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Santa Marie Bernard, Bernardette, Soubirous, nació el 7 de enero de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia.
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital.
Desde pequeña, Bernardita tuvo una salud bien delicada a causa de la falta de alimentación suficiente y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.
En los primeros años sufrió de cólera, que la dejó sumamente debilitada. Luego, a causa también del clima terriblemente frío en invierno, la Santa adquirió desde los diez años la enfermedad del asma.
Tiempo después de las apariciones, Bernardita fue admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers.
En julio de 1866 comenzó su noviciado, y el 22 de septiembre de 1878 pronunció sus votos. Falleció unos meses más tarde, el día 16 de Abril de 1879.
Asimismo, la vida de la jovencita después de las apariciones, estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones. Sin embargo, con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande, que se ganó enorme premio para el Cielo.
En sus primeros años con las monjas, la santa jovencita sufrió mucho, no sólo por su mala salud, sino también a causa de que la Madre Superiora del lugar no creía en sus enfermedades. Inclusive decía que cojeaba de su pierna, no por el tumor, sino para llamar la atención.
En su Comunidad, la Santa se dedicó a ser enfermera y sacristana. Más tarde, por nueve años, estuvo padeciendo una dolorosa enfermedad.
Al llegarle los agudos ataques, exclamaba: Lo que le pido a Nuestro Señor, no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad".
"Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un Obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente.
Bernardita, con mano temblorosa, escribe: ¡Santo Padre! ¡Qué atrevimiento! Que yo, una pobre hermanita, le escriba al Sumo Pontífice. Pero, el Señor Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma.
Al regreso del viaje, el Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, estando muy mal de salud y teniendo apenas 35 años, exclamó emocionada: Yo vi a la Virgen. ¡Sí! ¡La vi, la vi! ¡Que hermosa era!
Y después de unos momentos de silencio, dijo emocionada: Ruega, Señora, por esta pobre pecadora. Y apretando el crucifijo sobre su corazón, quedó muerta.
A los funerales de Santa Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda.
Treinta años más tarde, su cadáver fue exhumado y hallado en perfecto estado de conservación. Unos años después, poco antes de su beatificación, efectuada el 12 de Junio de 1925, se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.
Santa Bernadette fue canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto, todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal.
La festividad de la Santa se celebra el 16 de Abril.
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia (1979) - Agradezco a Dios por haberme permitido nacer en un día como este y compartirlo con su Santidad Benedicto XVI.
Lima, Perú - Segura que guias mis pasos y miras mi corazón Señor Jesús con ese amor infinito que tú solamente lo tienes, te ruego me permitas seguir alimentandome de tu palabra. Gracias por haberme bendecido y traido al mundo en este día tan especial bendice a mi mamita porque ella me cuido en su seno durante 9 meses. Recuerda que yo también te quiero, aunque no te veo he experimentado tu amor en muchas situaciones, puedo dar fe que tú existes.
Rafaela-Santa Fe, Argentina (2010) - Pido al Señor por estos tres jóvenes que se ordenan presbíteros en mi diócesis que siga guiando su camino de evangelización. Nora
En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada "Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: "Míranos." Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar."
Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar (Hechos 3,1-10)
Salmo
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, / dad a conocer sus hazañas a los pueblos. / Cantadle al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor. / Recurrid al Señor y a su poder, / buscad continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; / hijos de Jacob, su elegido! / El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra. R.
Se acuerda de su alianza eternamente, / de la palabra dada, por mil generaciones; / de la alianza sellada con Abrahán, / del juramento hecho a Isaac. R.
Que se alegren los que buscan al Señor. (Salmo 104)
Evangelio
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
La compasión de Jesucristo nos levanta de nuestro desánimo y nos conduce de nuevo a la comunidad creyente cuando nos hemos apartado de ella. 12 min. 9 seg.
El Espíritu Santo no es una enseñanza o teoría más: es fuerza de vida que hace que la Pascua del Señor acontezca en nosotros y a través de nosotros. 4 min. 14 seg.
Lectio Divina sobre la historia de un lisiado que es también limosnero, y prisionero de un mundo pequeño y atrapado en un lenguaje de una sola dimensión. Cristo será su liberador. 38 min. 17 seg.
Jesús sediento es quien nos ofrece bebida, Él sin recibir salario ni alimento es quien nos alimenta y al sufrir en su Pasión, Él mismo alivia nuestros dolores. 5 min. 38 seg.
