Contrición (dolor de los pecados)

Dolor de los pecados es arrepentirse de haber pecado y de haber ofendido a Dios. Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado.

No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traer consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc. El arrepentimiento profundo, que mira la aborrece la ofensa a Dios, precisamente porque Dios ha sido ofendido, y que se propone no volver a ofenderlo, es exactamente la contrición.

No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es “dolor del alma”. Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente “quisiera no haber cometido tal pecado” tiene verdadero dolor en el alma. Un dolor de amor.

El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados. Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, no podrá “arrepentirse”.

El dolor debe tenerse antes de recibir la absolución; su materia son todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.

Conocer, Amar y Servir a Dios

Para llegar a gozar de la vida eterna no basta saber que Dios existe, se necesita amarlo y demostrar ese amor con obras, esforzándonos en cumplir la voluntad del Señor.

Recordemos el ejemplo de aquel joven médico que al leer el periódico descubre la foto de una linda chica y su dirección, se decide a escribirle y cortejarla a distancia, enamorándose cada día más.

¿Qué hubiera ocurrido si a nuestro médico en el país lejano no le hubiera llamado la atención la joven de la fotografía? ¿O, si luego de unas pocas cartas, hubiera perdido el interés por ella y cesado la correspondencia? Aquella muchacha no habría significado nada para él a su regreso. Aunque se toparan en la estación a la llegada del tren, su corazón no se sobresaltaría al verla. Su rostro hubiera sido uno más entre la multitud.

Algo parecido sucederá si no empezamos a amar a Dios en esta vida: no hay modo de unirnos a Él en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios; entra en la eternidad ciego; No es que Dios diga al pecador impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios): Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo de aquí para siempre! No. El hombre que muere sin amor de Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección. Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.

Lo primero será, pues, conocer todo lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E incluso, si después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera chispa de interés nunca a se habría hecho fuego abrasador.

Ésa es la razón por la cual nosotros estudiamos a Dios y lo que Él nos ha dicho de Sí. Ésa es la razón por la cual recibimos clases de catecismo en la infancia y cursos de religión en la juventud y madurez. Por esa razón atendemos a las homilías los domingos y leemos libros y folletos doctrinales, asistimos a círculos de estudio, seminarios y conferencias. Son parte de lo que podríamos llamar nuestra correspondencia con Dios. Son parte de nuestro esfuerzo por conocerlo mejor para que nuestro amor por Él pueda crecer y fructificar.

Pero no basta conocer para amar. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por alguien, y es hacer lo que agrada a la persona amada, lo que le gustaría que hiciéramos. Volviendo al ejemplo de nuestro mediquillo: si, a la vez que dice amar a su novia y querer casarse con ella, se dedicara a derrochar su tiempo y dinero en prostitutas y borracheras, sería un hipócrita de cuerpo entero. Su amor no sería veraz si no tratara de ser la clase de persona que ella querría que fuese, si no pusiera en práctica las recomendaciones que ella le sugiere en sus cartas.

Análogamente, hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y que consiste en hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos. El amor a Dios no está sólo en los sentimientos. Amar a Dios no significa que nuestro corazón deba dar brincos cada vez que pensamos en Él; eso no es esencial. El amor a Dios reside en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.

Mientras más amemos a Dios aquí, tanto mayor será nuestra dicha en el cielo. Aquel que ama a su prometida sólo un poco, será dichoso al casarse con ella. Pero otro que ame más a la suya será más dichoso que el primero en la consumación de su amor. Del mismo modo, al aumentar nuestro amor a Dios (y nuestra obediencia a su voluntad) aumenta ! nuestra capacidad de ser felices en Dios.

Así, pues, aunque es cierto que cada uno de los que están en el cielo es totalmente dichoso, también es verdad que unos poseen mayor capacidad de dicha que otros. Para utilizar un ejemplo antiguo: un pequeño dedal y un barril pueden estar ambos llenos, pero el barril contiene más agua que el dedal. O también, si cinco individuos contemplan una pintura famosa todos están pasmados ante el cuadro, pero cada uno en grado distinto, dependiendo de su conocimiento y sensibilidad pictóricos.

Todo esto es lo que el catecismo enseña al decir: ¿Para qué te ha creado Dios? a lo que contesta diciendo: Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida. Esa palabra de en medio, amar, es la palabra clave, la esencial. Pero el amor no se da sin previo conocimiento, pues hay que conocer a Dios para poder amarlo. Y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que al amado le complace.

