165. Vidas Rimadas

165.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

165.2. Aunque tú eres tú, y Dios te ama a ti, ello no excluye sino que incluye que tú también eres parte de un significado más grande, de una historia más amplia, de un camino que te antecede, te rebasa y te trasciende.

165.3. Una importante señal de madurez humana y espiritual es la capacidad de comprender en el corazón el alcance de las palabras que te acabo de decir. Así como los niños sólo se interesan por aquello que produzca placer o necesidad en ellos mismos, así también la seña principal de la inmadurez espiritual es poner la propia vida continuamente en el centro de la propia atención, como si todo lo que Dios tuviera que hacer o todo lo que Él quisiera realizar se limitara a solucionar los problemas de un individuo particular.

165.4. La verdad es muy otra. Dios quiere escribir poesías enteras y cantos magníficos con vidas humanas. Así como una palabra rima con otra palabra, así también hay vidas que hacen rima una junto a la otra. En español por ejemplo, es fácil armonizar los vocablos “amor” y “dolor,” de modo tal que ninguno de los dos dice lo que los dos juntos dicen. Eso mismo pasa en esa pizarra inmensa que es la Historia de los hombres. Tu vida hace armonía con otras vidas, algunas que tú conoces y otras que no conoces; algunas que a ti te gustaría y otras que no en modo alguno te agradan; algunas que quisieran y otras aun sin quererlo.

165.5. Tal vez el ejemplo más bello que puedo darte de vidas en rima es el matrimonio de José y María. Bien sabes que inicialmente no fue su voluntad la que los unió, pero más allá de las voluntades humanas, en este caso familiares, fue Dios el que quiso construir con ellos el verso más hermoso de la historia humana. Así como dos palabras riman cuando en parte coinciden y en parte difieren, y siempre sucede coinciden en su final y difieren en su principio, así también fue Cristo la coincidencia absoluta del amor que les unió y el término y meta de todo su afecto; y fue su diferencia el distinto origen y diverso pasado de sus familias y caracteres.

165.6. En José tienes al más humilde de los descendientes de David; sabes por la Escritura de dónde procede y te admira que una dinastía tan ilustre haya venido a tan modestos términos. Mas la Escritura no esclarece el origen de María. Según su sensibilidad y sus barruntos los estudiosos ya la hacen hija también de la casa de David y de Judá, ya la relacionan más bien, en razón de su parentesco con Isabel, con el linaje de Leví. Lo cierto es que, en los términos que tú y tus hermanos los hombres conocen las cosas, no es posible absolver esta cuestión. No me corresponde tampoco a mí resolverla, pues mi presencia en tu vida no es para ampliar el ámbito de lo que te enseña la Sagrada Escritura, ni para reemplazar el tesón de los investigadores y teólogos, o la sabiduría de tus legítimos pastores. Más bien quiero que medites en lo que te estoy destacando: José es la altura reducida a la humildad; María es la nada levantada a majestad.

165.7. En efecto, si Jesús es verdaderamente rey, es claro, según el orden de las dinastías y la promesa hecha por Dios, que el rey de Israel y de Judá… ¡era José! Nadie se lo reconoció nunca, nadie derramó el cuerno de aceite perfumado en su cabeza, no hubo cantos ni alegres danzas el día de su coronación, ni un ejército —aparte de la legión de ángeles que le acompañó siempre— que custodiara su retirada a Egipto; pero él era el rey: el más humilde de todos los reyes: él era la altura llevada a la grandeza de lo que sólo Dios conoce.

165.8. ¿Y María? Como virgen bella y pudorosa, también su origen ha quedado recatadamente cubierto por la discreción del Espíritu Santo. Cuando aparece en la Biblia ya es la desposada con José. Y los datos que conoces por fuentes distintas a la Biblia apenas te permiten conjeturar nombres para sus padres, dignos ciertamente de veneración y amor, pero tan ocultos con nombre como sin nombre. María es una creación desde la nada, como el Universo mismo. ¡Es la Reina de ese universo, y de una humanidad que no conoce a las claras su origen!

165.9. ¿Ves cómo quiso Dios que Cristo hiciera rimar estas dos precisas vidas? Una balada de esperanzas y dulces paradojas fue el hogar de Nazareth. ¡Es tan bello! Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.