Ejercicios sobre el perdón, 2

Los ojos mágicos

MiradaLes invito a iniciar nuestra reflexión sobre el perdón, partiendo de un hecho que puede iluminar a muchos y de pronto desbloquear los propios sentimientos. A veces es tanto el trabajo y son tantos los problemas familiares que no nos damos cuenta de la urgencia de dedicar tiempo al Señor para que cure nuestro interior y nos ayude, también, a curar ciertas enfermedades corporales. Al reflexionar sobre el hecho que les propongo puede darse una liberación progresiva, pues este nos puede ayudar a descubrir y aceptar algunos sentimientos reprimidos. Ha habido personas que sólo con dar el perdón a sus familiares por sus numerosas ausencias y su casi total desinterés por ellos, empezaron a cicatrizar sus úlceras y a curar otras enfermedades. Ahí les entrego el hecho.

En un pueblito tranquilo, se alzaba una granja, habitada por su propietario, panadero y su esposa. Alfredo, que así podemos llamar al panadero, es un hombre alto, delgado, íntegro, honesto, orgulloso, poco hablador. La gente le respeta y le teme. Cuando habla es para pronunciar sentencias sobre el valor del trabajo o la seriedad de la vida. Su mujer, Adela, es una mujer pequeña y gorda, sus brazos redondos como su vientre y sus caderas, y siempre tiene una sonrisa acogedora y una palabra afable. La gente disfruta de su compañía. Ella respeta a su virtuoso esposo, pero sufre en silencio por su marido tan parco en palabras y caricias para con ella. Su corazón anhela de él algo más que su valiosa rectitud. Lamenta en el alma haberse casado con este “gran trabajador”, admiración de su difunto padre. Es verdad que con Alfredo vive bien y él le es fiel; pero, vive tan absorto por su trabajo, que no le queda tiempo para la intimidad y el placer con su esposa.

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