Dios no nos deja solos en nuestro camino de derrotas, Él hace camino con nosotros y va encendiendo nuevamente el fuego de la fe, la esperanza y del amor en la Eucaristía. 4 min. 44 seg.
Dejamos manifestar a Cristo resucitado en nuestra vida primero como extraño, luego lo hacemos compañero, después maestro que regaña y corrige y finalmente como amigo. 5 min. 25 seg.
Para ser cristiano hay que dejarse corregir y regañar por Cristo para luego ser alimentado por Él; y hay que entregar la vida como Él lo hizo para luego repartirla y compartirla. 4 min. 47 seg.
Examinemos si nuestras conversaciones nos llevan hacia la amargura, la incredulidad o el pecado; o hacia la esperanza, la fe, la gracia y la gloria que viene de Cristo. 4 min. 29 seg.
Jesús interrumpe mi camino si va torcido, si se aleja de Ti; interrumpe mi conversación si es una espiral de fracaso. Aunque tengas que regañarme y corregirme, aunque me sienta desconcertado, dame tu vida nueva. 6 min. 4 seg.
Por encima de los condicionamientos, de las historias de traumas o heridas que puedas tener hay un Dios que es capaz de restaurar incluso lo que parecía estar dañado de nacimiento. 4 min. 55 seg.
1.1 Los Hechos de los Apóstoles, si bien lo pensamos, son los hechos de Cristo Resucitado. Porque los únicos "hechos" que salían del corazón asustado de esos pobres hombres eran: esconderse, callarse, llorar de miedo, huir. Por contraste, los "hechos" que les vemos realizar en los textos que oímos en Pascua son en todo maravillosos. He aquí hombres valientes, llenos de luz, de pureza, de desinterés, de gallardía, de vida interior, de generosidad. ¿Qué ha sucedido? Lo que también puede suceder en nosotros: llevan a Cristo Vivo en su corazón.
1.2 Por eso puede decir el apóstol Pedro: "lo que tengo, eso te doy". Es que tiene vida adentro, tiene a Cristo adentro, tiene fuerza capaz de levantar a uno y muchos paralíticos, a uno y muchos muertos.
1.3 Descubramos la diferencia entre lo que aquel paralítico pidió y lo que recibió. Pedía una limosna que podía aliviar su necesidad de un día; recibió curación para el resto de sus días. Este hombre tenía que quedarse siempre "a la puerta" del templo; la curación, en maravillosa alegoría, le permite "entrar" al templo y proclamar como los demás y junto con los demás las glorias de Dios. Este paralítico, en fin, era "llevado por otros"; ahora, ya curado, "lleva a otros" a que se encuentren con la noticia fantástica del amor divino hecho presente y real entre los hombres.
2. De camino a Emaús
2.1 Emaús es un tremendo símbolo, después de la escena que nos cuenta el evangelio de hoy. Es el símbolo del fracaso, de la dispersión, de la desilusión. Estos dos discípulos que se van de Jerusalén son una imagen de todos aquellos que se habían ilusionado con Cristo y que ahora, perplejos por la Cruz, no ven otro camino que la huida, la retirada, el largo duelo por haberse atrevido a soñar con un mundo mejor.
2.2 Jesús los alcanzó. Se hizo "el encontradizo", salió al paso de ese duelo que punzaba sus almas y ensombrecía sus rostros. ¡Dios, cuánta misericordia en ese solo hecho! ¡Qué piedad la del Señor, que no abandona a los que le abandonan y que busca mostrar su rostro a los que ya le daban la espalda!
2.3 Cristo les explica las Escrituras. Hace camino con ellos, no sólo en cuanto une sus pies a los de estos entristecidos, sino sobre todo en cuanto recorre a su lado la senda interior que lleva de la oscuridad a la luz y de la desolación a la esperanza. Así también Cristo sigue haciendo camino con su pueblo y con todos los pueblos y gentes. No nos desanimemos de ver desánimo incluso en quienes han estado con nosotros oyendo al Maestro. Bien es posible que si ellos huyen Cristo camine más rápido y en algún recodo del camino les alcance con el poder de su gracia.
2.4 Lo reconocieron "al partir el pan". Es el gesto entrañable, el estilo único, la manera caritativa y bella de Jesús. Tiene que ser él; nadie más parte así el pan, nadie lo agradece como él, nadie lo bendice y nos bendice como él. ¡Qué hermosura, qué dulzura, qué ternura! Iglesia de Dios: ¡alégrate en Cristo, gózate en su Pascua, reconócelo en el Pan!