La Fuerza del Amor

El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos.

Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había.

El amor nos da el valor de:

– Luchar por nuestros sueños.
– Dar la vida por los que llevamos en el corazón.
– Modificar nuestra propia existencia.
– Cambiar nuestro ser.
– Rebasar el límite de nuestras potencialidades.

El amor nos da la fuerza:

– Para respetar a los seres que amamos.
– Para sonreír a pesar de las adversidades.
– De la humildad para pedir perdón.
– La grandeza de la comprensión.
– La nobleza de perdonar.

El amor nos da el poder:

– Para manifestar nuestras emociones.
– Para alcanzar estrellas.
– Para convertir nuestros sueños en realidades.
– Entregar nuestra vida por un ideal.

El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible.

El amor es la fuerza que Dios deposita en el corazón de todos los seres humanos, a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad, el amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos colaboradores en la grandeza de la creación.

Pregúntate:

Si de verdad amas, ¿Estás luchando con todas tus fuerzas para conquistar lo que deseas?

– El valor para luchar por tus hijos.
– Cuidar de tus padres.
– Conceder el perdón a tu enemigo.
– Pedir humildemente perdón a quien ofendiste.

Pregúntate:

¿Tienes la fuerza para amarte a ti mismo, de convertirte en el ser que estás llamado a ser?

¿Te atreverías a hacer de tu vida una obra magistral digna de las manos que te crearon?

¿Tendrás el valor de ser un auténtico hijo de Dios?

¿Tienes la fuerza del amor?

Disfruta la vida inmensamente, y sé feliz.

Razones de un cambio

Reza el proverbio: No reinventes la rueda. El propósito de nuestra sección de Noticias era ofrecer una lectura cristiana de acontecimientos recientes. Sin que repitan exactamente lo que yo quería, he encontrado propuestas que en otros sentidos rebasan lo que yo podría ofrecer.

Estoy pensando, por ejemplo, en estas ofertas, a las que remito a mis lectores y oyentes:

Eso no significa que no puedan enriquecerse esas opiniones autorizadas con algunas otras, quizá también la mía propia.

Pero se requiere un cambio de orientación. Más que “noticias” estás serán “notas” que se mueven en un espectro más amplio de intereses y campos, con una lectura desde la fe. Podemos decir que entramos así en el ámbito y estilo de un audio-cast católico con pretensiones de periodicidad y sobre todo, de servicio.

4. La Mirada y La Palabra

4.1. Invoqué el Nombre del Señor y puse mi esperanza en Él; y luego escuché.

4.2. ¡Dios nos une! Esta es una sublime verdad que deseo se convierta en tu alegría. Más unidos estamos cuando miramos hacia Él que si pretendiéramos mirar el uno hacia el otro. Por eso hoy te propongo un camino fácil para evitar multitud de pecados: mira primero a Dios y sólo después a tu prójimo.

4.3. Aquí sucede lo mismo que con los mandamientos que Cristo enseñó como fundamento de toda la Ley y los Profetas: primero, amar a Dios sobre todas las cosas, y segundo amar al prójimo como a sí mismo (Mt 22,36-40). Cristo dijo que este segundo mandamiento era “semejante” al primero, pero también lo llamó “segundo”, porque si no está apoyado en el primero, es imposible de cumplir. Pues bien, ya que la mirada sigue al afecto y el afecto a la mirada, lo que Cristo dijo del amor has de aplicarlo a tu modo de ver, y por eso has de mirar primero a Dios y sólo después a las creaturas de Dios.
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El Verdadero Halloween

Año Nuevo de los Celtas

El 31 de octubre es el día más importante en el año satánico. Marca el Año Nuevo de los Celtas,antiguo pueblo de Gran Bretaña. En esta fecha terminaba la época de las cosechas. Ellos tenían las siguientes creencias:

– Hasta el 31de octubre reinaba Baal, dios celta de la primavera y el verano.

