El futuro va en paralelo (3)

3. Los Riesgos, los Sueños y la Verdad

El procesamiento de datos en paralelo, como el usado para el proyecto SETI, es algo más que una novedad o un caso excepcional. Todo indica que se irá convirtiendo en el modo estándar de abordar muchísimos problemas, incluyendo algunos que todavía no sabemos siquiera cómo formular.

De lo que ya se ve, hay un par de ejemplos notables y accesibles. El buscador más exitoso de la Red funciona con literalmente miles de PCs conectados en paralelo. Cualquier pedazo de información se guarda siempre en más de un computador; a esto se llama “redundancia.” El sistema está programado así para no depender de ningún aparato específico; si uno en particular falla, es posible hallar rutas alternativas. Google, pues, no es un supercomputador, sino un modo de comunicar y poner a trabajar en paralelo a miles de computadores ordinarios.

En esto Google, y los sistemas en paralelo en general, no hacen sino emular al cerebro humano mismo. La impresionante, aunque no ilimitada, capacidad del cerebro para recuperarse de accidentes graves tiene que ver con la misma redundancia y búsqueda de rutas alternativas que usa Google (y muchos otos servicios y programas, por supuesto). Algunos hablan por ello de una especie de “cerebro global,” que sería el nombre del Internet del futuro. En esa línea va un agresivo proyecto, Principia Cybernetica.

Por su misma arquitectura de “red de redes,” Internet es como el hogar natural de esta clase de ideas e iniciativas. Un fenómeno emparentado con Google pero en cierto modo más trascendente es la famosa Wikipedia, una enciclopedia que se reescribe todos los días, porque recibe constantemente contribuciones simultáneas de miles de usuarios. Algunas cifras ayudan a dimensionar lo que está sucediendo. La monumental Enciclopedia Britannica tiene, en su versión completa, que requiere suscripción pagada, unos 100.000 artículos. A Marzo 18, la Wikipedia en inglés, de consulta gratuita, contaba 500.000 entradas. Cada día se añaden no menos de 1000 artículos. La Britannica tiene 100 editores, todos con sueldo; la Wikipedia tiene hasta ahora unos 30.000 colaboradores voluntarios.

Desde luego, no todo son ganancias. Un colaborador voluntario puede introducir su propia postura o editar las entradas que contradicen su punto de vista. Es difícil, sin embargo, que el procedimiento funcione porque con 30.000 editores no hay muchas probabilidades de hacer prevalecer caprichos. De todos modos, las preocupaciones sobre la calidad, solidez y coherencia de un trabajo hecho en una versión extrema de labor en paralelo son razonables. [ACTUALIZACIÓN: Uno de los fundadores de la Wikipedia deja el proyecto y muestra fallas de fondo.]

Sobre todo es razonable preguntarse si la Wikipedia no es ya en sí misma el imperio de la mayoría sobre la autoridad modesta pero noble de la verdad. Cuando se piensa en temas de ética o en generar o dirigir la opinión pública estas preguntas pueden adquirir un perfil preocupante. Al fin y al cabo, a las hormigas no les interesa mucho que mueran algunas de su comunidad, ni a las abejas les importa que la mayor parte de su población sea esclava…

Dicho de manera más formal: la verdad tiene siempre un aspecto o repercusión social, en la medida en que algo que es reconocido explícita y públicamente como una mentira nunca o sólo difícilmente logra producir un efecto perdurable en el curso de la vida de una comunidad. Incluso en los países o culturas que parecen más reacios a aceptar que haya una “verdad” la mentira sigue pareciendo detestable y sigue siendo la fuente principal de descrédito de quienes aspirar a ser líderes públicos.

Parece claro que repudiamos universalmente el engaño aunque luego nos cueste admitir que necesitamos verdades acogidas expresamente por todos. Cosa que es absurda, a poco se piense: decir que uno no quiere que le mientan y decir que nadie quiere que le mientan debería poder traducirse en un mandamiento: “No darás falso testimonio” y en una verdad: “El ser humano busca la verdad; está hecho para la verdad.” Sorprendentemente, esta afirmación parece “peligrosa” a algunos, quizá porque afirmar que la verdad es propia de nuestros anhelos naturales queda peligrosamente cerca de afirmar que alguien puede enunciar mandamientos eternos y estables tales como “No darás falso testimonio.”

Y sí hay “razón” para ese temor porque, una vez que se admite que alguien puede enunciar verdades, no hay manera de evitar que sus enunciados tengan una autoridad que está por encima de las mayorías, incluso si esta mayoría parece de acuerdo en decir o enseñar algo por Internet o por todos los canales de televisión. Uno puede sentir en este esquema un calco de las tensiones típicas entre la Iglesia como Magisterio y la sociedad democrática, multicultural y plural. En este sentido uno tiene que concluir que la Iglesia nunca podrá ser como una colmena o un hormiguero: no todo puede funcionar con procesamiento paralelo en la comunidad de los discípulos de Jesucristo.