Deber de los catolicos doctos

23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseñanzas; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas Liturgias.

Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma que el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el amor de Dios.

El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a los estudios bíblicos, para que la obra felizmente comenzada, renovando constantemente las fuerzas, la sigan realizando con todo celo, según el sentir de la Iglesia.

[Constitución Dei Verbum, n. 23, del Concilio Vaticano II]

Invitacion a la Pneumatologia (7 de 18)

Invitación a la Pneumatología: Curso dado por Fray Nelson Medina a los frailes estudiantes de teología del Studium Generale de los Dominicos de Colombia en el primer semestre de 2010. Sesión 7: Temas de Teología Bíblica relacionados con el Espíritu Santo – 2a. Parte. Ver guía completa más abajo.

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Invitacion a la Pneumatologia (6 de 18)

Invitación a la Pneumatología: Curso dado por Fray Nelson Medina a los frailes estudiantes de teología del Studium Generale de los Dominicos de Colombia en el primer semestre de 2010. Sesión 6: Temas de Teología Bíblica relacionados con el Espíritu Santo – 1a. Parte. Ver guía completa más abajo.

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Que es la teologia? Cuales son sus tareas propias?

«Para definir la identidad misma y, por consiguiente, realizar la misión propia de la teología, es fundamental reconocer su íntimo y vivo nexo con la Iglesia, su misterio, su vida y misión: “La teología es ciencia eclesial, porque crece en la Iglesia y actúa en la Iglesia… Está al servicio de la Iglesia y por lo tanto debe sentirse dinámicamente inserta en la misión de la Iglesia, especialmente en su misión profética” (Alocución a los profesores y estudiantes de la Pontificia Universidad Gregoriana (15 diciembre 1979), 6: Insegnamenti II, 2 (1979), 1424). Por su naturaleza y dinamismo, la teología auténtica sólo puede florecer y desarrollarse mediante una convencida y responsable participación y ‘pertenencia’ a la Iglesia, como “comunidad de fe”, de la misma manera que el fruto de la investigación y la profundización teológica vuelve a esta misma Iglesia y a su vida de fe.» (Veritatis splendor 109c)

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Neuroteologia?

Hola Fray Nelson:

Espero se encuentre muy bien. Si no es abusar de su tiempo y sus ocupaciones, ¿sería posible sacarme de una duda?

La semana pasada se llevó a cabo en la Universidad un Congreso de Neurociencia al que invitaron y condecoraron a eminentes médicos javerianos, como Rodolfo Llinás entre otros. Cuando enciendo mi computador e ingreso a Internet, siempre aparecen de inmediato la página de la Javeriana y su página también.

El congreso lo estaban transmitiendo en vivo y en directo, e ingresé preciso cuando un médico estaba terminando su conferencia, los últimos diez minutos. Él leía en ese momento apartes de experiencias místicas de Santa Teresa, supongo que se trataba de Santa Teresa de Ávila.

Ella describía las visiones experimentadas en sus éxtasis: cómo viendo una luz a su izquierda, aparecía un Ángel, etc., y el médico explicaba, que eso coincidía, entonces, con lo que produce un tipo de epilepsia, con algo originado en el lóbulo temporal derecho.

Luego se refirió a la neuroteología, y terminó diciendo que en todo caso había mucho respeto hacia quienes estudiaban Santos y Beatos, hacia la Iglesia Católica.

Lo que alcancé a captar, o el mensaje que me llegó, fue que prácticamente todo en lo que uno cree es simple producto del cerebro. Es decir, como si toda experiencia sobrenatural, o Dios mismo, fueran creados por el cerebro, y peor aún, por una enfermedad del cerebro.

Esto me dio como dolor y tristeza. Porque, además, buscando en Internet, encuentra uno que Juana de Arco, Catalina de Siena, la otra Teresita, también sufrían de esa epilepsia, o de algún otro problema en el cerebro. Entonces, San Pablo debe ser el más enfermo, según esos estudios, y conclusión: “los santos fueron o son una partida de gente desquiciada”.