– Desde el 1º de Noviembre reinaba Sanhaim, el dios de la muerte.

El 31 de octubre de noche, era un intervalo entre los dos reinados. Las barreras entre lo natural y lo sobrenatural dejaban de existir y los muertos aprovechaban para deambular por el mundo de los vivos, a veces interfiriendo violentamente sus asuntos. Por este motivo el festival del 31 de octubre era considerado el “Festival de la Muerte”.

De ahí también los colores de esta festividad: el naranja representa al otoño, y el negro, representa a la muerte. En este día, el dios de los celtas llamaba a los espíritus de los malvados que habían muerto en ese año.
La noche del 31 de Octubre, era una noche de horror para el pueblo celta. Era el momento de los sacrificios humanos.

Hombres, mujeres, ancianos y niños eran llevados a la fuerza y encerrados en grandes cajones de madera y paja.
Allí los sacerdotes les prendían fuego. Luego de estos sacrificios, los sacerdotes tenían una comida de acción de gracias, junto a las cenizas.

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El Sacerdote

Antes que nada es un hombre, un hombre que siente, que llora, que tropieza, que ríe y que duerme. Un hombre que busca, que necesita, que pide y que ama. Un hombre.

Dios en Jesucristo, le trastornó la vida. Lo eligió, le mostró su afecto, lo llamó a seguirlo, le entregó un mensaje, le dio una misión y lo conquistó definitivamente.

Por eso, como una locura incomprensible decidió dejar todas las cosas para ir con Él por los caminos.

Abandonadas quedaron en el lago unas barcas y unas redes. Allí quedó una profesión, un estudio, un gran futuro o una gran fortuna. Allí quedó la hacienda, la familia, la patria, la esperanza de una encantadora mujer y unos hijos muy hermosos.

Sólo por EL, para darle a EL más minutos de la vida. Para conversar con ÉL sin interrupción. Para amarlo a ÉL con el corazón entero, para hablar sobre ÉL en cualquier momento.

Y así enamorado locamente, entra en cada casa para entregar una sonrisa, preside una asamblea para dar a Dios las gracias, perdona a un hombre arrepentido, para que pueda encontrar la paz, entrega su consejo sin esperar retribuciones.

Y a los pobres anuncia el Evangelio para que trabajen por su liberación. Su más profunda alegría y su aspiración más auténtica es que el joven o el adulto conozca a Jesús y lo experimente cerca.

Su único deseo es que los hombres se amen con el estilo de su amor. Que no teman. Que vivan. Que sean hombres plenamente. Que reconozcan la compañía cariñosa de un Dios que es y se declara Padre. El sacerdote es un hombre.

Muchos defectos y mediocridad lo limitan. Es débil, es a veces cobarde, ama a medias. Se apasiona. Es verdad. Pero él no fue llamado por su admirable perfección. Dios no lo eligió por el brillo de sus virtudes. Es llamado para ser instrumento, portavoz y transmisor de El.

En su gran debilidad Dios se muestra fuerte. Por eso el sacerdote no se anuncia a sí mismo. Anuncia siempre al que lo envió y a la comunidad que lo prolonga. Es ministro de la Iglesia a la que sirve. Trabaja en comunión.

Se afirma en la oración porque necesita oir a Dios antes de proclamar lo que El dice. Un sacerdote es padre amoroso para todos. Es pastor que da la vida. Es liturgo que celebra el paso de Dios entre nosotros. Es amigo, de los niños y de los enfermos, de los jóvenes y de los pobres, de los que necesitan cariño o compañía.

Y entre lágrimas y gozos ambiciona sólo una cosa: poder decir sinceramente: “Esto es mi cuerpo para que ustedes lo coman” “Esta es la sangre de mi vida, la derramo por ustedes, por cada uno, por todos, con un amor que me desborda”.

Dios no respondía…

Cuentan que una mujer dirigía siempre su oración y nunca era respondida por Dios.

