Ejercicios sobre el perdón, 1

P. Jaime ForeroEl P. Jaime Forero, Terciario Capuchino, falleció no hace mucho después de dolorosa enfermedad, dejando tras de sí una estela de amables recuerdos por el don de su amistad, por sus servicios a su Comunidad Religiosa, y por su fecundo ministerio sacerdotal. Quiso él compilar una serie de reflexiones teórico-prácticas sobre esa área de la vida que a todos nos interesa porque todos necesitamos alguna vez en la vida: el perdón. Nos proponemos presentar aquí estos escritos suyos sobre la experiencia liberadora de perdonar, con la doble convicción de que serán de inmenso provecho para muchos de nuestros lectores y que el mismo P. Jaime acompañará con su bendición y su sonrisa el camino que todos hemos de recorrer para aprender del Corazón de Cristo cómo llevar vidas más sanas y libres, gracias al perdón. La importancia del tema nos mueve además a ceder nuestras ediciones de los días martes a esta causa, de modo que quienes coleccionan este boletín pueden iniciar desde hoy una serie que les va a servir en gran manera, lo mismo que a sus familias, grupos de oración y demás comunidades. ¡Bendiciones a todos!

INTRODUCCIÓN

El hombre fue creado para el amor y en vivirlo consiste su plenitud y su felicidad. Si no hubiese cometido el pecado no habría dejado de vivir el amor. Pero una vez le falló a Dios entró en su vida el desamor, el egoísmo y ya no sigue espontáneamente el camino del amor, sino el del egoísmo que trae una secuela de sentimientos negativos que le frustran en la vivencia del amor y le alejan del Señor y de los hermanos. La síntesis de esos sentimientos negativos se llama incapacidad para perdonar.

Iniciaremos nuestros Ejercicios hablando sobre el objetivo de nuestra vida, sobre el amor, para el cual fuimos creados y luego iremos reflexionando sobre una cantidad de sentimientos negativos, frustración del amor en el hombre, hasta llegar al perdón, la otra cara del amor.

En el tratamiento apropiado, oportuno de esos sentimientos negativos mediante la terapia del perdón estaremos despejando el camino que nos encausa nuevamente hacia el Señor por la autopista del amor, que se inicia recibiendo los ojos nuevos que nos regala el Señor para ver al hermano en forma distinta de como nos muestra nuestro yo. Desde ahí, encontraremos la solución a nuestros problemas relacionales alimentando sentimientos positivos, factores apropiados para llevar una vida equilibrada. La síntesis de todos esos sentimientos positivos es el perdón. Este será prácticamente nuestro tema. Aprenderemos a controlar nuestros sentimientos sabiendo cambiar nuestros pensamientos, empleando permanentemente la higiene mental, sumamente provechosa.

Esta higiene nos coloca en una atmósfera de amor y de perdón. Aprenderemos, en primer lugar, a ser conscientes de que los problemas por la falta de perdón no están fuera de nosotros. Pensar que están fuera de nosotros, en nuestros enemigos, en nuestros padres, en el conyuge, es engañarnos y mantenernos alejados de la solución. Sólo pensar que la causa está en nosotros, deshace la ira y la negatividad que hemos proyectado hacia los demás, pues admitimos que el problema está en nosotros, en nuestro interior, como dice el Señor: “Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre” (Mc 7,20-23)

Mirando hacia nuestro interior, reconoceremos nuestra parte de culpa en lo que queríamos ver como ajeno a nosotros. Aprendemos a admitir que perdonar es una decisión nuestra somos nosotros quienes tenemos que dar el primer paso para perdonar. Si nosotros mismos creamos el problema, somos nosotros mismos quienes tenemos que solucionarlo, desde el perdón. Cuántas personas se encuentran paralizadas por los odios, que no sólo contaminan sus cuerpos, sino también a la sociedad y se convierten en multiplicadores de violencia.

Y para poder perdonar es imprescindible una ayuda divina, el regalo del Espíritu Santo, que es Amor. El Espíritu Santo nos quita la culpabilidad y nos acerca al hermano de quien nos habíamos separado por la enemistad. Pedimos, por tanto, el don del ES. A Él tenemos que entregarle nuestro problema y pedirle que nos libere de él.

Necesariamente todo lo anterior requiere una gran dosis de humildad, pues el perdón requiere la humildad, como el orgullo es causa del odio y los demás sentimientos negativos. El anterior camino es el único camino milagroso que destruye en nosotros lo negativo, os equilibra y restablece en nosotros la felicidad.

Entre las diferentes personas que me han ayudado en mi trabajo para poder ayudar a ustedes y a mí mismo está un sacerdote psicoterapeuta que, también él tuvo muchas dificultades en perdonar, como las hemos tenido la mayoría de las personas. En uno de sus testimonios decía que él había estado luchando sin éxito más de tres años por sanar de una herida afectiva. Pensaba que la solución estaba en dar un perdón de tipo puramente voluntario. Pero no era así; y no conseguía encontrar la paz interior que buscaba. Me di cuenta, dice, hasta qué punto era novato en el arte de perdonar, a pesar de mi formación religiosa, filosófica, teológica y pastoral.