Incluso hablan de alucinaciones olfativas, el olor a rosas etc., como producto de ese tipo de enfermedades, y todo con explicación científica. ¿Cómo se explicaría científicamente la aparición a veces en la oración de las escarchas, por ejemplo?

Concretamente, pregunto: ¿Qué se podría entender por “neuroteología”? ¿Qué opina usted de todo ello, Fray Nelson? ¿Qué opina la Iglesia Católica?

Gracias, Fray. Un saludo. – MM.

* * *

Tu pregunta es muy importante y merece una respuesta con cierto nivel de detalle, así que pido un poco de tu tiempo porque también necesitaremos ser bastante precisos en algunos términos.

El cerebro humano está constituido por millones de millones de neuronas, cada una de las cuales es una célula que puede conectarse con otras de su clase a través de sinapsis. Precisamente estos trillones de conexiones son los que le dan al cerebro sus principales cualidades: flexibilidad, complejidad, adaptabilidad.

Los seres humanos percibimos el mundo exterior a través de nuestros órganos de los sentidos, los cuales envían información al cerebro. Es aquí donde las cosas empiezan a ser realmente complejas. La más elemental de las percepciones sensoriales implica un alud de pequeños impulsos eléctricos que, a través de la red de sinapsis, llega al cerebro. ¿En qué momento esa cascada de microimpulsos se vuelve un acto de ver, por ejemplo?

Parte de la respuesta tiene que ver con el hecho de que en el cerebro hay áreas especializadas. Muchos lectores estarán familiarizados con la idea de que si uno recibe un golpe en una parte del cerebro, o sufre un daño en una parte determinada, ello altera o en muchos casos suprime una función del mismo cerebro, cosa que a menudo impide, de hecho, esa función. Por eso se dan casos de personas que pierden la capacidad de ver aunque sus ojos trabajen normalmente.

Ello sugiere la posibilidad de hacer un “mapa” del cerebro, es decir, una correspondencia entre lo sensorial y lo funcional, por un lado, y lo neuronal, por otro lado. Tales mapas se han venido haciendo y refinando desde hace muchos años, utilizando técnicas cada vez más avanzadas de localización de sectores y áreas en el cerebro. Algunas técnicas permiten incluso ver cómo las áreas del cerebro que se activan en un momento dado van cambiando a medida que cambian las tareas u ocupaciones del cerebro. No han faltado entonces los que hagan la comparación con un disco duro de un computador: así como hay sectores específicos en la memoria óptica o magnética de un disco duro, así también debería haber un conjunto de células que hospedara cada pensamiento, palabra, recuerdo o emoción que uno ha tenido.

La analogía con los computadores no es de tan fácil uso, sin embargo. En un computador, cada letra individual puede seguirse hasta una serie de unos y ceros, y por eso se habla de tecnología digital, por los dígitos. La memoria humana, en cambio, es extraordinariamente compleja, y parece claro hoy que jamás encontraremos la neurona que guarda la sensación que yo tenía en mi primer día de colegio.

Aquí hace su aparición un nuevo concepto: correlato neuronal, que es una extensión de la idea de las “áreas.” La diferencia entre los dos planteamientos es que cuando se habla de áreas o zonas se presupone que hay una asociación uno-a-uno entre tejidos y percepciones, recuerdos o palabras, por ejemplo. Al contrario, cuando se habla de correlatos un mismo tejido puede estar funcionalmente implicado en más de una operación. El correlato neuronal de un recuerdo puede usar sectores, zonas o neuronas particulares que cumplen otras funciones. Según eso, lo correspondiente a un recuerdo específico o una palabra específica no es una sección del cerebro sino un “patrón” (pattern) que, al parecer, en algunos casos, incluso podría reproducirse en sustratos biológicos diferentes.

Mucho de la investigación neurológico-funcional actual consiste exactamente en lo dicho: identificación de áreas y de patrones, es decir, hablando en general: identificación de correlatos neuronales.

