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Te

ngo una gran esperanza en todo lo que significa el pesebre: ese abandono que padeció Cristo y la sencillez y amor infinitos con que asumió todo sin echar nada en cara a nadie. Yo leo y leo los evangelios y veo que nuestro Divino Redentor nunca recriminó nada, como si él se mereciera todo lo que le pasó.

Y si es verdad que María guardaba todo en su corazón, Dios Santo: ¡cuántos tesoros tendrá el Corazón de Cristo, que vio todo, sintió todo, escuchó todo, y todo supo iluminarlo, entenderlo, perdonarlo!

El Niño del Portal, el Niño de nuestras esperanzas, el Niño de nuestras canciones, el Niño de nuestros dolores… todo mira hacia ese Niño, que fue recibido con un diluvio de indiferencia y de odio, y fue despedido con una lluvia de azotes y de insultos.

Pero ese Niño es nuestro Niño, es el que nos conoce bien por dentro y que ha dejado en sus llagas lindas, y en sus lágrimas lindas toda la poesía del amor que Dios nos tiene.

Fr. Nelson Medina, O.P.

Mi Cristo Roto

A mi Cristo roto, lo encontré en Sevilla. Dentro del arte me subyuga el tema de Cristo en la cruz. Se llevan mi preferencia los cristos barrocos
españoles. La última vez, fui de compras en compañía de un buen amigo mío.

Al Cristo, ¡Qué elección! Se le puede encontrar entre tuercas y clavos, chatarra oxidada, ropa vieja, zapatos, libros, muñecas rotas o litografías románticas. La cosa, es saber buscarlo. Porque Cristo anda y está entre
todas las cosas de éste revuelto e inverosímil rastro (bazar) que es la Vida.

Pero aquella mañana nos aventuramos por la casa del artista, es más fácil encontrar ahí al Cristo, ¡Pero mucho más caro!, es zona ya de anticuarios.
Es el Cristo con impuesto de lujo, el Cristo que han encarecido los turistas, porque desde que se intensificó el turismo, también Cristo es más caro. Visitamos únicamente dos o tres tiendas y andábamos por la tercera o cuarta.

– Ehhmm ¿Quiere algo padre?
– Dar una vuelta nada más por la tienda, mirar, ver.

¡De pronto! frente a mí, acostado sobre una mesa, vi un Cristo sin cruz, iba a lanzarme sobre él, pero frené mis ímpetus. Miré al Cristo de reojo, me conquistó desde el primer instante. Claro que no era precisamente lo que yo buscaba, era un Cristo roto. Pero esta misma circunstancia, me encadenó a él, no sé por qué. Fingí interés primero por los objetos que me rodeaban hasta que mis manos se apoderaron del Cristo, ¡Dominé mis dedos para no acariciarlo! No me habían engañado los ojos! ¡No!. Debió ser un Cristo muy bello, era un impresionante despojo mutilado. Por supuesto, no tenía cruz, le faltaba media pierna, un brazo entero, y aunque conservaba la cabeza, había perdido la cara.

Se acercó el anticuario, tomó el Cristo roto en sus manos y…
-¡Ohhh, es una magnífica pieza, se ve que tiene usted gusto padre, fíjese que espléndida talla, qué buena factura!
– ¡Pero! está tan rota, tan mutilada!
– No tiene importancia padre, aquí al lado hay un magnífico restaurador amigo mío y se lo va a dejar a usted, ¡Nuevo!

Volvió a ponderarlo, a alabarlo, lo acariciaba entre sus manos; pero no acariciaba al Cristo, acariciaba la mercancía que se le iba a convertir en
dinero.

Insistí; dudó, hizo una pausa, miró por última vez al Cristo fingiendo que le costaba separarse de él y me lo alargó en un arranque de generosidad ficticia, diciéndome resignado y dolorido:
– Tenga padre, lléveselo, por ser para usted y conste que no gano nada 3000 pesetas nada más, ¡Se lleva usted una joya!.

El vendedor exaltaba las cualidades para mantener el precio. Yo, sacerdote, le mermaba méritos para rebajarlo. Me estremecí de pronto. ¡Disputábamos el precio de Cristo, como si fuera una simple mercancía!. ¡Y me acordé de Judas! ¿No era aquella también una compraventa de Cristo?

