Fray Andrés de Olmos (+1571)

No hemos de cerrar este capítulo sin hacer breve memoria de algunos otros franciscanos realmente memorables (+ Trueba, Retablo franciscano). Nacido a fines del XV en un pueblo de Burgos, estudió en Valladolid, donde llegó a ser catedrático de derecho canónico. Dejando su cátedra, se hizo franciscano, y cuando fray Juan de Zumárraga, guardián del convento de Abrojo, fue designado Arzobispo de México, se llevó consigo en 1528 a fray Andrés de Olmos, fraile de su convento. Cuarenta y tres años pasó éste evangelizando y enseñando en la Nueva España, y mostró unas dotes prodigiosas para las lenguas indígenas. Escribió muchas obras en varias lenguas indígenas.

«Compuso un Arte en lengua mexicana [primera gramática náhuatl, de 1547], y escribió en el mismo idioma… Libro de los siete sermones, Tratado de los Sacramentos y Tratado de los sacrílegos. En lengua huasteca, una gramática, un vocabulario y una doctrina cristiana. En totonaca, un arte y un vocabulario. Además de éstos, compuso otros muchos» (Trueba, Retablo 38). En náhuatl escribió un auto titulado El Juicio Final, que fue representado -a juicio de Las Casas, perfectamente- por 800 indios.

«Fray Andrés de Olmos fue el que sobre todos tuvo don de lenguas, porque en la mexicana compuso el arte más copioso y provechoso de los que se han hecho, y hizo vocabulario y otras muchas obras, y lo mesmo hizo en la lengua totonaca y en la guasteca, y entiendo que supo otras lenguas de chichimecos, porque anduvo mucho tiempo entre ellos» (Mendiata IV,44). «Quizá, observa Ricard, de este padre habla Mendieta cuando recuerda a un religioso que escribía catecismos y predicaba la doctrina cristiana en diez lenguas diferentes (III,29). Caso a la verdad de excepción, pero sabemos que varios frailes menores predicaban en tres lenguas (Motolonía, Historia III,29, 318)» (121).

La rápida elaboración de vocabularios y gramáticas de lenguas indígenas fue una tarea, sumamente laboriosa, de importancia decisiva para la evangelización. El dominio, sobre todo, del náhuatl era particularmente urgente. En efecto, «esta lengua mexicana es la general que corre por todas las provincias de esta Nueva España, puesto que en ella hay muy muchas y diferentes lenguas particulares de cada provincia, y en partes de cada pueblo, porque son innumerables. Más en todas partes hay intérpretes que entienden y hablan la mexicana, porque ésta es la que por todas partes corre, como la latina por todos los reinos de Europa. Y puedo con verdad afirmar, que la mexicana no es menos galana y curiosa que la latina, y aun pienso que más artizada en composición y derivación de vocablos, y en metáforas» (ib.).

Fray Andrés de Olmos, durante sus 43 años en México, no fue un erudito retraído, especializado en lenguas, sino un apóstol de los indios, que fiel a su lema, La cruz delante, hizo muchas jornadas misioneras, buscando especialmente aquellas regiones de indios más ásperas y peligrosas. Al gobernador Ortiz de Zúñiga le confesaron unos indios que varias veces salieron a matar al padre Olmos, y que las flechas se volvían contra ellos mismos. Otros milagros se cuentan de su vida, y obrados también después de su muerte, que, con toda santidad, ocurrió en octubre de 1571.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

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