Mision de los cristianos en la cooperacion internacional

88. Cooperen gustosamente y de corazón los cristianos en la edificación del orden internacional con la observancia auténtica de las legítimas libertades y la amistosa fraternidad con todos, tanto más cuanto que la mayor parte de la humanidad sufre todavía tan grandes necesidades, que con razón puede decirse que es el propio Cristo quien en los pobres levanta su voz para despertar la caridad de sus discípulos. Que no sirva de escándalo a la humanidad el que algunos países, generalmente los que tienen una población cristiana sensiblemente mayoritaria, disfrutan de la opulencia, mientras otros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por el hambre, las enfermedades y toda clase de miserias. El espíritu de pobreza y de caridad son gloria y testimonio de la Iglesia de Cristo.

Merecen, pues, alabanza y ayuda aquellos cristianos, en especial jóvenes, que se ofrecen voluntariamente para auxiliar a los demás hombres y pueblos. Más aún, es deber del Pueblo de Dios, y los primeros los Obispos, con su palabra y ejemplo, el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las miserias de nuestro tiempo y hacerlo, como era ante costumbre en la Iglesia, no sólo con los bienes superfluos, sino también con los necesarios.

El modo concreto de las colectas y de los repartos, sin que tenga que ser regulado de manera rígida y uniforme, ha de establecerse, sin embargo, de modo conveniente en los niveles diocesano, nacional y mundial, unida, siempre que parezca oportuno, la acción de los católicos con la de los demás hermanos cristianos. Porque el espíritu de caridad en modo alguno prohíbe el ejercicio fecundo y organizado de la acción social caritativa, sino que lo impone obligatoriamente. Por eso es necesario que quienes quieren consagrarse al servicio de los pueblos en vías de desarrollo se formen en instituciones adecuadas.

[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 88]

Obispos irlandeses dan claridad sobre el caso Halappanavar

“La muerte de la señora Savita Halappanavar y del hijo en su seno en el Hospital Universitario de Galway el pasado 28 de octubre ha sido una devastadora tragedia personal para su marido y la familia. Ha conmovido a todo el país. Compartimos la angustia y el pesar expresado por muchos por la trágica pérdida de una madre y un bebé en esas circunstancias y expresamos nuestras condolencias a la familia de la señora Halappanavar y a todos los afectados por los estos acontecimientos…”

Caso Halappanavar

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Presencia de Dios, 4 de 4, La sabia pregunta de San Agustin

* Otra manera de responder a la pregunta “¿qué contiene la vida?” es tomar un enfoque existencial, en el sentido de mirar a la existencia. Lo que descubrimos es que la vida es una sucesión de “aconteceres;” es una secuencia en la que aparecen, aveces de modo vertiginoso, hechos, percepciones, esbozos, cuestiones que despiertan en nosotros alegría, tristeza, esperanza, duda, y mil cosas más.

* Ese torrente de sensaciones puede dejarnos completamente exhaustos y vacíos. O podemos preguntar como hacía San Agustín: “¿Esto qué tiene que ver con la eternidad?” (Quid hoc ad aeternitatem?). La práctica de hacerse esa pregunta nos ayuda a relativizar y apreciar en su justa medida cada cosa.

* También esa pregunta sirve para devolverle a Dios sus derechos sobre nuestra vida. En tiempos del profeta Isaías hubo un rey, llamado Ezequías, que cayó inesperada y gravemente enfermo, de modo que su final parecía cercano. Su lamento va en esta línea: “Como un tejedor devanaba yo mi vida, ¡y me cortan la trama!” (Isaías 38,12). Es claro que Ezequías se creía dueño de su hilo y que entonces ve a Dios como un intruso que le daña su plan. por el contrario, quien vive en la presencia divina le da por anticipado permiso a Dios para quite o ponga, para que plante o arranque.

* Vivir así es descubrir la armonía que lleva de unos aconteceres a otros. es hacer de la vida una sinfonía. Lo cual nos invita a pensar cómo debemos aprender a recibir inspiración y a ofrecer inspiración a nuestros hermanos, para que la melodía divina, que no se agota en cada uno, aparezca en todo su esplendor en todos.

El mal es fuerte pero no omnipotente

El combate contra el mal es el primer aspecto del combate espiritual; aquí es cuestión de ver los intentos del enemigo para destruirnos en alguna parte, esto es lo que se puede llamar el combate espiritual para proteger lo que Dios nos ha dado.

El maligno puede intentar destruirnos de distintas maneras, esto nos concierne personalmente, es una cuestión entre el maligno y yo. El maligno no puede actuar contra mí más que por la tentación. No tiene ningún poder directo sobre mí, no me puede destruir mientras yo no sea cómplice de alguna forma, por eso va querer tentarme para intentar que yo sea su cómplice, pero mientras la tentación no encuentre en mí una complicidad, el maligno no puede hacer nada para destruirme, puede presionarme, puede hacer que tenga miedo, pero eso no destruye nada en mí.

La tentación toma posesión de mí, desde el momento que yo me hago cómplice de ella, es entonces cuando de alguna manera hay una acción destructiva en mí, pero el maligno no va a intentar dirigirse a mí directamente, él tiene necesidad de intermediarios y de mi complicidad.

[Aparte de un texto enviado por Aurelio Díaz González.]