Desde el punto de vista fisiológico o médico no hay nada que objetar a un trabajo de tan elevado nivel de tecnología. Pero hay preguntas que no necesariamente quedan respondidas a base de más tecnología. Por ejemplo: ¿en realidad un correlato neuronal explica una experiencia? Grandes filósofos han planteado de varios modos preguntas relacionadas con este tipo de análisis. Digamos un caso: si un científico es muy inteligente e ilustrado, y comprende perfectamente la teoría de los correlatos neuronales de los colores pero él mismo es ciego de nacimiento, y lego resulta que un tratamiento nuevo le permite ver por primera vez el color, ¿es verdad o no que esa experiencia le permite aprender o conocer algo nuevo? Si aprende algo nuevo, ¿qué es? Algunos filósofos llaman a eso “qualia,” algo así como el impacto de la experiencia del lado del sujeto experienciante–no de lo experienciado.

Lo interesante de esos cuestionamientos filosóficos es que permite también preguntarse en dónde está la frontera entre describir y explicar. Si alguien dijera que tener rabia es congestionarse la cara de sangre, respirar agitado y levantar el tono de voz, lo más probable es que le digamos que eso no es la ira sino una descripción “externa” de lo que es estar airado. Uno entiende la ira cuando entiende por qué airarse, no solamente cuando puede describir, aunque sea en detalle, cómo se conectan y suceden los síntomas de la ira. Según eso, la pregunta es: ¿los correlatos neuronales son una explicación de lo que uno vive o una descripción de los estadios de acción y reacción del cerebro ante lo que uno vive?

Y ahí mismo se ve la fragilidad de los que pretenden atacar la existencia objetiva de Dios (o de experiencias religiosas auténticas) a base de neurología. Uno se da cuenta que la negación que se hace de Dio se podría extender a la negación de todo el mundo exterior. Uno de esos grandes científicos podría decir: “Los perros no existen. Lo que existen son los circuitos neuronales activados que la gente asocia con la idea de algo que ellos llaman ‘perro.’ Hemos detectado que cuando se da esa serie de activación de circuitos, todos creen que tienen delante un perro.”

Evidentemente, la sola serie de reacciones eléctricas o bioeléctricas de la corteza cerebral no demuestra que algo exista pero tampoco demuestra que no exista. Viendo cerebros uno no sabe si el mundo más allá del cerebro existe. Cosa aún más cierta cuando se piensa que distintas causas pueden desencadenar series de interacciones neuronales similares. O dicho de otro modo: si un mismo efecto se puede producir por acción bioquímica, mecánica, eléctrica o por actuación de los órganos de lo sentidos, eso no demuestra ni desmiente que haya experiencias ajenas al cerebro que puedan producir tales efectos. La reproducción de un efecto neuronal no dice nada sobre el mundo de lo existente más allá del cerebro.

Por supuesto, el aire de “celebridad” que tienen ciertos científicos, y el lenguaje altamente sofisticado que se ven obligados a usar causan impacto en muchos auditorios. Pero, pasado el impacto, uno ve que ellos mismos no podrían cabalmente demostrar que le hablaron a un auditorio.

Quizas hay una razon obvia por la que hay pobres

Es muy curioso que en medio de tantas discusiones acerca de acabar con la pobreza en el mundo pocas veces se menciona la codicia como una de sus causas. Nos venden la idea de que un conjunto de leyes o un sistema económico van a lograr que el umbral de la pobreza desaparezca.

Esa ilusión, que podemos llamar legaliforme, va en pareja con otra ilusión, a saber, que un sistema económico puede exportarse como se exportan los bienes o, hasta cierto punto, los servicios. En realidad, la economía de una nación o región es una red complejísima de acuerdos solo en parte visibles y solo en parte explícitos, que a su vez dependen de intangibles como la cultura, los valores, la educación, las creencias, y seguramente también las formas de entretenimiento y las concepciones sobre el amor, la muerte, y mucho más.