Pidió entonces ayuda a un sabio que habitaba en un convento muy alejado, quien le dijo: – “¿Cómo oras a Dios?”

Ella respondió: – “Señor, este día tengo muchos problemas, muchas dificultades, necesito ayuda y ya no sé que hacer. Te pido que tengas compasión de mí pues mis fuerzas se han agotado. Mi familia no me ayuda y tengo muchos enemigos”.

A lo que el sabio respondió: – “Tu problema radica en algo muy sencillo, cuando oras, debes ver a Dios y no ver tus problemas. Dirigirte a Dios confiando en que Él escucha, y sabiendo que su poder está sobre todas las cosas. De esta forma reconocerás a Dios como centro de tu vida, y entonces tu oración será escuchada. Aún más: Dios escucha intentos, nunca dejes de orar. Haz hecho bien y por eso Dios te ha escuchado.”

¿Saben? A veces Dios se convierte en un pañuelito de lágrimas a quien nos acercamos pero no para que nos libre de nuestros problemas, sino para “quejarnos” y nuestras oraciones decimos de todo, nos quejamos y enojamos, pero casi nunca decimos a Dios que confiamos en que Él conoce nuestros problemas y los puede solucionar.

Cuando Pedro caminaba por el agua, cuenta la Biblia que quitó su mirada de Cristo, y entonces empezó a hundirse. Cada vez que sientas que te hundes, debe volver tus ojos a Jesús, el vendrá a ti, extenderá su mano y entonces te levantará.

Pero no quites tus ojos de El. De la misma forma, tampoco en la oración debes tener a tus problemas como centro, sino a Jesús.

Mensaje de Cuaresma

Yo quiero recibir esta cuaresma como un regalo. Estoy necesitado de fe. Mi alma requiere bálsamo de esperanza. Mi ser entero sabe que fui creado para el amor. Yo quiero que esta cuaresma me traiga fe, esperanza y amor.

Además, necesito ser guiado. No lo sé todo, no lo entiendo todo, no lo puedo todo. En la vida hay muchas trampas y no todas son evidentes. Hay muchas oportunidades y uno no las ve todas. Ya he perdido bastante tiempo y muchas cosas buenas. He sido engañado de muchos modos y también me he engañado a mí mismo. Necesito guía. Necesito alguien que me conozca, que infunda confianza y que me lleve con sabiduría y con firmeza. Creo que no encontraré a nadie mejor que a Jesucristo.

Quiero vivir la cuaresma con Jesucristo. Quiero ir con él, porque a nadie admiro tanto y de nadie aprendo tanto. Quiero que me ayude a conocerme y a superar las cosas que me han hecho daño o con las que he dañado a otras personas. Quiero que él me enseñe también a perdonarme y a tener una mirada de mucha misericordia para conmigo y para con todo ser humano.

Necesito cuaresma. Mi alma necesita una buena cuaresma, llena de luz, de oración, de soledad y a la vez encuentro íntimo con el Señor y con mis hermanos más necesitados.

Necesito Palabra de Vida, Palabra de alimento, Palabra de gracia. Quiero nutrirme bien, desintoxicarme, limpiar la mirada, sentir una brisa de salud y de fuerza nueva que me recorra completamente.

Quiero una buena cuaresma. Quiero llegar con el corazón renovado al misterio grande la Pascua. Quiero poder cantar la alegría de esta pascua como ninguna otra. Quiero derretirme de amor cuando Jesús se da entero. Morir con él y vivir para siempre con él.

Dios, ayúdame. Dame una buena cuaresma, por favor. Prepárame y fortaléceme para que esta cuaresma sea victoria tuya y gloria tuya en mi vida.

Amén.

Nelson Medina, OP

Testimonio de Adhemar Cuéllar

Mi nombre es Adhemar Cuéllar, soy de Bolivia; por gracia de Dios tengo 33 años, quiero contarles lo que el Señor Jesús hizo en mi vida, y estoy seguro de que también puede hacer en sus vidas.

