Testimonio de Adhemar Cuéllar

Mi nombre es Adhemar Cuéllar, soy de Bolivia; por gracia de Dios tengo 33 años, quiero contarles lo que el Señor Jesús hizo en mi vida, y estoy seguro de que también puede hacer en sus vidas.

Mi vida de vicios y placeres comenzó a los 14 años cuando tuve mi primera “borrachera” luego de eso me hice adicto al alcohol. Recuerdo que además fumaba un promedio de 20 cigarrillos por día. En fin mi vida era un caos, ya que sufría yo y hacia sufrir a todos mis seres queridos. Para rematar todos mis males, un día se me ocurrió abrir un “extraño” negocio. Armé una tienda donde alquilaba y vendía películas pornográficas; eso sí que ya estaba mas grave. El negocio era muy bueno, ya que los clientes para ver y comprar ese tipo de material abundan. Así transcurría mi vida en medio del vicio del alcohol, el cigarrillo y la pornografía; no tenia tiempo para Dios; es más, no me agradaba la idea de asistir a la Misa, recuerdo que en más de 10 años no fui ni 7 veces a la iglesia.

Pero un día miércoles 17 del mes de Noviembre año 1.999. Algo pasó en mi vida, algo que hasta este momento me parece increíble. Llegué a mi trabajo y empecé a tener hambre de Dios; llegué al negocio, y al ver las películas sucedió algo extraordinario: Dios hizo un milagro en mí; vi el horror del pecado, me sentí sucio y pecador, y de un rato para otro decidí deshacerme de todas las películas; decidí quemar todas las cintas, que en ese tiempo estaban en VHS; todo el material de cintas estaba valuado en mas de 15,000 dólares, así que me dispuse a llevar todas las películas a un lugar baldío, donde pudiese prenderles fuego. Toda la noche la pasé llevando las películas al lugar donde tenían que ser quemadas, y una vez ahí prendí fuego; era un fuego fatal; las cintas ardieron por más de 24 horas. Recuerdo que amaneció y yo seguía trasladando las cintas.

Ese fue un amanecer diferente para mi persona; fue un nuevo día: ese día empecé una nueva vida. Ya no necesitaba de la cerveza, ya no necesitaba del cigarrillo porque conocí algo mejor, conocí algo formidable, me encontré con Jesús. ¡Gloria a él!

Y el Señor aun me tenia preparada otra sorpresa, ya que luego de eso tenia que ir a la iglesia, y justamente en “La Mansión” por ese tiempo se celebraba el “Encuentro Internacional del Nuevo Pentecostés.” Recuerdo que llegué y sentí como si estuviera en el Cielo; empezaron a cantar y yo que nunca había cantado ni aplaudido, ahí me encontraba saltando de gozo. Fue una experiencia maravillosa y celestial, pero eso no acababa ahí, venia el “plato fuerte” lo principal de la celebración, “la predicación de la Palabra,” y ahí entró en acción el sacerdote y predicador colombiano Fray Nelson, empezó a predicar y yo sentía que todo lo que él hablaba era como para mi persona. En fin, esa semana fue una semana maravillosa, en las que las predicas de Fray Nelson fortificaron mi conversión.

Todo lo que viví se asemeja a lo que dice el Salmo 40,1-3: “El Señor se inclinó vino hacia mí, me saco del pozo mortal, me hizo caminar sobre la roca, y me dio un cántico nuevo.”

Volví a nacer, hermanos. Antes no asistía a la Misa; no podía estar en la iglesia ni 15 minutos. Ahora me falta tiempo, hermanos, para estar con El, cada día que pasa me enamoro más de Jesús y de su Iglesia. Hoy cada día es un desafió nuevo, una nueva aventura, una batalla que hay que vencer en el poder del Espíritu Santo. Me estoy preparando día a día, estudiando, leyendo su Palabra. Me preparo, hermanos, para ser un predicador de la “Buena Nueva,” para así también poder hacer que otros conozcan y se encuentren con Jesús: poder servir de instrumento para que otros encuentren la Luz, encuentren este Pan de Vida, que es Jesucristo. ¡Qué bendición tan grande, hermanos, poder vivir día a día en su presencia, caminar con él! Ahora puedo decir como decía san Pablo: “Si vivo, vivo para CRISTO; si muero, muero para Cristo; en la vida y en la muerte soy de Cristo.” Y como dice su Palabra en Hechos 4,20 no puedo callar lo que he visto y oído.

Oración. Gracias te doy, Padre, en esta día porque me permites compartir con mis hermanos la gran misericordia el inmenso amor que tuviste con este hijo tuyo que era un gran pecador. En esta día, Señor, te pido en el nombre de Jesucristo, que lo que hiciste conmigo lo hagas también en la vida de cada uno de los que reciban este testimonio; transforma también la vida de mis hermanos en la fe, transforma los hogares, familias, amigos, y toda la iglesia Señor. ¡Gloria, gloria a ti, Señor! ¡Alabado seas por siempre, Jesús! Amén.