27. Todo Lo Que Nos Une

27.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

27.2. Yo no vengo a reemplazar a tu conciencia, ni a hacer por ti lo que tú debes hacer. Pero sí puedo ayudarte grandemente para que avances en tu propio camino. Tu Señor es el mío; el Espíritu que te transforma es quien obra en mí; llamamos Padre al mismo Dios. Por eso puedo hablarte tomando las experiencias propias de tu vida mortal y de tu realidad corporal, como cuando digo que mis ojos contemplan la gloria divina o que mi corazón le ama más allá de toda medida que yo pueda expresar.

27.3. Casi siempre, cuando me hablas o piensas en mí, o cuando alguien habla de nosotros los Ángeles, suele hacerse tanto énfasis en lo que nos diferencia de vosotros los seres humanos, que se olvida subrayar con el mismo y aun mayor vigor todo lo que nos une. Y atiende a qué es lo primero que nos une: el Amor de Dios, es decir, la fuerza más poderosa no sólo de este Universo sino de cualquier universo que imaginarse pueda.

27.4. Por eso te invito —porque sé que lo necesitas, además— a que me trates con exquisita confianza y profunda intimidad. Si Dios abriera tus ojos, tú descubrirías cuán cerca estoy de ti, y cómo puedo acoger y comprender todo lo que tú eres. Es verdad que, como te dije en otra ocasión, hay secretos de tu conciencia que sólo Dios penetra debidamente, pero mira: si alguien me pidiera que te describiera tal como eres, en lo que puedes y en lo que no puedes; en lo que pretendes y en lo que te atemoriza; en lo que te enorgullece y en lo que te avergüenza, yo podría hacer un retrato muy acabado, singularmente completo y preciso de quién eres tú. ¡Tú mismo te llevarías inmensas sorpresas, estoy seguro!

27.5. Sé quién eres. En algunos aspectos te conozco mejor que tú mismo, aunque siempre es verdad que sólo Dios sondea cada ser desde su primer principio y hasta su más recóndita intención. Pero yo sé quién eres, y no me aparta de tu lado lo que eres, sino que me acerca a ti, porque Dios no me ordenó que ayudara a “alguien,” sino precisamente a ti, y esto significa que en tu ser determinado y concreto está el memorial permanente del mandato divino. Tu ser, todo lo que tú eres y como tú eres, me liga al precepto que Dios me otorgó. Y has de saber que en nosotros los Ángeles sólo el amor está por encima de la obediencia.

27.6. Hay quienes dicen que cuando dos personas se aman llegan incluso a querer sus defectos. Yo no amo tus defectos; yo los aborrezco, porque son lo que no te deja ser plenamente tú mismo. Pero sí te amo en tu ser determinado y concreto, llamado por Dios a superar todo defecto, pecado y limitación para abrirse al esplendor de su gracia infinita.

27.7. Todo esto te digo para animarte a un trato más frecuente, lúcido, confiado e íntimo conmigo. Sé que eso no es fácil para ti, y puedo darte tres razones de por qué sucede así.

27.8. En primer lugar, porque estás acostumbrado a conocer a través de los sentidos. Desde niño te has familiarizado con el rostro, el aroma, el tacto y la voz de tus padres. Luego has aprendido a identificar a tus amigos por multitud de experiencias que tienen que ver sobre todo con la vista y el oído. Puesto que tales experiencias son sólo posibles con los seres humanos, no es sencillo cultivar una relación en la que desde el principio y radicalmente faltan estas referencias. Pero observa cómo en tu amistad con Dios, en primer lugar, y con los Santos en segundo lugar, tú has conocido la cercanía, aunque falten señales sensitivas.

27.9. En segundo lugar, es difícil para ti cultivar esta amistad porque la Iglesia padece hoy de dos enfermedades que trastornan y enturbian la amistad serena con los Ángeles. A veces un profundo escepticismo se adueña de las mentes como tarándolas en su vuelo o amarrándolas sólo a los “datos” que parecen más lógicos. Otras veces una gran credulidad lo revuelve todo, de modo que cualquier palabra inspiradora se toma como palabra inspirada. Desde luego, esto tampoco ayuda a una recta y sana relación entre vosotros y nosotros. Sin embargo observa que hay entre los tesoros de la Iglesia precisas y preciosas enseñanzas sobre nosotros que no están lejos de tu alcance. De ellas puedes recibir una guía bastante segura para crecer en este amor angélico que tanto bien puede traerte para la gloria de Dios.

27.10. En tercer lugar, está el hecho de este camino particular de revelación. Casi a diario te veo dudar sobre si mis palabras son mías o si se trata de una actividad de tu propia mente. Y aunque has visto muchas veces que mientras escribes lo que te voy diciendo descubres problemas, preguntas y enfoques que no existían para ti, y respuestas y claves de interpretación que habías buscado infructuosamente, te resulta arduo aceptar esta especie de “injerencia sobrenatural” continua, no porque te haga daño sino porque no la podrías explicar fácilmente, y por ello como que te anticipas a las burlas y desconfianzas que suscitaría hablar de todo esto en público.

27.11. Déjame decirte, hermano y amigo, que todo esto viene de Dios, y que tú lo descubrirás a saciedad por los caminos propios de la vida cristiana, es decir, por el fruto en tu vida y tu apostolado, y sobre todo, por el parecer de la Santa Iglesia, a la que debes obediencia, como siempre y en todo lugar te he recordado.

27.12. Conserva la paz en ti. Siente, ahora mismo, el amor de Aquel que te ama y me ama. Deja que te invite a la alegría. ¡Dios te ama; su amor es eterno!