Antes de terminar, interesa mucho tener en cuenta que Dios no nos deja abandonados a nuestra humana debilidad en este asunto de conocerlo, amarlo y servirlo. No se ha limitado a ponernos un instructivo en las manos y dejar que nos arreglemos con su interpretación lo mejor que podamos. Dios ha enviado a Alguien para que nos dé la fuerza interior y para ilustrar lo que debemos saber en orden a nuestro destino eterno. Dios ha enviado ni más ni menos que a su propio Hijo, el Verbo eterno, que vino a la Tierra para darnos la Vida que hace posible nuestra felicidad sobrenatural, y para enseñarnos el Camino y la Verdad con su palabra y ejemplo.

El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor, subió al cielo el jueves de la Ascensión, y no tenemos ya más entre nosotros su presencia física y visible. Sin embargo, ideó el modo de permanecer aquí hasta el final de los tiempos. Con sus doce Apóstoles como núcleo y base, Jesús se modeló un nuevo tipo de Cuerpo. Es un Cuerpo Místico más que físico por el que permanece en la Tierra. Las células de su Cuerpo son personas en vez de protoplasma. Su cabeza es Jesús mismo, y el alma es el Espíritu Santo. La voz de este Cuerpo es el mismo Cristo, quien nos habla íntimamente para enseñarnos y guiarnos. A este cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, que continuará la misión salvadora por todos los siglos y en todas las partes, lo llamamos Iglesia. La Iglesia enseña la Verdad y muestra el Camino. Pero la Iglesia también tiene -es el mismo Señor que continúa en Ella- la Vida del Redentor. No sólo nos ayuda desde fuera, como un maestro de la Tierra, sino que nos da la nueva vida, vida de Cristo, para poder unirnos con Él algún día.

Cinco sueños

En los dos primeros capítulos de Mateo hay cinco sueños, y cinco mensajes significativos a través de ellos.

En el primero (1:20-24), un ángel del Señor anuncia a José que no repudiase a María, por causa de su embarazo, porque lo que en ella había sido engendrado era del Espíritu Santo. El segundo (2:12) está dirigido a los magos orientales para que no avisasen a Herodes dónde se hallaba el niño Jesús. En el tercero (2:13), un ángel apareció a José para decirle que huyera a Egipto con el niño y su madre, porque Herodes buscaría al Niño para matarlo. En el cuarto (2:19), un ángel se apareció a José para que regresaran de Egipto, porque habían muerto los que procuraban la muerte del Niño. Y en el quinto (2:22), se le avisó a José que se fueran a residir a la región de Galilea.

Cinco sueños providenciales, cinco voces de alerta que dirigieron los personajes en medio de circunstancias adversas, para que el propósito de Dios se cumpliera.

Parecen tan frágiles un hombre, una mujer y un niño, y parecen tan temibles las fuerzas de un Herodes enfurecido. Sin embargo, un solo movimiento de la mano de Dios, un aviso oportuno, un mensaje en un sueño, son suficientes para burlar el mal y poner un escudo alrededor de los que Él ama.

Cuando el propósito de Dios está involucrado, bien pueden gozarse los hombres en su pequeñez e indefensión, que Él es suficientemente poderoso para guardarlos. Cuando el corazón de Dios ha quedado prendado en la tierra por algunos hombres (porque sus delicias son con los hijos de los hombres), no importa que éstos sean débiles en grado sumo, no hay fuerza en el universo, ni de ángel ni de demonio, capaz de herirles, porque Dios mismo les guarda.

Carta de Amor del Padre

Puede que tú no me conozcas, pero Yo conozco todo sobre ti… Salmos 139,1

Yo sé cuando te sientas y cuando te levantas… Salmos 139,2

Todos tus caminos me son conocidos… Salmos 139,3

Aun todos los pelos de tu cabeza están contados… Mateo 10,29-31

Porque tú has sido hecho a mi imagen… Génesis 1,27

En mí tú vives, te mueves y eres… Hechos 17,28

Porque tú eres mi descendencia… Hechos 17,28

Te conocí aun antes de que fueras concebido… Jeremías 1,4-5

Yo te escogí cuando planeé la creación… Efesios 1,11-12

Tú no fuiste un error, porque todos tus días están escritos en mi libro… Salmos 139,15-16

