En el plan reconciliador de Dios, San José tuvo un papel esencial. Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y esposo virginal de la Virgen María.
San José, el Santo custodio de la Sagrada Familia, es el Santo que más cerca está de Jesucristo y de la Santísima Virgen.
San Mateo llama a San José "el hijo de Jacob" ( véase San Mateo 1,16). Según San Lucas, "su padre era Elí" ( véase San Lucas 3,23).
Probablemente nació en Belén, la ciudad de David, del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios, poco antes de la Anunciación, San José vivía en Nazareth.
Según San Mateo y San Marcos, San José era un "tekton" ( véase San Mateo 13,55; San Marcos 6,3). La palabra significa, en particular, que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma, y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Nuestro Señor Jesús fue llamado "Hijo de José", "el carpintero" (véase San Juan 1,45; 6,42; San Lucas 4,22).
Como sabemos, no era el padre natural de Cristo, quien fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y es Hijo de Dios. Pero, José lo adoptó amorosamente, y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre.
¡Cuánto influenció José el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
Modelo de silencio y de humildad:
Las principales fuentes de información sobre la vida de San José, son los primeros capítulos del Evangelio de San Mateo y de San Lucas. En los relatos no conocemos palabras expresadas por él; tan sólo conocemos sus obras, actos de fe, amor y protección como padre responsable del bienestar de su amadísima Esposa y de su excepcional Hijo.
Es un caso especial en la Biblia: un Santo, al que no se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el "Santo del silencio".
La santidad se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.
No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaba palabra. Fue un hombre que cumplió aquel mandato del Profeta antiguo: "sean pocas tus palabras".
Es decir, la vida sencilla y humilde se entrecruzaba con su silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser encausado a cumplir el Plan de Dios.
San José, Patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con todo nuestro ser.
Existencia virtuosa:
Su libre cooperación con la gracia divina, hizo posible que la respuesta fuera total y eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación. Al mismo tiempo, la misión divina que Dios le confió, requirió de una santidad proporcionada.
Se han tratado de definir muchas veces las virtudes de San José: "Brillan en él, sobre todo, las de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe, la confianza en Dios y la más perfecta caridad".
"Guardó con amor y entrega total el depósito que se le confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se le depositó en sus manos."
San José es también modelo incomparable, -después de Jesús-, de la santificación del trabajo corporal. Por eso, la Iglesia ha instituido la fiesta de San José Obrero, celebrada el primero de mayo, presentándole como ejemplo sublime de los trabajadores manuales.
Amor virginal:
La concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María, se hizo en virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo, sin intervención alguna de San José. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María.
Por lo tanto, San José ha recibido diversos títulos: Padre nutricio, Padre adoptivo, Padre legal, Padre virginal. Pero, ninguna en sí encierra la plenitud de la misión de San José en la vida de Jesús.
San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo.
Ambas funciones constan en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús:"Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos" ( véase San Lucas 2,48).
María nombra a San José, dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación auténtica del Padre Celestial.
La relación de esposos que sostuvieron San José y la Virgen María, es ejemplo para todo matrimonio. Ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal, está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor, y por ende, un don de Dios.
San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes, por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia. Abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma más pura y sublime.
Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros, y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
Dolor y Alegría:
Desde su unión matrimonial con María, San José supo vivir con esperanza en Dios la alegría-dolor, fruto de los sucesos de la vida diaria.
En Belén se vio obligado a sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació Jesús, Hijo de Dios.
Él atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. ¡Cuál sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los Ángeles, y más tarde los magos de Oriente! Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él" (véase San Lucas 2,33).
Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes, el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al Niño.
San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un Ángel: "Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre, y huye a Egipto. Estate allí hasta que yo te diga. Porque, Herodes va a buscar al Niño para matarle" (véase San Mateo 2,13). San José obedeció y tomó responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.
José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes. La Sagrada Familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo, con la consecuente pobreza.
San José aceptó todo eso por amor, sin exigir nada, siendo modelo ejemplar de la obediencia que como hijo, debe a su Padre en el Cielo.
Lo más probable es que haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús, ya que no estaba presente en las bodas de Caná, ni se habla más de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan, da también a entender, que ya San José estaba muerto.
Según San Epifanius, José murió en sus 90 años, y el Venerable Beda dice que fue enterrado en el Valle de Josafat.
Patrono de la Iglesia Universal:
El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y sobre todo, al ruego de los Obispos reunidos en el Concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José, Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.
¿Qué guardián o qué patrón va a darle Dios a su Iglesia? Pues, el que fue el Protector del Niño Jesús y de María.
Cuando Dios decidió fundar la Familia divina en la tierra, eligió a San José para que sea el custodio de su Hijo. Para cuando se quiso que esta Familia continuase en el mundo, esto es, en cuanto a fundar, extender y conservar la Iglesia, a San José se le encomienda el mismo oficio.
Un corazón que es capaz de amar a Dios como a hijo, y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es Cabeza y María es Madre.
Devoción a San José:
Una de las más fervientes propagadoras de la devoción a San José, fue Santa Teresa de Ávila. En el capítulo sexto de su vida, escribió uno de los relatos más bellos que se han dado en honor a este Santo:
"Tomé por abogado y protector al glorioso San José, y encomiéndome mucho a él. Ví claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me sacó con más bien de lo que yo le sabia pedir".
"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado algo que lo haya dejado de hacer. ¡Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha otorgado Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma!".
"De este Santo tengo experiencia, que socorre en todas las necesidades. Y es que quiere el Señor darnos a entender, que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre y le podía mandar, así en el Cielo hace cuanto le pide".
"Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso San José, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios".
Otros Santos que también propagaron la devoción a San José, fueron San Vicente Ferrer, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, -que escribió en su honor muy hermosos sermones-, y San Francisco de Sales, que predicó muchas veces recomendando la devoción al Santo Custodio.