Mi vida de vicios y placeres comenzó a los 14 años cuando tuve mi primera “borrachera” luego de eso me hice adicto al alcohol. Recuerdo que además fumaba un promedio de 20 cigarrillos por día. En fin mi vida era un caos, ya que sufría yo y hacia sufrir a todos mis seres queridos. Para rematar todos mis males, un día se me ocurrió abrir un “extraño” negocio. Armé una tienda donde alquilaba y vendía películas pornográficas; eso sí que ya estaba mas grave. El negocio era muy bueno, ya que los clientes para ver y comprar ese tipo de material abundan. Así transcurría mi vida en medio del vicio del alcohol, el cigarrillo y la pornografía; no tenia tiempo para Dios; es más, no me agradaba la idea de asistir a la Misa, recuerdo que en más de 10 años no fui ni 7 veces a la iglesia.
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Contrición (dolor de los pecados)

Dolor de los pecados es arrepentirse de haber pecado y de haber ofendido a Dios. Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado.

No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traer consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc. El arrepentimiento profundo, que mira la aborrece la ofensa a Dios, precisamente porque Dios ha sido ofendido, y que se propone no volver a ofenderlo, es exactamente la contrición.

No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es “dolor del alma”. Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente “quisiera no haber cometido tal pecado” tiene verdadero dolor en el alma. Un dolor de amor.

El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados. Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, no podrá “arrepentirse”.

El dolor debe tenerse antes de recibir la absolución; su materia son todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.

Conocer, Amar y Servir a Dios

Para llegar a gozar de la vida eterna no basta saber que Dios existe, se necesita amarlo y demostrar ese amor con obras, esforzándonos en cumplir la voluntad del Señor.

Recordemos el ejemplo de aquel joven médico que al leer el periódico descubre la foto de una linda chica y su dirección, se decide a escribirle y cortejarla a distancia, enamorándose cada día más.

¿Qué hubiera ocurrido si a nuestro médico en el país lejano no le hubiera llamado la atención la joven de la fotografía? ¿O, si luego de unas pocas cartas, hubiera perdido el interés por ella y cesado la correspondencia? Aquella muchacha no habría significado nada para él a su regreso. Aunque se toparan en la estación a la llegada del tren, su corazón no se sobresaltaría al verla. Su rostro hubiera sido uno más entre la multitud.

Algo parecido sucederá si no empezamos a amar a Dios en esta vida: no hay modo de unirnos a Él en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios; entra en la eternidad ciego; No es que Dios diga al pecador impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios): Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo de aquí para siempre! No. El hombre que muere sin amor de Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección. Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.

Lo primero será, pues, conocer todo lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E incluso, si después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera chispa de interés nunca a se habría hecho fuego abrasador.

Ésa es la razón por la cual nosotros estudiamos a Dios y lo que Él nos ha dicho de Sí. Ésa es la razón por la cual recibimos clases de catecismo en la infancia y cursos de religión en la juventud y madurez. Por esa razón atendemos a las homilías los domingos y leemos libros y folletos doctrinales, asistimos a círculos de estudio, seminarios y conferencias. Son parte de lo que podríamos llamar nuestra correspondencia con Dios. Son parte de nuestro esfuerzo por conocerlo mejor para que nuestro amor por Él pueda crecer y fructificar.

Pero no basta conocer para amar. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por alguien, y es hacer lo que agrada a la persona amada, lo que le gustaría que hiciéramos. Volviendo al ejemplo de nuestro mediquillo: si, a la vez que dice amar a su novia y querer casarse con ella, se dedicara a derrochar su tiempo y dinero en prostitutas y borracheras, sería un hipócrita de cuerpo entero. Su amor no sería veraz si no tratara de ser la clase de persona que ella querría que fuese, si no pusiera en práctica las recomendaciones que ella le sugiere en sus cartas.