Yo he determinado el tiempo exacto de tu nacimiento y donde vivirías… Hechos 17,26

Tú has sido creado de forma maravillosa… Salmos 139,14

Yo te formé en el vientre de tu madre… Salmos 139,13

Yo te saqué del vientre de tu madre el día en que naciste… Salmos 71,6

Yo he sido mal representado por aquellos que no me conocen… Juan 8,41-44

Yo no estoy enojado y distante, soy la manifestación perfecta del amor… 1 Juan 4,16

Y es mi deseo gastar mi amor en ti simplemente porque tú eres mi hijo y Yo tu padre… 1 Juan 3,1

Te ofrezco mucho más que lo que tu padre terrenal podría darte… Mateo 7,11

Porque Yo soy el Padre Perfecto… Mateo 5,48

Cada dádiva que tú recibes viene de mis manos… Santiago 1,17

Porque Yo soy tu proveedor quien suple tus necesidades… Mateo 6,31-33

El plan que tengo para tu futuro está siempre lleno de esperanza… Jeremías 29,11

Porque Yo te amo con amor eterno… Jeremías 31,3

Mis pensamientos sobre ti son incontables como la arena en la orilla del mar… Salmos 139,17-18

Me regocijo sobre ti con cánticos… Sofonías 3,17

Yo nunca pararé de hacerte bien… Jeremías 32,40

Porque tú eres mi tesoro más precioso… Éxodo 19,5

Yo deseo afirmarte dándote todo mi corazón y toda mi alma… Jeremías 32,41

Y Yo quiero mostrarte cosas grandes y maravillosas… Jeremías 33,3

Si me buscas con todo tu corazón, me encontrarás… Deuteronomio 4,29

Deleítate en Mí y te concederé las peticiones de tu corazón… Salmos 37,4

Porque Yo soy el que produce tus deseos… Filipenses 2,13

Yo puedo hacer por ti mucho más de lo que tú podrías imaginar… Efesios 3,20

Porque Yo soy tu mayor alentador… 2 Tesalonicenses 2,16-17

Yo también soy el Padre que te consuela durante todos tus problemas… 2 Corintios 1,3-4

Cuando tu corazón está quebrantado, Yo estoy próximo a ti… Salmos 34,19

Así como el pastor carga a un cordero, Yo te cargo a ti cerca de mi corazón… Isaías 40,11

Un día Yo te enjugaré cada lágrima de tus ojos y quitaré todo el dolor que hayas sufrido en esta tierra… Apocalipsis 21,3-4

Yo soy tu Padre, y te he amado como a mi hijo, Jesús… Juan 17,23

Porque en Jesús, mi amor hacía ti ha sido revelado… Juan 17,26

Él es la representación exacta de lo que Yo soy… Hebreos 1,3

Él ha venido a demostrar que Yo estoy contigo, no contra ti… Romanos 8,31

Y también a decirte que Yo no estaré contando tus pecados… 2 Corintios 5,18-19

Porque Jesús murió para que tú y Yo pudieramos ser reconciliados… 2 Corintios 5,18-19

Su muerte ha sido la última expresión de mi amor hacía ti… 1 Juan 4,10

Por mi amor hacía ti haré cualquier cosa que gane tu amor… Romanos 8,31-32

Si tú recibes el regalo de mi Hijo Jesús, tú me recibes a Mí… 1 Juan 2,23

Y ninguna cosa te podrá a ti separar otra vez de mi amor… Romanos 8,38-39

Vuelve a casa y participa de la mayor fiesta celestial que nunca has visto… Lucas 15,7

Yo siempre he sido Padre, y por siempre seré Padre… Efesios 3,14-15

La pregunta es… ¿quieres tú ser mi hijo?… Juan 1,12-13

Yo estoy esperando por ti… Lucas 15,11-32

Con amor… tu Padre Omnipotente, Dios

Guía para una Buena Confesión.

[1] Yo soy el Señor tu Dios. No tendrás dioses extraños.

Le doy tiempo al Señor diariamente en oración?
Busco amarle con todo mi corazón?
He estado envuelto en prácticas supersticiosas o en algo de ocultismo?
Busco entregarme a la palabra de Dios como lo enseña la Iglesia?
He recibido la Sagrada Comunión en estado de pecado mortal?
He dicho deliberadamente en la confesión alguna mentira o le he omitido algún pecado mortal al sacerdote?

[2] No jurarás el Santo nombre del Señor en vano.

