El misterio de la muerte

18. El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por se irreducible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sea, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.

Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera.

[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 18]

Nada tan reaccionario como un embarazo

nada tan reaccionario como un embarazo
“Nada de igualdad de sexos. Desde el inicio hasta el final, hay un reparto de papeles radicalmente diferenciado. Además, con frecuencia, la mujer, que suele ser muy ejecutiva y eficaz en su trabajo, sufre cierta merma en sus capacidades profesionales y a veces no le queda más remedio que darse de baja. El hombre, en cambio, recibe una descarga de responsabilidad y otra, muy curiosa, de caballerosidad. Por muy igualitarista que fuera, se encuentra de pronto llevando todas las bolsas y abriendo y cerrando las puertas al paso de su señora, como un gentilhombre del siglo XVIII…” Click!