Análogamente, hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y que consiste en hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos. El amor a Dios no está sólo en los sentimientos. Amar a Dios no significa que nuestro corazón deba dar brincos cada vez que pensamos en Él; eso no es esencial. El amor a Dios reside en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.

Mientras más amemos a Dios aquí, tanto mayor será nuestra dicha en el cielo. Aquel que ama a su prometida sólo un poco, será dichoso al casarse con ella. Pero otro que ame más a la suya será más dichoso que el primero en la consumación de su amor. Del mismo modo, al aumentar nuestro amor a Dios (y nuestra obediencia a su voluntad) aumenta ! nuestra capacidad de ser felices en Dios.

Así, pues, aunque es cierto que cada uno de los que están en el cielo es totalmente dichoso, también es verdad que unos poseen mayor capacidad de dicha que otros. Para utilizar un ejemplo antiguo: un pequeño dedal y un barril pueden estar ambos llenos, pero el barril contiene más agua que el dedal. O también, si cinco individuos contemplan una pintura famosa todos están pasmados ante el cuadro, pero cada uno en grado distinto, dependiendo de su conocimiento y sensibilidad pictóricos.

Todo esto es lo que el catecismo enseña al decir: ¿Para qué te ha creado Dios? a lo que contesta diciendo: Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida. Esa palabra de en medio, amar, es la palabra clave, la esencial. Pero el amor no se da sin previo conocimiento, pues hay que conocer a Dios para poder amarlo. Y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que al amado le complace.

Antes de terminar, interesa mucho tener en cuenta que Dios no nos deja abandonados a nuestra humana debilidad en este asunto de conocerlo, amarlo y servirlo. No se ha limitado a ponernos un instructivo en las manos y dejar que nos arreglemos con su interpretación lo mejor que podamos. Dios ha enviado a Alguien para que nos dé la fuerza interior y para ilustrar lo que debemos saber en orden a nuestro destino eterno. Dios ha enviado ni más ni menos que a su propio Hijo, el Verbo eterno, que vino a la Tierra para darnos la Vida que hace posible nuestra felicidad sobrenatural, y para enseñarnos el Camino y la Verdad con su palabra y ejemplo.

El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor, subió al cielo el jueves de la Ascensión, y no tenemos ya más entre nosotros su presencia física y visible. Sin embargo, ideó el modo de permanecer aquí hasta el final de los tiempos. Con sus doce Apóstoles como núcleo y base, Jesús se modeló un nuevo tipo de Cuerpo. Es un Cuerpo Místico más que físico por el que permanece en la Tierra. Las células de su Cuerpo son personas en vez de protoplasma. Su cabeza es Jesús mismo, y el alma es el Espíritu Santo. La voz de este Cuerpo es el mismo Cristo, quien nos habla íntimamente para enseñarnos y guiarnos. A este cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, que continuará la misión salvadora por todos los siglos y en todas las partes, lo llamamos Iglesia. La Iglesia enseña la Verdad y muestra el Camino. Pero la Iglesia también tiene -es el mismo Señor que continúa en Ella- la Vida del Redentor. No sólo nos ayuda desde fuera, como un maestro de la Tierra, sino que nos da la nueva vida, vida de Cristo, para poder unirnos con Él algún día.

Cinco sueños

En los dos primeros capítulos de Mateo hay cinco sueños, y cinco mensajes significativos a través de ellos.

En el primero (1:20-24), un ángel del Señor anuncia a José que no repudiase a María, por causa de su embarazo, porque lo que en ella había sido engendrado era del Espíritu Santo. El segundo (2:12) está dirigido a los magos orientales para que no avisasen a Herodes dónde se hallaba el niño Jesús. En el tercero (2:13), un ángel apareció a José para decirle que huyera a Egipto con el niño y su madre, porque Herodes buscaría al Niño para matarlo. En el cuarto (2:19), un ángel se apareció a José para que regresaran de Egipto, porque habían muerto los que procuraban la muerte del Niño. Y en el quinto (2:22), se le avisó a José que se fueran a residir a la región de Galilea.