¡Pero cuántas veces vendemos y compramos a Cristo, no de madera, de carne, y en él a nuestros prójimos! Nuestra vida es muchas veces una compraventa de cristos.

¡Bien! cedimos los dos, lo rebajó a 800 pesetas. Antes de despedirme, le pregunté si sabía la procedencia del Cristo y la razón de aquellas terribles mutilaciones. En información vaga e incompleta me dijo que creía procedía de la sierra de Arasena, y que las mutilaciones se debían a una profanación en tiempo de guerra.

Apreté a mi Cristo con cariño, y salí con él a la calle. Al fin, ya de noche, cerré la puerta de mi habitación y me encontré sólo, cara a cara con mi Cristo. Que ensangrentado despojo mutilado, viéndolo así me decidí a preguntarle:

– Cristo, ¿Quién fue el que se atrevió contigo?! ¿No le temblaron las manos cuando astilló las tuyas arrancándote de la cruz?! ¿Vive todavía? ¿Dónde?
¿Qué haría hoy si te viera en mis manos? ¿Se arrepintió?
– ¡CÁLLATE! Me cortó una voz tajante.
-¡CÁLLATE, preguntas demasiado! ¿Crees que tengo un corazón tan pequeño y mezquino como el tuyo?! ¡CÁLLATE! No me preguntes ni pienses más en el que me mutiló, déjalo, ¿Qué sabes tú? ¡Respétalo!, yo ya lo perdoné. Yo me olvidé instantáneamente y para siempre de sus pecados. Cuando un hombre se arrepiente, Yo perdono de una vez, no por mezquinas entregas como vosotros. ¡Cállate! ¿Por qué ante mis miembros rotos, no se te ocurre recordar a seres que ofenden, hieren, explotan y mutilan a sus hermanos los hombres?. ¿Qué es mayor pecado? Mutilar una imagen de madera o mutilar una imagen mía viva, de carne, en la que palpito Yo por la gracia del bautismo. ¡Ohh hipócritas! Os rasgáis las vestiduras ante el recuerdo del que mutiló mi imagen de madera, mientras le estrecháis la mano o le rendís honores al que mutila física o moralmente a los cristos vivos que son sus hermanos.

Yo contesté:
– No puedo verte así, destrozado, aunque el restaurador me cobre lo que
quiera ¡Todo te lo mereces! Me duele verte así. Mañana mismo te llevaré al taller. ¿Verdad que apruebas mi plan? ¿Verdad que te gusta?
– ¡NO, NO ME GUSTA! Contestó el Cristo, seca y duramente.
– ¡ERES IGUAL QUE TODOS Y HABLAS DEMASIADO!

Hubo una pausa de silencio. Una orden, tajante como un rayo, vino a decapitar el silencio angustioso.
– ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHÍBO! ¿LO OYES?!
– Si Señor, te lo prometo, no te restauraré.
– Gracias. Me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza.
-¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado?
¿No comprendes que me duele?

– Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, rotos y sufrientes.
Hay muchos cristianos que tranquilizan su conciencia besando un Cristo bello, obra de arte, mientras ofenden al pequeño Cristo de carne, que es su hermano. Esos besos me repugnan, me dan asco!, Los tolero forzado en mis pies de imagen tallada en madera, pero me hieren el corazón. ¡Tenéis demasiados cristos bellos! Demasiadas obras de arte de mi imagen crucificada. Y estáis en peligro de quedaros en la obra de arte. Un Cristo bello, puede ser un peligroso refugio donde esconderse en la huida del dolor ajeno, tranquilizando al mismo tiempo la conciencia, en un falso cristianismo.

Por eso ¡Debieran tener más cristos rotos, uno a la entrada de cada templo, que gritara siempre con sus miembros partidos y su cara sin forma, el dolor y la tragedia de mi segunda pasión, en mis hermanos los hombres! Por eso te lo suplico, no me restaures, déjame roto junto a ti, aunque amargue un poco tu vida.

– Si Señor, te lo prometo. Contesté.

Y un beso sobre su único pie astillado, fue la firma de mi promesa. Desde hoy viviré con un Cristo roto.

Mensaje de Navidad

Dicen que por la Navidad todos nos ponemos blanditos. El niño o la niña que llevamos dentro sale a flote, y de repente nos sentimos capaces de soñar, de recordar, de estremecernos de alegría o de dejarnos invadir por la ternura.

