¿Él o Ella? (2a. parte)

Una vez que está claro que no hay una solución perfecta para nombrar a Dios y menos para darle un género gramatical, vamos al testimonio de la Escritura en búsqueda de una solución parcial. Obviamente lo que encontramos es una aplastante mayoría de textos en los que se menciono a Dios gramaticalmente en masculino. Esa evidencia, sin embargo, no la consideramos en este momento como definitiva porque es fácil argüir de este modo: “Una Biblia escrita por hombres sólo podía hablar de manera masculina sobre Dios.” Mientras no respondamos a esa objeción, el sólo peso estadístico es insuficiente.

Pero no es difícil responder a esa objeción. Ese modo de hablar supone que la redención que nos anuncian las Escrituras es imperfecta, pues no logró subsanar la mentalidad que suele llamarse “patriarcal.” Más que un comentario sobre el género de Dios esta es una afirmación, o peor aún, una descalificación de la Sagrada Escritura como revelación de la redención para la humanidad.

Se podría contraargumentar diciendo: “Padecer un condicionamiento no es una imperfección de la Biblia, pues ella misma asegura que la verdad completa sólo vendría con el tiempo y la progresiva acción del Espíritu Santo en el pueblo de Dios.”

Ese punto es interesante. Uno puede admitir, por ejemplo, que los hagiógrafos estaban condicionados por una visión arcaica y precientífica del cosmos. No ofende a Dios que reconozcamos eso. También es claro que estamos llamados a superar esa visión y a avanzar hacia un modo más riguroso de conocimiento. ¿No podría suceder que la mentalidad patriarcal es uno de esos condicionamientos culturales que eran insalvables en esa época pero que ya no tienen razón de ser en la nuestra?

Sin embargo, un examen atento muestra que, a pesar de las semejanzas exteriores, hay una gran diferencia entre los dos casos en cuestión. El conocimiento precientífico no entraña una culpa; nunca nadie lo ha visto así. Por el contrario, el “patriarcalismo,” tal como lo entienden quienes hacen una lectura progresista o liberal de la Biblia, sí que entraña defectos morales porque supone actos concretos de injusticia hacia el género femenino.

En consecuencia, si Dios se revela en un lenguaje precientífico, ello en ningún momento avala actos vituperables; si se supone en cambio que Dios se revela “patriarcalmente,” sin denunciar algo que se supone que es un grave pecado y que afecta a la mitad de la humanidad, es evidente que con ello estaría avalando multitud de faltas e injusticias: su revelación sería perversa o por lo menos incompleta.

Como esta consecuencia es absurda, es absurda también la premisa puesta por los progresistas sobre un supuesto “patriarcalismo.” Hay que afirmar que la Biblia, entendida en su conjunto y leída en la Iglesia, nos revela de modo justo la relación de los géneros en la especie humana. Por consiguiente, al ver que se repite el pronombre “él,” no cabe hablar de un simple sesgo de autores masculinos.

Pero hay todavía más cosas interesantes por mirar.