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Gustavo Gutiérrez, O.P., a los ochenta

La web de las Comunidades Eclesiales de Base ha publicado una interesante entrevista con Gustavo Gutiérrez, O.P. Estos apartes de las palabras de Gutiérrez creo que muestran el tono de sus respuestas, y a la vez invitan a nuestros comentaristas a hacer lo propio.

Yo me pasé prácticamente todos mis estudios de teología sumamente preocupado en la cuestión del método. De ahí la frase: ‘nuestra metodología es nuestra espiritualidad’.

Voillaume hablaba de que había que ser pobre. Sí, muy bien, ¿pero para qué? ¿Qué sentido tiene? No es únicamente para santificarme yo. Había que plantearse lo que significa para el otro.

La teología se hace para anunciar el evangelio, al servicio de la Iglesia, de la comunidad. Tantas facultades piensan en la teología como una metafísica religiosa, no como anuncio histórico de liberación.

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Salir del otro closet

La controversia suscitada por el libro de Jose A. Pagola sobre Jesucristo, que tanto ayudará a subir su difusión y venta, revive desde el punto de vista teológico la pregunta por el estatuto de las conferencias episcopales, o en general, del carácter que reviste una enseñanza o disposición de un obispo, si se le considera de manera individual o como parte de un cuerpo colegiado más amplio.

El criterio con el que se han presentado las cosas, por lo menos si uno juzga por algunos comentarios a estos blogs, es algo así como esto: “Si es un solo obispo el que condena un libro, el problema es del obispo; si en cambio fueran muchos, valdría la pena considerar el asunto.” La pregunta que surge es: Según esta eclesiología basada en mayorías, ¿cuántos obispos, y de qué sedes, tienen que pronunciarse sobre un asunto para que este quede zanjado?

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El escabroso Padre LLano

Alfonso Llano Escobar es un jesuita colombiano, algo más que octogenario, especialista en bioética, escritor asiduo del periódico EL TIEMPO de circulación nacional. Teniendo tan alta tribuna, el ilustre sacerdote ha decidido exponer sus opiniones no tanto sobre bioética, de la que poco escribe, sino sobre teología, pastoral o más o menos lo que quiera. Uno de sus últimos escritos lleva un título rotundo, que tiene carácter de testamento: Confesión de Fe en Jesucristo. En su columna, el controvertido jesuita reafirma su postura en temas de los que ya se le ha oído hablar en numerosas ocasiones, incluso en el mismo periódico. También esto apunta a la idea de un sumario de su “credo,” el credo con el que, al parecer, se dispone a vivir su último trecho sobre esta tierra. De hecho, esa columna en particular quiere promover un libro, no de bioética sino de fe católica en general, o sea, de lo que Llano estima que es una fe “crítica.” Su libro de hecho se llama Confesión de fe crítica.

La distinción clave para él es entre la fe de carbonero y la fe crítica, que marcan las dos partes de su obra. Según él, la primera “no presenta ningún problema,” mientras que la segunda aborda temas “candentes.” Tan candentes como la resurrección de Cristo y la virginidad física perpetua de María, la Madre del Señor. Para entrar en aguas que tiene razón para presentir turbulentas, el autor aclara casi de entrada:

La obra fue revisada por dos teólogos, profesores de la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana, quienes, después de detenido análisis del texto y charlas con el autor, garantizan que no contiene errores en la fe y que todo lo que allí se dice es defendible hoy día en la Iglesia Católica y puede ayudar a todo católico, abierto al cambio, a crecer en el conocimiento y amor de Jesucristo, y a continuar firme y estable en la Iglesia Católica. El superior religioso le dio su aprobación.

Con mucho, esa es la parte que me resulta más dolorosa. Pero no entremos en mis dolores. No tan pronto.

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Sobre el ateísmo de raíz científica

Roca en el caminoEl ateísmo implica la convicción de que no existe un ser a quien pueda llamarse Dios. Se trata, por supuesto, de una afirmación de impresionante alcance, porque indica un conocimiento lo suficientemente completo de todo lo que existe como para asegurar que no puede existir un Dios. Surge entonces una multitud de cuestiones: ¿en qué momento sabe uno que sabe lo suficiente? ¿Existe algo así como un inventario de todo lo que existe, que permita decir con certeza qué no puede existir?