Tal vez no soportaríamos dos Navidades en un año; pero no soportaríamos tampoco un año sin Navidad.

¡Cuánta falta nos hace volver al pesebre y sonreír maravillados ante el milagro del amor que se esconde entre pajas y se abriga entre los pliegues del manto de María! Del pesebre aprendemos que tal vez las grandes respuestas sean más sencillas que nuestras grandes preguntas. Quizá lo hemos complicado todo sin verdadera necesidad.

Las cosas se complican no cuando amamos sino cuando creemos que tenemos que buscar razones para no amar. ¿Has visto que frase tan larga y tan fea: “creemos que tenemos que buscar razones”…? Es una frase complicada, fatidiosa, esterilizante. Y así son nuestras disculpas: nos complican, nos fastidian y nos esterilizan.

El Niño del Pesebre es el niño sin disculpas. Es el amor que ya no pide más permisos sino que de improviso se lanza a una aventura de vértigo. Y desde Belén hasta el Calvario, este Niño, que no supo dejar de amar, dibujó sobre la faz de la tierra el rostro de un Amor capaz de rescatar a las víctimas del pecado y de la muerte.

La dulce simplicidad del pesebre nos enamora. Este bebito a todos acoge, a nadie rechaza. Es el Dios Amable. Su casa, aunque es pequeña, tiene espacio para todos. No hay grandes pinturas, salvo el rostro extasiado de María, ni hermosas esculturas, salvo la perfecta adoración de San José.

En esta humilde casa no hay música de orquestas, aunque sí unos cuantos coros de ángeles. No hay mucha elocuencia de palabras, porque la Palabra Encarnada a veces calla y duerme, a veces llora y canta.

Belén, ¡bendito milagro! Me transportas a tu misterio, me envuelves con tu melodía, me sacias con tu dulzura.

9. La Felicidad De Jesucristo

9.1. Piensa que tu alma no tiene fronteras. Eres infinito hacia adentro, y, como ya te dije alguna vez, mi tarea es guiarte hacia adentro, porque esa es la dirección del infinito. Aquellos primeros padres de la raza humana, Adán y Eva, fueron llamados por Dios hacia el infinito del amor y del conocimiento. En vosotros, que sois sus hijos, está ese impulso que os hace buscar el conocimiento más allá de la utilidad, y el amor más allá del placer.

9.2. Pero en el estado en que quedó la humanidad cuando Dios quiso que la muerte fuera remedio a la rebeldía del pecado, el modo de felicidad del puro conocer y más disfrutar, modo que de suyo es infinito, se ve truncado por la muerte y por sus señas en la vida, que son la enfermedad y la vejez, pero también el cansancio, el tedio y el absurdo. Por eso muchos piensan que la felicidad no es posible ya para la raza humana, porque sólo admiten aquella felicidad que quedó frustrada después de la obra del pecado.
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Máximas del Padre Pío

La presencia de Jesús en el corazón:

Confieso que para mí es una gran desgracia no saber expresar y explicar este volcán eternamente encendido que me quema y que Jesús hizo nacer en este corazón tan pequeño.¡Bendigo a Dios, que por su gracia, otorga santos sentimientos!

Todo lo podría resumir así: me siento devorado por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi mente, y lo llevó impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza o mas bien el rigor de su justicia…¿Cómo es posible ver a Dios entristecerse por el mal y no entristecerse también uno?

Conocimiento y amor

Las cosas humanas necesitan ser conocidas para ser amadas; las divinas necesitan ser amadas para ser conocidas

Santa Misa:

Sería más fácil que la tierra se rigiera sin el sol, que sin la santa Misa.

María Santísima

Si no hubiera Fe los hombres te llamarían diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol, eres hermosa, Madre, me glorío, ¡Te quiero!

Oye, Madre, yo te quiero más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo;… después de Jesús, es claro; te quiero tanto. Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Seamos inmensamente gratos a la Virgen. ¡Ella nos dio a Jesús!

Oración

Solo quiero ser un fraile que reza… Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración…

La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón…

El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón. En los libros se busca a Dios, en la oración se lo encuentra.

Crecimiento

Para crecer, necesitamos del pan básico: la cruz, la humillación, las pruebas y las negaciones.

