Para vivir la pascua y el tiempo pascual

* Los aspectos exteriores, por ejemplo, en la liturgia, son importantes; pero indudablemente lo más importante es la preparación y disposición interiores.

* Podemos aprender del pueblo judío qué significa prepararse, es decir, tener ojos para la Pascua. Cinco recomendaciones ayudan:

(1) Anámnesis: recordar las proezas del señor; tener presente el camino que ha recorrido en la propia vida también.

(2) Predicación doctrinal, sustanciosa, en comunión con la Iglesia: para reconocer el paso de Dios en el hoy y no sólo en el ayer.

(3) Reconocimiento de las propias culpas, sin transferencias de responsabilidad, y sin justificaciones o disculpas. Es decir: el don de la contrición, que hay que pedirlo.

(4) Despedirse de toda forma de auto-redención, del estilo: “Si te concentras y lo visualizas, tú lo puedes.”

(5) Abrirse a la novedad de Dios, con la certeza de que Él puede dar un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

LA GRACIA del Jueves 20 de Abril de 2017

JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Al igual que los primeros cristianos nos llenamos de gozo al saber que Cristo está presente en la Eucaristía, en las Escrituras, en la comunidad que lo celebra, en el marginado.

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Sobre la resurrección corporal de Jesucristo

Padre Nelson, recientemente he leído declaraciones de algunos sacerdotes, entiendo que muy respetados y con muchos títulos, que dicen cosas raras. Y por raras quiero decir que afirman que la resurrección de Cristo era una metáfora, o que en realidad no importa si su cuerpo se corrompió o no en la tumba. Tiene la Iglesia Católica una posición clara al respecto? — J.H.

* * *

Por supuesto que la tiene. Está en varias partes del Catecismo:

988 El Credo cristiano —profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora— culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.

989 Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad: «Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8, 11; cf. 1 Ts 4, 14; 1 Co 6, 14; 2 Co 4, 14; Flp 3, 10-11).

990 El término “carne” designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La “resurrección de la carne” significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros “cuerpos mortales” (Rm 8, 11) volverán a tener vida.

991 Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. “La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella” (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1): «¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe […] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (1 Co 15, 12-14. 20).

Sobre por qué muchos niegan esta verdad esencial de nuestra fe, basta recordar que herejías, negaciones y defomraciones de la fe, sobre todo por querer complacer al mundo y acomodarse a lo que el mundo acepta, han existido siempre. Transcribo aquí lo que escribía hace unos años:

Desde el siglo XIX ha tomado impulso peculiar una verdadera guerra contra el Resucitado. O para ser más exactos: oposición abierta, pero vestida de racionalidad, al dato tan sencillo y tan fundamental que nos traen los Evangelios: el que murió en la Cruz no ha quedado sujeto a la corrupción de los cadáveres; vive, está lleno de la gloria del Padre, y la muerte ya no tiene poder sobre Él.

Ya San Mateo (28,11-15) cuenta de un primer intento, muy burdo, de negar la victoria postrera del Crucificado: los soldados que guardaban la tumba deben testificar que, mientras ellos dormían, los discípulos robaron el cadáver.

Uno puede leer la historia de las herejías cristológicas como un esfuerzo continuado de robar su sentido y significado real a la resurrección. Por ejemplo: Si Cristo es un ser altísimo distinto de Dios y creado por Dios, como cree el arrianismo, entonces no es Dios pero tampoco es hombre, luego su muerte es falsa, o no es la muerte nuestra, y su resurrección no dice en verdad nada a nosotros.

Si hay un Cristo “hijo de Dios” distinto de otro Cristo “hijo de María,” como quiere el nestorianismo, entonces la resurrección es, a lo sumo, la reanimación de un cadáver: una especie de segunda encarnación. Por supuesto, ello tampoco dice nada a nuestra esperanza porque nosotros no contamos con que el Lógos se una a nosotros después de que muramos.

Si en Cristo sólo hay una naturaleza, la naturaleza divina, como pretende el monofisismo, entonces su muerte es un holograma repleto de efectos especiales
que nada dicen a la realidad cruda y dura de nuestra propia muerte.

Al revisar las principales herejías uno pronto entiende la sabiduría del dictum de San Ireneo: Caro cardo salutis: la verdad y realidad de la carne de Cristo, y por ende, de su plena naturaleza humana, unida en la única persona del Verbo, es el fundamento para creer en el amor que se desplegó en la Cruz, y para dar fundamento a la esperanza que se despliega con la resurrección.

Así las cosas, una oleada de escepticismo hacia los milagros en general, y hacia la resurrección de Cristo en particular, ha llevado a tratar de reinterpretar los Evangelios desde ideas ajenas y artificales, como aquello de que Cristo resucitó “en la fe de los discípulos,” es decir, algo completamente semejante a lo que un entusiasta de Mao Tse-Tung puede gritar en una manifestación callejera: “¡Mao Vive!” Y si le preguntamos al del grito: de qué modo vive Mao, él admite que el cadáver de Mao siguió el destino de todo cadáver, y que lo que se conserva es por obra de un proceso de embalsamamiento. Pues así pretenden estos sedicentes teólogos que pensemos de Cristo: que lo que está vivo es “su proyecto,” “su causa,” la cual después se interpreta como luchar por unos “valores del Reino,” que al final se reducen a un humanismo horizontal y buenista bien salpicado de socialismo.

Por qué Fátima es más actual hoy que hace 100 años

Un estudio del contexto social que abrió las puertas al primer marxismo, basado en análisis económicos.

Y luego, una exploración del motor creado por Carlos Marx: el odio como oferta de desquite para distintos sectores de la sociedad.

Al final, una clarificación sobre los tres frentes en que se está ya desenvolviendo la lucha anunciada por la Santísima Virgen en Fátima:

(1) Un frente INTELECTUAL, que debe desenmascarar al cientificismo.

(2) Un frente SOCIAL, que debe matar de hambre al odio, que busca su justificación en las injusticias. Este frente implica un compromiso serio contra los diversos modos de opresión a los más diversos sectores de la sociedad.

(3) Un frente ESPIRITUAL, pedido expresamente por la Virgen María en Fátima, en la forma de conversión, penitencia y oración.

ROSARIO de las Semanas 20170418

#RosarioFrayNelson para el Martes:
Contemplamos los Misterios de la Antigua Alianza

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la Antigua Alianza contemplamos la paciencia de Dios, que no detuvo su amor ante el pecado de los hombres.
  2. En el segundo misterio de la Antigua Alianza contemplamos el camino de fe de Abraham.
  3. En el tercer misterio de la Antigua Alianza contemplamos el éxodo de la tierra de Egipto.
  4. En el cuarto misterio de la Antigua Alianza contemplamos el don de la Ley hecho a Moisés y a su pueblo junto al Monte Sinaí.
  5. En el quinto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la gran promesa de Dios al rey David: que el cetro real no se apartaría de su descendencia.
  6. En el sexto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la valiente vocación de los profetas, por quienes el Espíritu Santo nos habló de muchas maneras.
  7. En el séptimo misterio de la Antigua Alianza contemplamos a el pequeño resto de Israel, que permaneció fiel y fue semilla de la Nueva y Eterna Alianza.

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