Ateos beligerantes, famosos por estos días, como Richard Dawkins, tienen una respuesta para esa clase de objeción. La parábola favorita de Dawkins es el Monstruo Espagueti Volador (Flying Spaguetti Monster, que aquí abreviaremos en español: MEV). El conocido autor británico se declara incapaz de demostrar la inexistencia del MEV, y deja entender que si uno quisiera demostrar la no-existencia de todo lo que se le ocurra a la mente humana tendría que demostrar que no hay hadas, ni duendes, ni unicornios. Agrega, con buen tino, que alguien podría siempre afirmar que “quizás sí existen esos seres… en algún lugar donde todavía no hemos buscado.”

Creo que puede considerarse representativa del ateísmo militante esa postura de Dawkins; según él, sabemos que no existe Dios, no porque tengamos certeza de que no existe, sino porque la evidencia que encontramos apunta hacia un universo que se explica suficientemente en términos de las leyes de la ciencia.

Es importante anotar las característica peculiar de ese saber sobre la no-existencia de Dios, porque precisamente no corresponde al saber obtenido a través del método científico. En efecto, lo propio de este método es formular hipótesis con base en teorías, para luego usar experimentos que verifican o contradicen tales hipótesis. Si esto es así, es obvio que el tipo de “saber” que niega la existencia de Dios no es algo que venga de la aplicación del método científico. Un poco de reflexión muestra que tampoco es posible afirmar la existencia de Dios por vía de esa clase de experimentación.

¿Cuál es entonces la relación entre la ciencia, o sea, entre el método científico y la existencia de Dios? No es directa. Sólo puede entonces darse por vía de extrapolación.

Con lo cual llegamos a una situación muy curiosa: si uno quiere aplicar el método científico para hablar de la existencia de Dios tiene que hacer una extrapolación, pero entonces ¿qué o quién determina la validez de esa extrapolación? No puede ser el método científico, que por definición ha tenido que ser extrapolado, entonces ¿qué puede ser?

Aún más: si el método de la ciencia moderna no puede decidir una cuestión que indudablemente atañe a la vida de miles de millones de personas, sino que debe haber alguna otra fuente de verdad que permita decidir tal cuestión, ¿en qué relación se halla esa fuente de verdad con el método científico mismo? De hecho, ¿qué clase de experimento puede probar que el camino de teoría – hipótesis – experimento es el correcto?

Se podrá decir que a ese método se llega no por experimento sino por experiencia, y tal vez se mencione algo como “prueba y error,” o se haga una alusión vaga a las brutalidades a que ha conducido el fanatismo religioso. Sin entrar en esa discusión, ¿no estaría demostrando ello, de todas formas, que hay fuentes válidas de conocimiento que son a la vez exteriores y superiores al método científico? Y si eso es así, ¿no deberíamos concentrarnos en conocer qué método puede conducirnos a esas fuentes? Tal es, en efecto, una de las preocupaciones básicas de una buena parte de la filosofía.

Respuestas a Rodolfo Llinás

Revista Cambio 16: ¿Alguna vez ha sospechado la existencia de un más allá?

Rodolfo Llinás: Ya de niño no me sonaban esas cosas. No entendía la religión y tenía unas peleas tan fuertes con un cura, que escandalizaban a la gente del bus. Yo preguntaba: ¿Por qué Dios es tan desgraciado que deja que nazca gente a sabiendas de que se irá al infierno? ¿Si Dios sabe todo lo que yo necesito, por qué me pide que le rece? ¿No debería decirme: “Yo sé lo que necesita, no moleste más”? ¿O por qué me obliga a decirle todos los días que él es el mejor, el más bonito, y si no lo hago se calienta? Dios es muy humano, vengativo, nuestra imagen y semejanza. No comprendí nada de religión y no me explico cómo la gente entiende esas vainas.

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