El Odio
(1 Juan 3,15)
Continuemos nuestra reflexión sobre algunos sentimientos nocivos, pues cuando alguno de ellos está vivo en nosotros, somos incapaces de perdonar. Les propongo que reflexionemos sobre unos de esos sentimientos. Necesitamos descubrirlos en nosotros y aprender a eliminarlos de nuestra vida. Pero, necesitamos ser honestos con ellos, es decir, reconocerlos, declarar sobre ellos la verdad, sin disculparnos, sin defendernos, sin fingir. Esto nos exige manifestarlos, lanzarlos fuera de nosotros. El gran problema es que esos sentimientos y emociones, muchas veces, los mantenemos ocultos, no dejamos que se curan, perjudicando así nuestro equilibrio y nuestra capacidad de ser felices, de tener relaciones satisfactorias. Iniciaremos nuestra reflexión sobre el sentimiento más nocivo, el rey de los malos sentimientos, el odio, que si se enquista en nosotros, destruye y nos destruye, pues “quien odia a su hermanos es un asesino” (1 Jn 3,15). Anestesiar el odio, por ejemplo, el dolor o la rabia que él produce con drogas, alcohol, trabajo, etc, en vez de descargarnos y aligerarnos de él nos va destruyendo poco a poco.