He usado el nombre del Señor en vano, ligeramente o descuidadamente?
He estado enojado con Dios?
Le he deseado maldad a alguna persona?
He insultado una persona consagrada o he abusado de algún objeto sagrado?

[3] Asistir a Misa todos los Domingos y fiestas de guardar.

He faltado deliberadamente a la misa los Domingos o Días santos de guardar?
He tratado de observar el Domingo como un día de la familia y como día de descanso?
Hago trabajos innecesarios el día Domingo?

[4] Honrar a Padre y Madre.

Honro y obedezco a mis padres?
He abandonado mis deberes para con mi esposa y mis hijos?
Le he dado a mi familia buen ejemplo religioso?
Trato de traer la paz a mi vida familiar?
Me preocupo por mis parientes de edad avanzada o enfermos?

[5] No matarás.

He tenido algún aborto o le he dado coraje a alguien para que lo tenga?
He herido físicamente a alguien?
He abusado del alcohol o de las drogas?
Le di algún escándalo a alguien, y de esa manera le llevé al pecado?
He estado enojado o resentido?
He llevado odio en mi corazón?
Me he hecho alguna mutilación con algún método de esterilización?
He favorecido o me he puesto a favor de la esterilización?

[6] No cometer adulterio

He sido fiel a los votos de mi matrimonio en pensamiento y en acción?
He tenido alguna actividad sexual fuera de mi matrimonio?
He usado algún método anticonceptivo o algún método de control artificial de nacimiento en mi matrimonio?
Ha estado cada acto sexual de mi matrimonio abierto a la procreación ?
He estado culpable de masturbación?
He buscado controlar mis pensamientos?
He respetado todos los miembros del sexo opuesto, o he pensado de la ellos como si fueran objetos?
He tenido actividades homosexuales?
Busco ser casto en mis pensamientos, palabras y acciones?
Me cuido de vestir modestamente?

[7] No hurtar.

He robado lo que no es mío?
He regresado o he hecho restitución por lo que he robado?
Desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
Hago apuestas excesivamente, negándole a mi familia sus necesidades?
Pago mis deudas prontamente?
Busco compartir lo que tengo con los pobres?

[8] No levantar falsos testimonios ni mentir

He mentido?
He chismoseado?
He hablado a las espaldas de alguien?
He sido sincero en mis negocios con otros?
Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?
Mantengo secreto lo que debería ser confidencial?

[9] No desear la mujer del prójimo

He consentido pensamientos impuros?
Los he causado por leyendas impuras, películas, conversaciones o curiosidad?
Busco controlar mi imaginación?
Rezo immediatamente para desvanecer pensamientos impuros o tentaciones?

[10] No desear los bienes ajenos.

Soy envidioso de las pertenencias de los demás?
Siento envidia de otras familias o de las posesiones de otros?
Soy ambicioso o egoísta?
Son las posesiones materiales el propósito de mi vida?
Confío en que Dios cuidará de todas mis necesidades materiales y espirituales?

Aprender a orar – Guía rápida

1. Comienza por saber escuchar. El Cielo emite noche y día.

2. No ores para que Dios realice tus planes, sino para que tú interpretes los planes de Dios.

3. Pero no olvides que la fuerza de tu debilidad es la oración. Cristo dijo: “Pedid y recibiréis”

4. El pedir tiene su técnica. Hazlo atento, humilde, confiado, insistente y unido a Cristo.

5. ¿No sabes qué decirle a Dios? Háblale de lo que interesa a los dos. Muchas veces. Y a solas.

6. No conviertas tu oración en un monólogo, harías a Dios autor de tus propios pensamientos.

7. Cuando ores no seas ni engreído, ni demasiado humilde. Con Dios no valen trucos. Sé cual eres.

8. ¿Y las distracciones involuntarias? Descuida. Dios, y el sol, broncean con solo ponerse delante.

9. Si alguna vez piensas que cuando hablas a Dios Él no te responde… lee la Biblia.

10. No hables más de “ratos de oración”; ten “vida de oración”.

Para Aprender a Meditar

Es necesario escoger un libro cuidadosamente seleccionado, que no disperse sino concentre, y de preferencia absoluta la Biblia. Es conveniente tener conocimiento personal sobre ella, sabiendo dónde están los temas que a ti “te hablan”; por ejemplo, sobre la consolación, la esperanza, la paciencia… para escoger aquella materia que tu alma necesita en ese día. También se puede seguir el orden litúrgico del día.

