La fe del sacerdote, 7 de 7, Comunidad

[Retiro para el clero de la Arquidiócesis de Bucaramanga, basado en la enseñanza del apóstol San Pablo, para el Año de la Fe.]

Tema 7 de 7: Comunidad. Texto base: Efesios 1,13-14.

* La fe es comparable a una puerta porque da comienzo a un vida nueva. Las riquezas de esa vida nueva son las de la gracia.

* Pero no pasamos solos por la Puerta de la Fe. La palabra misma “iglesia” (ekklesía) indica una realidad comunitaria, que brota de la Palabra recibida y compartida por todos. La Nueva Evangelización es inseparable del fomento y atención pastoral a las pequeñas comunidades de fe.

* El sacerdote mismo es miembro de la comunidad, por supuesto, desde su ministerio específico de hacer presente a Cristo-Cabeza. Pero el sacerdote no es todo ni reemplaza a todos. Más bien su carisma incluye el discernimiento de otros carismas en sus hermanos bautizados. Una persona que se sepa bien alimentada espiritualmente, valorada en sus capacidades y útil dentro del conjunto de comunidades de la parroquia, es una persona con sentido de pertenencia a su Iglesia Católica.

* Toda la labor nueva, muchas veces exhaustiva, que supone este modo de servir a la comunidad, sólo es posible desde una renovación en el amor: tal es el sello del Espíritu que nos permite “gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.”

La fe del sacerdote, 6 de 7, Nueva Evangelizacion

[Retiro para el clero de la Arquidiócesis de Bucaramanga, basado en la enseñanza del apóstol San Pablo, para el Año de la Fe.]

Tema 6 de 7: Nueva Evangelización..

* Uno de los grandes desafíos cuando se trata de presentar el mensaje del Evangelio con renovado ardor es la cultura laicista radical, que no ve un espacio para la fe en la vida pública, y por consiguiente no reconoce a la Iglesia como interlocutora válida en la construcción del bien común de la sociedad.

* Esta mentalidad laicista tiene su origen en la concepción de la fe como un acontecimiento exclusivamente subjetivo, comparable en todo a los gustos y caprichos que cualquier persona puede tener. Creer en Dios es así comparado con ser aficionado a las carreras de caballos, o creer en dragones morados.

* La respuesta a la agresión laicista en parte es antropológica y teológica, a partir de la naturaleza misma del acto de creer y del ser de la Iglesia, pero en términos pastorales la respuesta más profunda es la evangelización, o mejor, la nueva evangelización.

* Más que discutir con quien desprecia la fe es útil esperar ese momento de gracia en que la persona descubre una necesidad honda, se descubre incapaz de responderla, y se pone en camino. Si sabemos “estar ahí” y ser respuesta viva de caridad estamos demostrando con los hechos que la fe tiene un lugar irreemplazable en los momentos más duros de la vida humana.

La fe del sacerdote, 5 de 7, Predicacion

[Retiro para el clero de la Arquidiócesis de Bucaramanga, basado en la enseñanza del apóstol San Pablo, para el Año de la Fe.]

Tema 5 de 7: Predicación. Texto base: Romanos 10,17.

* Es claro que a partir de una experiencia real del amor de Dios la vida cambia, pero ¿hay camino hacia esa experiencia?

* El camino es siempre el binomio propuesta-respuesta. Y la propuesta supone, de manera ordinaria, la narración de aquellos hechos en los que Dios ha manifestado su amor. Por eso san Pablo asegura que “la fe viene de la predicación.”

* De hecho, los movimientos eclesiales que conocemos hacen amplio uso de la predicación, ya se trate de los fines de semana de los Cursillos de Cristiandad, las catequesis del Camino Neocatecumenal, o el Seminario de Vida en el Espíritu de la Renovación carismática.

* No deberíamos separar la renovación de nuestra vida sacerdotal de la renovación que estos movimientos han traído a la Iglesia. Y aunque resulte más fácil criticar desde fuera o burlarse, más fecundo resulta valorar y conocer desde dentro.

Los triunfadores

A veces los triunfadores no son aquellos a los que todo el mundo aplaude y reconoce. No son los que construyeron grandes obras, dejaron constancia de su liderazgo o viajaron, en primera clase.

A veces los triunfadores no son los administradores geniales, ni los visionarios del futuro, o los grandes emprendedores. Por ello, tal vez no los reconoceríamos en medio de tanto pensador, filósofo o tecnólogo, que supuestamente conducen a este mundo por la senda del progreso.

A veces el triunfador no es el negociador internacional, o el hacedor de empresas de clase mundial o el deslumbrante estadista que asiste a reuniones cumbre. No es el que se afana por exportar mucho, sino el que todavía se importa a sí mismo. Porque el triunfador puede ser también el que calladamente lucha por la justicia, aunque no sea un gran orador o un brillante diplomático.

El triunfador puede ser igualmente el que venció la ambición desmedida y no fue seducido por la vanidad o el poder.

Es triunfador el que no obstante que no viajó mucho al extranjero, con frecuencia hizo travesías hacia el interior de sí mismo para dimensionar las posibilidades de su corazón. Es el que quizás nunca alzó soberbio su mano en el podium de los vencedores, pero triunfó calladamente en su familia y con sus amigos y los cercanos a su alma.

Es, quizá, el que nunca apareció en las páginas de los periódicos, pero sí en el diario de Dios; el que no recibió reconocimientos, pero siempre obtuvo el de los suyos; el que nunca escribió libros, pero sí cartas de amor a sus hijos y el que pensó en redimir a su país a través de la asfixiante aventura de su trabajo común y rutinario y aquel que prefirió la sombra, porque, finalmente, es tan importante como la luz.

A veces el triunfador no es el que tiene una esplendorosa oficina, ni una secretaria ejecutiva, ni posee tres maestrías; no hace planeación estratégica ni elabora reportes o evalúa proyectos, pero su vida tiene un sentido, hace planes con su familia, tiene tiempo para sus hijos y encuentra fascinante disfrutar de la hermosa danza de la vida.

A veces el triunfador no es el pasa a la historia, sino el que hace posible la historia; el que encuentra gratificante convencer y no sólo vencer y el que de una manera apacible y decidida lucha por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Es el que sabe que aunque sólo vivirá una vez, si lo hace con maestría, con una vez le bastará.

A veces el triunfador no tiene que ser el que construyó grandes andamiajes y estructuras administrativas, pero supo cómo construir un hogar; no es el que tiene un celular, pero platica con sus hijos, no tiene correo electrónico, pero conoce y saluda a sus vecinos, no ha ido al espacio exterior, pero es capaz de ir hacia su espacio interior y sin haber realizado grandes obras arquitectónicas, supo construirse a sí mismo y fue, como dice el poeta, el cómplice de su propio destino.

A veces el triunfador suele ser Teresa de Calcuta, o Francisco de Asís o Nelson Mandela, o tal vez la enfermera callada, el obrero sencillo y el campesino olvidado, porque como personas triunfaron sobre la apatía o el desencanto y con su esfuerzo cotidiano establecieron la diferencia.

A veces el triunfador puede ser el carpintero pobre de un lugar ignorado, o una mujer sencilla de pueblo o un niño humilde que nació en un pesebre, porque no había para él lugar en la posada…

Autor: Rubén Núñez.