Todo conocimiento implica una suerte de “poder” sobre lo conocido. ¿Qué es entonces hacer teología, dado que Dios es señor, soberano e inabarcable? ¿Es asunto de construir un armazón de ideas que producen conclusiones? ¿Es revisar textos que se consideran sagrados? ¿O será que es preferible solamente callar y adorar? Pero entonces, ¿qué sería evangelizar?
Tomás utiliza de modo muy preciso dos términos, subiectum y obiectum, para hacernos ver que el verdadero conocimiento teológico es viva y real aproximación a Dios, sobre la base de que el único y verdadero teólogo es Dios mismo.
Este capítulo pertenece al volumen 3 de la Suma Conversación.