Verdaderos Discipulos de Jesus, 3 de 3

[Predicación en la Fundación MOCE en Palmira, Valle – Colombia, Noviembre de 2012.]

Tema 3 de 3: ¿Cómo conseguir discípulos para Jesús?

* Ser evangelizador es el fruto natural y propio de ser evangelizado. La renovación que Cristo hace EN nosotros prepara el camino para lo que Él quiere, sabe y puede hacer CON nosotros. Y eso que hace CON nosotros es propagar la Buena Nueva a muchos hermanos.

* Pero evangelizar no es un pasatiempo. Es quitarle su presa al demonio: una bestia enloquecida por el odio. Debemos esperar combate–y victoria!

* La clave de la victoria empieza cuando descubre que la primera víctima de la explotación es el explotador y no el explotado. La primera víctima de la mentira es el mentiroso y no el engañado. Por eso Jesús ora por los que le crucifican: le hacen daño a Él pero a precio de dañarse mucho más ellos mismos.

* Y por eso vamos a evangelizar cargados de paciencia, sabiendo cuánto nos ha esperado el Señor, y de misericordia, entendiendo que el pecado daña sobre todo al pecador.

Verdaderos Discipulos de Jesus, 2 de 3

[Predicación en la Fundación MOCE en Palmira, Valle – Colombia, Noviembre de 2012.]

Tema 2 de 3: ¿Qué es ser discípulo de Jesús?

* En el encuentro con Cristo, y luego en la vida cristiana, uno suele seguir un proceso que puede relacionarse con tre spreposiciones de la lengua castellana: por, en y con.

* Lo primero que a uno le interesa es: ¿Qué puede hacer Cristo POR mí? Esta es la etapa en que se buscan y se disfrutan los favores divinos de sanación, serenidad, prosperidad. La persona ve claramente el contraste entre lo que era y lo que está empezando a ser, y se goza en esa diferencia, pero a la vez sigue conservando el timón de su propia vida. Quiere que Cristo haga algo por ella pero luego quiere seguir obrando según su parecer, criterio y gusto.

* En un cierto momento uno descubre que se necesita más. Uno puede estar sano de salud y de finanzas y sin embargo ser una persona egoísta o mediocre. Cuando uno ve que los problemas van más al fondo, entonces se pregunta: ¿Qué puede hacer Cristo EN mí? Es el momento de la renovación interior, menos espectacular pero mucho más necesaria. Es el tiempo para implorar y recibir un nuevo corazón.

* Una vez sanados interiormente, la pregunta que sigue es: ¿Qué puede hacer Cristo CON mi vida? Es aquí donde descubrimos que somos o podemos ser instrumentos útiles en la búsqueda de la gloria divina, y en el compartir del Evangelio a otros que han de empezar su propio ciclo.

Verdaderos Discipulos de Jesus, 1 de 3

[Predicación en la Fundación MOCE en Palmira, Valle – Colombia, Noviembre de 2012.]

Tema 1 de 3: ¿De quién he sido discípulo?

* Aquellos que despiertan nuestra admiración, atención o interés de alguna forma se convierten en nuestros “maestros.”

* En este sentido, uno ha tenido muchos maestros, a veces sin darse cuenta. Los jefes de pandilla, las codicias del consumismo, y la tiranía de la opinión pública, son ejemplos notables.

* Pero muchos de esos maestros son monstruos de egoísmo que desgastan y debilitan, hasta producir la muerte.

* Por eso es maravilloso descubrir al Maestro que da la vida por sus amigos. Y frente a tantos engaños e idolatrías de este mundo, la consigna debe ser: “Yo me merezco un maestro mejor.”

Hay que orar con el corazón

7. ¿Cuál es la C del ABC de la oración? La C representa al corazón, o al alma según la Doctrina de la Iglesia; y, también, a la Cruz de Cristo.

Hay que orar con el corazón, o con toda el alma. Pues quien no ora con el corazón está en la hipocresía o en la simulación casi siempre. Por esto nuestro Señor reprendía a algunos del pueblo de Israel:

“Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres” (Mc 7, 6-8).

Y nos aclara el Magisterio: “¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana” (CEC 2562).

O sea, si en la oración que hacemos a Dios no se integra nuestra alma, nuestra oración es vana, o al menos poco efectiva. La mayoría de nosotros sabemos que tenemos un alma inmortal, pero no la conocemos, y mucho menos la invitamos a la oración: no la tomamos en cuenta. Veamos cómo ora nuestra dulce Madre celestial tomando en cuenta a su alma y a su espíritu:

“Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1, 46, 47).

Y cómo también la toma en cuenta y la invita en la oración el salmista:

“Bendice alma mía, a Yahvé, el fondo de mi ser [el espíritu], a su santo nombre. Bendice, alma mía, a Yahvé, nunca olvides sus beneficios” (Sal 103. 1, 2).

Al orar la mayoría de nosotros no consideramos que es menester ponernos ante Dios con corazón (alma) contrito y espíritu humillado; tampoco le pedimos al Santo Espíritu de Dios que nos una a Él en la oración; y mucho menos tomamos en cuenta a nuestra alma, invitándola a formar parte de dicha oración. Es por esto que nuestra oración -por no saber el ABC de la oración- poca fuerza tiene, le falta el ímpetu y las alas para llegar al trono de Dios, y presentarse agradable a sus oídos.

[Autor: Juan de Jesús y María.]