Cinco sueños providenciales, cinco voces de alerta que dirigieron los personajes en medio de circunstancias adversas, para que el propósito de Dios se cumpliera.

Parecen tan frágiles un hombre, una mujer y un niño, y parecen tan temibles las fuerzas de un Herodes enfurecido. Sin embargo, un solo movimiento de la mano de Dios, un aviso oportuno, un mensaje en un sueño, son suficientes para burlar el mal y poner un escudo alrededor de los que Él ama.

Cuando el propósito de Dios está involucrado, bien pueden gozarse los hombres en su pequeñez e indefensión, que Él es suficientemente poderoso para guardarlos. Cuando el corazón de Dios ha quedado prendado en la tierra por algunos hombres (porque sus delicias son con los hijos de los hombres), no importa que éstos sean débiles en grado sumo, no hay fuerza en el universo, ni de ángel ni de demonio, capaz de herirles, porque Dios mismo les guarda.

Carta de Amor del Padre

Puede que tú no me conozcas, pero Yo conozco todo sobre ti… Salmos 139,1

Yo sé cuando te sientas y cuando te levantas… Salmos 139,2

Todos tus caminos me son conocidos… Salmos 139,3

Aun todos los pelos de tu cabeza están contados… Mateo 10,29-31

Porque tú has sido hecho a mi imagen… Génesis 1,27

En mí tú vives, te mueves y eres… Hechos 17,28

Porque tú eres mi descendencia… Hechos 17,28

Te conocí aun antes de que fueras concebido… Jeremías 1,4-5

Yo te escogí cuando planeé la creación… Efesios 1,11-12

Tú no fuiste un error, porque todos tus días están escritos en mi libro… Salmos 139,15-16

Yo he determinado el tiempo exacto de tu nacimiento y donde vivirías… Hechos 17,26

Tú has sido creado de forma maravillosa… Salmos 139,14

Yo te formé en el vientre de tu madre… Salmos 139,13

Yo te saqué del vientre de tu madre el día en que naciste… Salmos 71,6

Yo he sido mal representado por aquellos que no me conocen… Juan 8,41-44

Yo no estoy enojado y distante, soy la manifestación perfecta del amor… 1 Juan 4,16

Y es mi deseo gastar mi amor en ti simplemente porque tú eres mi hijo y Yo tu padre… 1 Juan 3,1

Te ofrezco mucho más que lo que tu padre terrenal podría darte… Mateo 7,11

Porque Yo soy el Padre Perfecto… Mateo 5,48

Cada dádiva que tú recibes viene de mis manos… Santiago 1,17

Porque Yo soy tu proveedor quien suple tus necesidades… Mateo 6,31-33

El plan que tengo para tu futuro está siempre lleno de esperanza… Jeremías 29,11

Porque Yo te amo con amor eterno… Jeremías 31,3

Mis pensamientos sobre ti son incontables como la arena en la orilla del mar… Salmos 139,17-18

Me regocijo sobre ti con cánticos… Sofonías 3,17

Yo nunca pararé de hacerte bien… Jeremías 32,40

Porque tú eres mi tesoro más precioso… Éxodo 19,5

Yo deseo afirmarte dándote todo mi corazón y toda mi alma… Jeremías 32,41

Y Yo quiero mostrarte cosas grandes y maravillosas… Jeremías 33,3

Si me buscas con todo tu corazón, me encontrarás… Deuteronomio 4,29

Deleítate en Mí y te concederé las peticiones de tu corazón… Salmos 37,4

Porque Yo soy el que produce tus deseos… Filipenses 2,13

Yo puedo hacer por ti mucho más de lo que tú podrías imaginar… Efesios 3,20

Porque Yo soy tu mayor alentador… 2 Tesalonicenses 2,16-17

Yo también soy el Padre que te consuela durante todos tus problemas… 2 Corintios 1,3-4

