
2. ¿Por qué tenía que resucitar?
2.1 Pedro asegura la verdad del Cuerpo del Resucitado. ¿Por qué es tan importante? ¿No basta acaso, como quieren aquellos teólogos liberales, con afirmar que Cristo fue sincero, bueno, coherente y que nos ha mostrado un camino de solidaridad y servicio hasta el extremo? ¿Qué le agrega la resurrección corporal de Cristo a todo su mensaje, que de por sí es fuerte, bello y capaz de reconstruir a los seres humanos y a la sociedad?
2.2 Nadie discute que predicar de un modo consecuente la bondad entre los seres humanos es una cosa buena. Es algo que de hecho ha practicado mucha gente de muy diversos tiempos, culturas y... religiones. Tampoco hay que discutir si Cristo hizo eso. El punto es si la misión de Cristo se reduce a eso y si eso sólo explica el modo de su muerte. No olvidemos que el Señor tuvo muchas oportunidades de escabullirse de la espantosa muerte que veía venir.
2.3 Si la vida humana la consideramos únicamente en términos de la realidad que alcanzan a ver nuestros ojos, es decir, en términos de lo "intramundano", nada necesitamos más allá de una buena y sensata predicación que nos ayude a no ser perversos y a tratar de ser solidarios. Para eso no se necesitaba un nacimiento virginal, ni milagros, ni exorcismos, ni mucho menos los padecimientos atroces de la Cruz. Confucio, Buda o Mahoma hablaron con elocuencia sobre aprender a ser buenos, pacientes, mansos, puros... y hay incluso ateos que nos han dado discursos bien hilados sobre estas materias. Sartre decía que el existencialismo (ateo) era un modo supremo de humanismo.
2.4 Las cosas cambian cuando descubrimos que la vida sobre esta tierra no es todo; cuando entendemos que la maldad no es un problema solamente de disfuncionalidad social que puede repararse agrupando buenas intenciones. La maldad ejerce poder y tiene encanto, y para muchas personas, incluidos nosotros, en muchas situaciones ha resultado que ser malo es deseable, provechoso e incluso deleitable. Todo el Antiguo Testamento es la historia de cómo el bien sensato, condensado en los Diez Mandamientos, finalmente no logra abrirse paso porque el corazón humano es incomprensible en sus arranques de codicia, envidia, soberbia, estupidez o capacidad de crueldad. El misterio de ese mal que es absurdo y sin embargo poderoso, que nos hace daño y sin embargo nos reporta beneficios, nos obliga a bucear en nuestras almas y no contentarnos con una nación ingenua del mal, como si hacer el mal fuera siempre un asunto de ignorancia del bien.
2.5 Es sobre todo la abundancia y persistencia del mal la que nos conduce a la pregunta ineludible para toda razón depsierta: "¿cuál es el sentido de mi vida?". En efecto, si nuestras tareas y esfuerzos no parecen cambiar sustancialmente las cosas, pues a un gobierno le sigue otro y a una moda otra y a un amante otro, ¿para qué es la vida? ¿Tengo que soportar sin más la bofetada de la muerte y rendirme a su imperio? ¿Soy una sombra que persigue fantasías, soy una "pasión inútil"? ¿Para qué sirve pensar: únicamente para descubrir que puedo ver lo que podría ser y no será, y puedo entender lo que podría tener y jamás poseeré? ¿Hay tortura más amarga, hay suplicio más absurdo?
3. Pascua y Cruz
3.1 Como se ve el problema del mal nos conduce al problema de la muerte, que con otras palabras es el problema del sentido de la vida. Y si Cristo fue sólo un predicador más de las bondades de que vivamos en paz, comprensión y solidaridad, ¡qué muerte tan tonta la suya! ¡Qué insensatez dejarse escupir, azotar y crucificar! Para decirnos que era bueno ser buenos, cosa que cualquiera admite con su mente, Cristo hubiera podido dedicarse a coleccionar pensamientos bellos y bien redactados como Confucio, y no era preciso que llegara a la Cruz.
3.2 La Cruz de Cristo agudiza hasta el paroxismo el tema del sentido de la vida. He aquí un hombre bueno, sincero, puro, generoso, sabio... retorciéndose de dolor y asfixia en un madero frente a la mirada impasible, burlona y desalmada de sus peores enemigos. ¿No es eso el resumen de nuestra angustia? ¿No es Cristo en la Cruz el grito agónico que nos nace del alma cuando queremos ser bondadosos y coherentes, y a la vez nos preguntamos si ello podría valer la pena?
3.3 El destino del Crucificado nos interesa sobremanera porque nos interesa qué le pasa al que quiere ser consecuentemente bueno. Si toda bondad acaba en el polvo, si de los bienes sólo quedan recuerdos que harán que otros intenten ser buenos para también disolverse en el polvo, ¿qué clase de "buena nueva" es esa? ¿Qué estamos predicando? ¿Anunciamos un bien impotente cuyo único triunfo es que otros intenten esa misma impotencia? ¡Vana sería nuestra fe! , grita san Pablo (1 Cor 15,14).
3.4 Vemos, en efecto, que los esfuerzos y las buenas intenciones no terminan de sanear este mundo y nos ponemos a predicar que hay que seguirlo intentando, aunque no haya resultados y aunque nuestra herencia sea el silencio polvoriento del sepulcro. ¡Triste y engañosa, inhumana y falsa sería una religión que tal pretendiera! Si el Crucificado se ha quedado en la tumba, allá deben quedar nuestros mejores sueños y nuestras fatuas esperanzas, porque si él no ha cambiado nada en el destino final de los hombres, nada queda tampoco sino "comamos y bebamos que mañana moriremos". Sobre el cadáver de Cristo, si tal fuera el caso, nada hay para celebrar sino la carcajada descompuesta de la muerte.
3.5 Mas así como la Cruz nos obliga a apurar el sentido de la Pascua, la Pascua colma de su claridad a la Cruz.
4. La verdad del Cuerpo de Cristo
4.1 El Cuerpo verdadero del Resucitado enseña con su esplendor que la muerte no es la palabra definitiva y que todos los que pretenden dominarnos produciendo tortura, exclusión, terror o muerte no serán para siempre los señores de la tierra.
4.2 Una vez que entendemos que ningún daño definitivo se puede causar a los que apuestan radicalmente por el bien, incluso más allá de su propia vida, entendemos también la enseñanza del Apóstol, en la segunda lectura de hoy: hemos resucitado con Cristo, tenemos ya una razón profunda y una fuerza invencible que nos permiten "buscar los bienes de allá arriba". Si la vida sin esperanza es un largo prefacio de infierno, la vida con la esperanza puesta en el Resucitado es una degustación de cielo .
4.3 Como el discípulo amado hoy somos invitados todos a ver y creer. Palpemos a través de los testigos inmediatos, gocemos a través de sus ojos asombrados, cantemos a través de su voz jubilosa: Es verdad; ha resucitado; aleluya, ¡aleluya!