Una vez que está claro que no hay una solución perfecta para nombrar a Dios y menos para darle un género gramatical, vamos al testimonio de la Escritura en búsqueda de una solución parcial. Obviamente lo que encontramos es una aplastante mayoría de textos en los que se menciono a Dios gramaticalmente en masculino. Esa evidencia, sin embargo, no la consideramos en este momento como definitiva porque es fácil argüir de este modo: “Una Biblia escrita por hombres sólo podía hablar de manera masculina sobre Dios.” Mientras no respondamos a esa objeción, el sólo peso estadístico es insuficiente.