Cuando tu corazón está quebrantado, Yo estoy próximo a ti… Salmos 34,19

Así como el pastor carga a un cordero, Yo te cargo a ti cerca de mi corazón… Isaías 40,11

Un día Yo te enjugaré cada lágrima de tus ojos y quitaré todo el dolor que hayas sufrido en esta tierra… Apocalipsis 21,3-4

Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesús… Juan 17,23

Porque en Jesús, mi amor hacía ti ha sido revelado… Juan 17,26

Él es la representación exacta de lo que Yo soy… Hebreos 1,3

Él ha venido a demostrar que Yo estoy contigo, no contra ti… Romanos 8,31

Y también a decirte que Yo no estaré contando tus pecados… 2 Corintios 5,18-19

Porque Jesús murió para que tú y Yo pudieramos ser reconciliados… 2 Corintios 5,18-19

Su muerte ha sido la última expresión de mi amor hacía ti… 1 Juan 4,10

Por mi amor hacía ti haré cualquier cosa que gane tu amor… Romanos 8,31-32

Si tú recibes el regalo de mi Hijo Jesús, tú me recibes a Mí… 1 Juan 2,23

Y ninguna cosa te podrá a ti separar otra vez de mi amor… Romanos 8,38-39

Vuelve a casa y participa de la mayor fiesta celestial que nunca has visto… Lucas 15,7

Yo siempre he sido Padre, y por siempre seré Padre… Efesios 3,14-15

La pregunta es… ¿quieres tú ser mi hijo?… Juan 1,12-13

Yo estoy esperando por ti… Lucas 15,11-32

Con amor… tu Padre Omnipotente, Dios

Guía para una Buena Confesión.

[1] Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás dioses extraños.

Le doy tiempo al Señor diariamente en oración?
Busco amarle con todo mi corazón?
He estado envuelto en prácticas supersticiosas o en algo de ocultismo?
Busco entregarme a la palabra de Dios como lo enseña la Iglesia?
He recibido la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal?
He dicho deliberadamente en la confesión alguna mentira o le he omitido algún pecado mortal al sacerdote?

[2] No jurarás el Santo nombre del Señor en vano.

He usado el nombre del Señor en vano, ligeramente o descuidadamente?
He estado enojado con Dios?
Le he deseado maldad a alguna persona?
He insultado una persona consagrada o he abusado de algún objeto sagrado?

[3] Asistir a Misa todos los Domingos y fiestas de guardar.

He faltado deliberadamente a la misa los Domingos o Días santos de guardar?
He tratado de observar el Domingo como un día de la familia y como día de descanso?
Hago trabajos innecesarios el día Domingo?

[4] Honrar a Padre y Madre.

Honro y obedezco a mis padres?
He abandonado mis deberes para con mi esposa y mis hijos?
Le he dado a mi familia buen ejemplo religioso?
Trato de traer la paz a mi vida familiar?
Me preocupo por mis parientes de edad avanzada o enfermos?

[5] No matarás.

He tenido algún aborto o le he dado coraje a alguien para que lo tenga?
He herido físicamente a alguien?
He abusado del alcohol o de las drogas?
Le di algún escándalo a alguien, y de esa manera le llevé al pecado?
He estado enojado o resentido?
He llevado odio en mi corazón?
Me he hecho alguna mutilación con algún método de esterilización?
He favorecido o me he puesto a favor de la esterilización?

[6] No cometer adulterio

He sido fiel a los votos de mi matrimonio en pensamiento y en acción?
He tenido alguna actividad sexual fuera de mi matrimonio?
He usado algún método anticonceptivo o algún método de control artificial de nacimiento en mi matrimonio?
Ha estado cada acto sexual de mi matrimonio abierto a la procreación ?
He estado culpable de masturbación?
He buscado controlar mis pensamientos?
He respetado todos los miembros del sexo opuesto, o he pensado de la ellos como si fueran objetos?
He tenido actividades homosexuales?
Busco ser casto en mis pensamientos, palabras y acciones?
Me cuido de vestir modestamente?