En principio no es recomendable abrir al azar la Biblia. En todo caso, es conveniente saber, antes de iniciar la lectura meditada, qué temas vas a meditar y en qué capitulo de la Biblia.

Toma posesión adecuada. Pide asistencia al Espíritu Santo y sosiégate. Comienza a leer despacio. En cuanto leas, trata de entender lo leído: el significado directo de la frase, su contexto, y la intención del autor sagrado. Aquí está la diferencia entre la lectura rezada y la lectura meditada: en la lectura rezada se asume y se vive lo leído; en la lectura meditada, se trata de entender.

Si aparece una idea que te llama fuertemente la atención, para ahí mismo; cierra el libro; da muchas vueltas en tu mente a esa idea, ponderándola; aplicándola a tu vida, saca conclusiones.

Si no sucede esto (o después que sucedió), continúa con una lectura reposada, concentrada tranquila.

Si aparece un párrafo que no entiendes, vuelve atrás; haz una amplia relectura para colocarte en el contexto.

Es normal y conveniente que la lectura meditada acabe en oración.

El Adviento

Significado y Contenido

Adviento significa venida. Este tiempo nos prepara para la venida del Señor. La venida de Cristo al mundo se realiza en un triple plan:

PASADO: venida histórica a Palestina,
PRESENTE: venida sacramental, hoy,
FUTURO: venida gloriosa al fin del mundo.

Cristo está viniendo hoy y aquí, a nosotros, dentro de nosotros. Nos está haciendo concorpóreos suyos, solidarios de su persona y de su misterio redentor. Mediante el don de su palabra y de la eucaristía, Cristo se graba en nosotros. Nos hace su cuerpo. Su venida gloriosa al final de los tiempos no será otra cosa que la revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros. Hay continuidad real entre su venida actual y su venida gloriosa. Exactamente igual como la semilla se prolonga en el fruto. Esta es la verdad de fe más grandiosa. Quien quiera encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio de su presencia, a través de la liturgia. Es necesario que el cristiano tenga mirada interior. El adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor.

Los Grandes Testigos del Adviento son tres: El profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María.

Isaías anuncia cómo será el Mesías que vendrá. Sacude la conciencia del pueblo para crear en él actitud de espera. Exige pureza de corazón.

Juan el Bautista señala quién es el Mesías, que ya ha venido. Él mismo es modelo de austeridad y de ardiente espera.

María es la figura clave del adviento. En ella culmina la espera de Israel. Es la más fiel acogedora de la palabra hecha carne. La recibe en su seno y en su corazón. Ella le prestó su vida y su sangre. María es Jesús comenzado. Ella hizo posible la primera navidad y es modelo y cauce para todas las venidas de Dios a los hombres. María, por su fidelidad, es tipo y madre de la Iglesia.

Las Actitudes Fundamentales del Adviento

1. Actitud de espera. El mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.

2. El retorno a Dios. La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de “subir a Jerusalén” como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia e identidad. El adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo. Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.

3. La conversión. Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros. La voz del Bautista es el clamor del adviento: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios…”(Is 40,3-5). El adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.

4. Jesús es el Mesías. Será el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de una victimación de amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.

5. Gozo y alegría. El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. El adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad.

Tres reacciones frente a las caricaturas (3/3)

En Septiembre de 2005 un periódico danés publicó algunas caricaturas que ridiculizaban a Mahoma y a algunos aspectos del islamismo. Estoy citando en particular a personas que expresamente se consideran no-cristianas. En esta ocasión transcribo y edito declaraciones hechas a la televisión por un joven musulmán de origen francés>.

El hecho de que para ustedes lo sagrado ya no exista no quiere decir que tenga que pasar lo mismo con nosotros. Ustedes juegan con todo, y cuando se les acaban sus juguetes quieren jugar también con el Profeta, pero nosotros no vamos a permitirlo. Ustedes juegan con el sexo, con los besos, con las mujeres, con los jefes de ustedes. Nosotros no somos así ni queremos ser así.

No se pregunten solamente qué tan locos están los que atacan las embajadas de los países blasfemos, como Dinamarca. Pregunten también si no están locos ustedes mismos. Si lo que ustedes le hacen al mundo, lo que le hacen a sus mujeres y a sus niños, lo que le hacen a los pobres y a los inocentes, no es la locura más grande.