Crítica

No tolero la crítica y la habladuría sobre los hermanos. Es cierto que a veces me divierte aguijonearlos, pero la murmuración me da náuseas. Tenemos tantos defectos que criticarnos a nosotros mismos ¿Por qué perder tiempo en lo de los hermanos?

Enemigos

Jamás pasó por mi mente la idea de una venganza. Recé por los detractores y rezo por ellos. Quizá alguna vez le dije al Señor: Señor, si para convertirlos es necesario algún fustazo, hazlo, con tal que se salven.

Humildad

Si necesitamos paciencia para tolerar las miserias ajenas, más aún debemos soportarnos a nosotros mismos.
En tus diarias infidelidades, humíllate, humíllate, humíllate siempre. Cuando el Señor te vea humillado hasta el suelo, te tenderá su mano. Él mismo pensará en atraerte hacia Él.
Has construido mal; destruye y reconstruye bien.

Pruebas

Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre.

Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡ Espera!… la calma volverá.

Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma.

Pobres

En todo pobre está Jesús agonizante; en todo enfermo está Jesús sufriente; en todo enfermo pobre está Jesús dos veces presente

Sufrimiento

Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla.

¿Por qué?

Lo importante es caminar con sencillez ante el Señor. No pidas cuenta a Dios, ni le digas jamás: ¿Por qué? Aunque te haga pasar por el desierto; Una sola cosa es necesaria: Estar cerca de Jesús. Si nos cita en la noche no rehusemos las tinieblas.

Amor y sus hijos espirituales

La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden.
La caridad es la medida con la que el Señor nos juzgará a todos.
La humildad y la caridad van de la mano. La primera glorifica, la otra santifica.

Amo a mis hijos espirituales tanto como a mi alma y aun más.

Al final de los tiempos me pondré en la puerta del paraíso y no entraré hasta que no haya entrado el último de mis hijos.

La escalera al cielo

Donde no hay obediencia, no hay virtud. Donde no hay virtud no hay bien. Donde no hay bien no hay amor y donde no hay amor no está Dios; si no está Dios no se va al paraíso. Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae.

María, Modelo Eucarístico

Vivir la misa en actitud mariana constituye para las familias jóvenes la catequesis mariana más bella y mejor lograda. Efectivamente, se dan cuenta de que una fuerte experiencia eucarística tiene necesidad de la presencia discreta, pero obligada, de María; más aún, tiene necesidad de que cada cristiano pase a través de todas las fases del misterio mariano asumiendo la actitud mariana típicamente femenina como constitutivo normal de su “situarse frente a Dios” para dar gracias. Solamente la persona pobre, abierta a Dios, dispuesta a las llamadas del Espíritu, puede hacerse capaz de manifestar a Dios su agradecimiento, es decir, de hacer eucaristía. En una sociedad como la actual, en la que cuenta más el que más puede, el que es más fuerte, el que es más rico, queda poco espacio para una celebración eucarística vivida, a no ser que aceptemos dirigirnos a la parte más pobre de nuestro ser, la cual, por tener capacidad receptiva, es capaz de ponerse en una actitud de paciente espera. Y esta parte, en cada uno de nosotros, es la parte femenina de nuestro ser, es la parte mariana.

María de Nazaret se convierte en el símbolo de esta serena pobreza que aguarda y al propio tiempo se hace profecía cumplida de la misma. En efecto, María es quien, siendo libre y liberada, sabe dar gracias, sabe ser eucarística, sabe cantar al único Poderoso a quien ella acepta como Señor de su vida y de la historia entera. Toda actitud mariana que llegue a repetirse en el cristiano, así como toda fiesta mariana que la proponga de nuevo como punto de referencia pueden llegar a ser uno de esos signos-memoriales tan subrayados y tan preciosos en la historia del pueblo de Dios, tanto del AT como del NT.

Los diversos momentos históricos que vieron a esta mujer envuelta en la dinámica del nuevo éxodo, del Sinaí de la nueva alianza, en la respuesta coral del amén a Dios que la salvó a ella y a su pueblo, se convierten en elementos concretos que nos señalan hoy a nosotros las actitudes que hemos de asumir, tanto dentro de la convocatoria dominical como sobre todo, dentro de nuestro caminar por el destierro que nos ve operantes durante la marcha a lo largo de la semana. Todo esto se convierte en una respuesta consciente al mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía”, y al mismo tiempo se hace respuesta obediente al consejo de María: “Haced cuanto él os diga”. En términos concretos todo esto significa: “Entrad en la lógica del morir por los hermanos”, puesto que “sólo el que pierda su vida la encontrará”.

