Lo lógico y lo explicativo (parte 1)

FluidezHay muchas cosas que son lógicas pero que no son explicativas: creo que esta es una distinción muy útil para entender algunos aspectos de los debates sobre la teoría de la evolución, e incluso más, sobre el papel que suele asignarse a la ciencia en nuestros días. Básicamente, mi punto es que para que algo sea “lógico” basta con que tenga coherencia interna mientras que el carácter de “explicativo” conlleva un vínculo con lo realmente existente, con lo que de hecho ha existido o existe.

Un ejemplo ayuda a comprender la diferencia con una historia ficticia. Un tío mío es cuadrapléjico y vive acompañado solamente de su esposa. Suelo visitarlos los sábados por la tarde. Como me tienen mucha confianza me han dado una copia de las llaves de la casa, y es normal que llegue y entre por mis propios medios. Así lo hice el último sábado, y entonces descubrí para mi sorpresa que la cama de mi tío estaba arreglada, con sábanas limpias pero sin rastro de él. Hay muchos argumentos que resultan coherentes con este conjunto de hechos: es posible que mi tío haya muerto, o que hayan tenido que llevarlo a un hospital, o que al fin uno de sus hijos se haya resuelto a organizar un tiempo de vacaciones con él, o que le hayan cambiado de habitación por razones de ventilación o de luz solar, y aún otros argumentos podrían pensarse, hasta llegar a los casos límite de los secuestros de extraterrestres. La sola lógica no me permite encontrar qué es lo que realmente ha sucedido, es decir, no me permite elegir entre varias teorías en contienda. Necesito más hechos para poder descartar unas teorías y quedarme con otras.

En el ejemplo de mi tío cabe esperar que esos hechos estén relativamente a mano. Se supone que podré hablar con mi tía, o mirar si hay alguna nota en algún lugar de la casa, o en el peor caso, puedo llamar a la policia, que enviará de su gente para recabar más evidencia. Todo eso lo puedo hacer porque aquello que quiero explicar sucede en circunstancias espacio-temporales próximas a mí mismo. Sin embargo, hay muchos casos en que tales circunstancias son remotas y por tanto no puedo acceder fácilmente a nuevos hechos. Por ejemplo, a mí me parece lógica la presentación tradicional de cómo la vida surgió en el agua, se volvió anfibia y se adaptó luego a tierra firme, pero no tengo–nadie tiene–todas las piezas completas, y lo que uno qusiera, ver animales acuáticos que un día evolucionan y se vuelven terrestres, no va a suceder, no puede suceder, en el lapso limitadísimo de mi propia vida. No tengo evidencia directa, entonces ¿por qué creo en esa explicación? Porque me parece que se ajusta razonablemente bien a los hechos y evidencia disponibles. Lo cual implica que otros hechos podrían destruir esa explicación, cosa que de hecho sucede en la ciencia todo el tiempo. Pero, ¿aparte del surgimiento de nuevos hechos contradictorios, y aparte de incoherencias lógicas, hay alguna otra razón para dudar de la fuerza explicactiva de un argumento? Esa es la cuestión central de este escrito.

Hay por lo menos tres situaciones en las que parece sabio presumir que lo que suena lógico no es explicativo. Si uno puede usar el mismo tipo de razonamiento para “explicar” una cosa y la opuesta, lo más probable es que ninguna de las dos explicaciones sea válida. O como suele decirse: “Lo que explica todo, no explica nada.”

Otra situación que engendra sospecha es la del edificio sin cimiento. Es bien conocida la historia de la señora que decía que el mundo estaba sorportado por cuatro gigantescos elefantes parados sobre el lomo de una tortuga colosal. Interrogada sobre qué sostenía a esa tortuga, la señora respondió impasible que “otra tortuga.” Y a esa la sostiene otra, que se apoya sobre otra. Al final añadió: “Son tortugas y tortugas… hasta el fondo.” Por graciosa que parezca esta historia, tiene sus paralelos en la ciencia reciente, como veremos.

Una tercera situación que hace pensar que la lógica de alguien no está explicando lo que pretende es cuando uno ve incapacidad de autocrítica en un determinado discurso. Es algo más sutil y más discutible que los otros dos ejemplos, pero tiene una tremenda importancia para la sociedad. Cada vez que un grupo, institución o persona se presenta como incapaz de reconocer sus propios límites se está considerando ilimitado; y lo ilimitado no deja espacio para otros enfoques o perspectivas. Hoy suele utilizarse la expresión “fundamentalista” para referirse a esta postura intelectual, y casi siempre se la asocia con la religión, singularmente al religión musulmana, pero tal acusación anti-religiosa puede oscurecer el hecho de que todo cuerpo organizado de seres humanos puede pretender imponer su versión de las cosas, incluyendo, por supuesto, los equipos de redacción de las publicaciones científicas.

Son cinco, entonces, por lo menos, y en ningún caso sólo dos, las condiciones que un planteamiento ha de cumplir para ser considerado explicativo, esto es, conducente a la verdad o realidad de un fenómeno. Un modo útil de ver esas condiciones es en forma de preguntas, semjantes a las que un profesional debe hacer para evaluar la salud de alguien.

  1. ¿La explicación ofrecida es coherente, o se contradice?
  2. ¿Los hechos y al evidencia disponible concuerdan con lo que afirma o predice la explicación?
  3. ¿Es el caso que una misma explicación puede usarse para hechos contrarios?
  4. ¿Hay algún punto en que una pregunta relevante y fundamental recibe como única respuesta el azar, o algo parecido a: “así son las cosas”?
  5. ¿Quienes sostienen tal postura se muestran capaces de autocrítica y de recibir la crítica de otros también?

Sobre esta base podemos hacer algunas observaciones interesantes relacionadas con la teorías de la evolución, y algunas otras teorías de amplio predicamento en la actualidad.