[7] No hurtar.

He robado lo que no es mío?
He regresado o he hecho restitución por lo que he robado?
Desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
Hago apuestas excesivamente, negándole a mi familia sus necesidades?
Pago mis deudas prontamente?
Busco compartir lo que tengo con los pobres?

[8] No levantar falsos testimonios ni mentir

He mentido?
He chismoseado?
He hablado a las espaldas de alguien?
He sido sincero en mis negocios con otros?
Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?
Mantengo secreto lo que debería ser confidencial?

[9] No desear la mujer del prójimo

He consentido pensamientos impuros?
Los he causado por leyendas impuras, películas, conversaciones o curiosidad?
Busco controlar mi imaginación?
Rezo immediatamente para desvanecer pensamientos impuros o tentaciones?

[10] No desear los bienes ajenos.

Soy envidioso de las pertenencias de los demás?
Siento envidia de otras familias o de las posesiones de otros?
Soy ambicioso o egoísta?
Son las posesiones materiales el propósito de mi vida?
Confío en que Dios cuidará de todas mis necesidades materiales y espirituales?

Aprender a orar – Guía rápida

1. Comienza por saber escuchar. El Cielo emite noche y día.

2. No ores para que Dios realice tus planes, sino para que tú interpretes los planes de Dios.

3. Pero no olvides que la fuerza de tu debilidad es la oración. Cristo dijo: “Pedid y recibiréis”

4. El pedir tiene su técnica. Hazlo atento, humilde, confiado, insistente y unido a Cristo.

5. ¿No sabes qué decirle a Dios? Háblale de lo que interesa a los dos. Muchas veces. Y a solas.

6. No conviertas tu oración en un monólogo, harías a Dios autor de tus propios pensamientos.

7. Cuando ores no seas ni engreído, ni demasiado humilde. Con Dios no valen trucos. Sé cual eres.

8. ¿Y las distracciones involuntarias? Descuida. Dios, y el sol, broncean con solo ponerse delante.

9. Si alguna vez piensas que cuando hablas a Dios Él no te responde… lee la Biblia.

10. No hables más de “ratos de oración”; ten “vida de oración”.

Para Aprender a Meditar

Es necesario escoger un libro cuidadosamente seleccionado, que no disperse sino concentre, y de preferencia absoluta la Biblia. Es conveniente tener conocimiento personal sobre ella, sabiendo dónde están los temas que a ti “te hablan”; por ejemplo, sobre la consolación, la esperanza, la paciencia… para escoger aquella materia que tu alma necesita en ese día. También se puede seguir el orden litúrgico del día.

En principio no es recomendable abrir al azar la Biblia. En todo caso, es conveniente saber, antes de iniciar la lectura meditada, qué temas vas a meditar y en qué capitulo de la Biblia.

Toma posesión adecuada. Pide asistencia al Espíritu Santo y sosiégate. Comienza a leer despacio. En cuanto leas, trata de entender lo leído: el significado directo de la frase, su contexto, y la intención del autor sagrado. Aquí está la diferencia entre la lectura rezada y la lectura meditada: en la lectura rezada se asume y se vive lo leído; en la lectura meditada, se trata de entender.

Si aparece una idea que te llama fuertemente la atención, para ahí mismo; cierra el libro; da muchas vueltas en tu mente a esa idea, ponderándola; aplicándola a tu vida, saca conclusiones.

Si no sucede esto (o después que sucedió), continúa con una lectura reposada, concentrada tranquila.

Si aparece un párrafo que no entiendes, vuelve atrás; haz una amplia relectura para colocarte en el contexto.

Es normal y conveniente que la lectura meditada acabe en oración.