La praxis semanal tiene aquí su explicación y su justificación y no podrá menos, por consiguiente, de ser intensa hasta el punto de transformar la realidad del mundo en realidad de Dios. La eucaristía vivida con esta intensidad crea hombres peligrosos, decididos a todo, por la conquista de la verdadera libertad: una libertad cantada, compartida, vivida, lo mismo que sucedió en María, la mujer que nunca se rindió sino que aguardó, en el don del Espíritu, la esperanza bienaventurada.

Una vida eucarística vivida con una actitud mariana no sólo enuncia los misterios del rosario, sino que los transforma en momentos de vida recogida dentro de los dos grandes momentos significativos del “He aquí la esclava del Señor” y de la presencia en medio de los amigos de Jesús, mientras esperaban el Espíritu. En este largo periodo de espera hay espacio suficiente para “conservar la palabra en el propio corazón” (Lc 2,19.51) y para hacer de ella una profunda exégesis, interpretándola a la luz de los acontecimientos, en los que Dios sigue realizando sus maravillas. Y entre un domingo y otro hay espacio suficiente para marchar a toda prisa y llevar la gracia del Verbo a los hermanos que esperan “al otro lado de los montes de Judea”, acompañando a la Virgen de la Visitación.

Los Caminos de Dios

Todos los medios de comunicación están pendientes de la decisión que tomará el senado romano en estos días. El emperador reunido con sus más cercanos asesores está evaluando la conveniencia de las leyes promulgadas. El mundo está expectante, todos miran a Roma; se han hecho presentes los más importantes y destacados medios de prensa del orbe entero.

Ciertamente, si congeláramos esta escena, que ha intentado recrear la atención del mundo para con la capital del imperio, y entrando en ella, le preguntáramos a un hombre cualquiera de ese tiempo, ¿dónde se está gestando el futuro de la humanidad? Y ¿quién lo está decidiendo? Nuestra pregunta suscitaría en él, un asombro similar al que experimentaron los discípulos camino de Emaús ante la demanda de Jesús, “¿qué ha ocurrido?” La respuesta claramente apuntaría hacia el Imperio Romano: allí se están resolviendo los destinos de la humanidad. Allí esta el poder que regirá al mundo. Los destinos de todos los hombres están en las manos del emperador romano y su senado que bosqueja cómo disponer del mundo según su proyecto.

Al mismo tiempo, en una parte alejada de ese mismo imperio, dos mujeres se encuentran en uno de los tantos pueblitos polvorientos de Israel. Una, llamada María; la otra, su prima Isabel. Las dos llevan en sus vientres a dos personajes de la historia grande: Isabel, a Juan Bautista; María, a Jesús. La lectura de la realidad aparece harto distinta para quien se coloque desde esta perspectiva. El mundo no ha quedado en manos del azar, no depende en su destino último de la prepotencia de quien ejerce el poder arbitrariamente. No está bajo la amenaza del capricho; no es un hijo abandonado de un padre prófugo. El Creador “no olvida la obra de sus manos.” Y en virtud de su Amor, cumple plenamente con la promesa que había realizado desde el momento de la caída del hombre en el paraíso.

Dios está confundiendo los proyectos de los fuertes con la disponibilidad y el amor de los débiles. Dos mujeres a la vera del camino son las portadoras de los destinos de la humanidad de todos los tiempos. En sus conversaciones sencillas, Dios está tejiendo la historia de la salvación. Su acción está en medio de ellas, se torna palpable, es motivo de gozo para el niño que lleva en el vientre Isabel. Ante la “Madre del Señor”, Juan Bautista salta de gozo. Así como David viene danzando delante del Arca de la presencia que vuelve a estar en medio de su Pueblo, Juan Bautista salta de gozo delante del Arca de la Nueva y Eterna Alianza que deposita al Señor Dios en medio de su Pueblo. María es saludada por ser la portadora, como el Arca, de la presencia de Dios, para convertirse en el primer sagrario, que custodia con la valentía de la fe, el proyecto de Dios que se está realizando.

