Mi promesa sobre Colombia

Prometo solemnemente que escribiré algo más extenso de reflexiones sobre Colombia. Tómese lo que aquí escribo simplemente como un aperitivo que nace de una circunstancia muy concreta: la revista SEMANA, la de mayor circulación en mi país, presentó un artículo de los 40 colombianos de menos de 40 años que, según criterio de esa redacción, tendrán gran relevancia para el futuro del país. Como SEMANA tiene espacio para los comentarios y críticas de los lectores, estos no se hicieron esperar. Mi impresión es que en general la gente quedó descontenta, y es interesante y revelador averiguar qué no les gustó.

1. Una crítica es que la lista se centra en política, economía y un poco del mundo del arte, dejando por fuera la ciencia, la religión, la milicia, los sindicatos, el magisterio. Parece claro que para SEMANA el futuro lo determinan quienes tienen dinero y poder; cosa que se puede argumentar, ciertamente, pero que en sí misma es reveladora.

2. Otra crítica acusa de nepotismo a esa lista, vale decir: repetición de los apellidos tradicionales: Santodomingo, Laserna, Eastman, Samper. Muchos lectores sienten que, más que méritos personales, lo que hay es un grupo de muchachos (y muchachas) a los que la vida les ha sonreído con mucho dinero y muchas oportunidades de prepararse (postgrados en el exterior, por ejemplo). Se puede contraargumentar: el objetivo del artículo no es decir qué sería lo deseable sino qué es lo que va a pasar, y lo que va a pasar es que serán esos herederos de las castas políticas y económicas quienes determinarán muchas cosas del futuro de Colombia. De nuevo, y si esto es así, tenemos un elemento muy revelador.

3. La tercera crítica, en la misma línea del elitismo, apunta a los nombres de las instituciones educativas de estos maravillosos colombianos jóvenes. Por todas partes se repite “Universidad de los Andes” y “Universidad Javeriana.” Hay resentimiento y dardos de parte de quienes vienen de la universidad pública o quienes desean que se reconozca los bienes inmensos que han traído muchos de los que fueron formados en el sistema público. Pienso que hay plena razón en quienes ofrecen ese reparo al artículo.

Bueno, queda servido el aperitivo. Si Dios me da la vida, espero no demorarme mucho en compartirles algunas reflexiones sobre esta Colombia querida.