8. Te Daré Alegría

8.1. Tú sabes que el saludo de Gabriel a la Virgen María puede traducirse por una invitación a la alegría: “¡Alégrate, Llena de Gracia…!” (Lc 1,28), soléis leer en aquel pasaje del Evangelio. Esa invitación no es sólo para ese momento. Ya ves cómo te he invitado muchas veces a que abras paso a la alegría en tu vida. Y es que la alegría es el fruto natural del espíritu que está unido a su Dios. En efecto, ¿de dónde proviene el gozo, sino de la presencia del bien deseado y amado? ¿Cómo entonces privarse de gozo cuando se conoce el amor de Dios?

8.2. Dios es Fuente de Vida, es Principio de Fortaleza, es Manantial de Sabiduría, y no cabe que cese de ser alguna de estas cosas. En el mismo sentido, no cabe pensar que su bondad se detenga y por lo tanto no hay razón válida para que se ponga un límite a la alegría. La única tristeza profunda sería que Dios dejara de ser Dios, pero esto es imposible, en donde ves que para las creaturas racionales la tristeza sólo existe en cuanto accidente, fruto de una circunstancia de pérdida del Bien Supremo.
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