¿Quiénes son los débiles desde la perspectiva del mundo? María, José, Isabel, Zacarías, Juan Bautista, los pastores fieles, Ana, Simeón; eran llamados despectivamente “anawin”, es decir, los pobres del Señor. Para vivir confiadamente, es necesario pedir la gracia de la mirada de estos “limpios de corazón”: ¡así es como se ve a Dios y su proyecto!

“No tengan miedo” nos dice el Señor, y hoy nos lo recuerda Juan Pablo II. “Dios está con nosotros” cumpliendo su proyecto según su promesa. Si el futuro se abre lleno de incertidumbres busquemos purificar nuestro corazón para mirar desde la esperanza: ¡desde los ojos de Dios!

Diác. Jorge Novoa

Lo Más Bello

Pienso que lo más bello que puede salir de labios humanos es bendecir.

Es extender sobre los demás el cobijo de buen corazón que Dios nos ha dado.

Es acoger en regazo grande la suma de las miserias que empañan los días de los hombres.

Es dar el pan de la dulzura al alma hambrienta que aún tiene que seguir de camino.

Es recoger la bondad escondida y levantarla un poco hacia su Autor.

Es dar parte de victoria y reclamar para Dios lo que sólo a Él pertenece.

Es acostumbrarnos al lenguaje del cielo, estando aún en la tierra.

Te bendigo en el Nombre de Jesucristo, y bendigo a cada persona que lea estas palabras.

Fr. Nelson Medina

Lunes de Federico (4)

[Capítulo anterior]

La cuestión de la autocrítica

La Iglesia es a la vez majestuosa y servidora, y nuestros dos interlocutores han ido descubriendo la racionalidad de estos dos enfoques. Pero ¿qué decir de la capacidad de examinarse a sí misma la Iglesia?

–El problema, para mí, es que esa visión permite poca autocrítica. Si la Iglesia tuviera siempre santos y celosos pastores, humildes y llenos de celo apostólico, no habría problema en que se vistieran como quisieran. Pero la Iglesia es humana también, Fidelio, y no podemos meterla en una burbuja intocable de espiritualidad solamente para sustraerla de la crítica. Es algo así como: “A la Iglesia sólo la puede examinar la Iglesia.” Yo veo un riesgo de totalitarismo ahí, y creo que la Historia me da la razón.

–Depende de qué historiador consultes. Mi propia opinión es que no ha sido la crítica “exterior” la que ha traído los verdaderos bienes a la Iglesia. Nadie puede mirarla de modo completamente desinteresado. Si crees en Cristo, si crees en Cristo hasta el fondo, sólo la puedes considerar tu Casa, tu Fuente Nutricia, tu Madre y Maestra. Si no crees en Cristo sólo la puedes mirar como una amenaza, porque de Cristo viene la enseñanza que nos impide idolatrar cualquier forma de poder, de riqueza o de conocimiento. Así que es un sofisma eso de que uno puede tener una mirada “externa” sobre la Iglesia. O la amas, hasta dar tu vida por Ella, o la detestas y tratas de recluirla en la sacristía o el campo de concentración. Yo por mi parte, tengo muy clara mi opción: quiero a mi Iglesia y no me avergüenzo de mostrar que la quiero.

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Pan para el camino de Cuaresma

Para nosotros los migrantes creyentes del Siglo XXI, que hemos salido de nuestro país a otros continentes, a otras culturas, que estamos “de camino”, la Sagrada Escritura es el mejor tesoro que podemos llevar con nosotros en nuestro Exodo. Ignorarla es ignorar a Jesucristo y conocerla es poderlo conocer a El. En cada página sagrada Dios Padre viene a nuestro encuentro y se goza dándonos a conocer el misterio de su hijo, y a su vez el Hijo nos va revelando el misterio de su Padre. La palabra de Dios es semejante a la luz que va orientando nuestros pasos:“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Salmo 119; o es también esa espada que nos hace vencedores en las luchas: “Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo.” Efesios 6:17; o es ese alimento espiritual que produce exquisito deleite: “Cuando me hablaba, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso.” Jeremías 15,16.

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¿De veras se volverán budistas?

El típico hombre de nuestra cultura vive en el círculo de producir y consumir. Ahora descubre que puede también hacerse terapia y también meditar. Pero, ¿estamos ante una oleada de conversiones al budismo o ante un episodio más del omnipresente mercado?

Escucha este programa aquí.

Se acerca su aniversario: 2 de abril.

Juan Pablo II

Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.

Con aprobación eclesiástica