Feliz Día Papá!

Roberto Orozco dedica este mensaje a su propio padre

Mi padre es un hombre callado, mesurado, amable. Es un hombre bueno como el pan, como la lluvia, como el amanecer. Es un hombre fuerte como el trueno, como el diamante, como una montaña.

Mi padre ha sido ejemplo de bondad para su familia: cuando éramos pequeños nos llevaba a pasear, a comer, nos invitaba pastel o gelatina, nos cuidaba. Mamá, mis hermanos y yo fuimos objeto de su amor, de su generosidad y de su respeto.

Mi padre es un artista. De joven aprendió a darse y entregarse al servicio de los demás. De sus manos salían primorosas obras de arte que daba generosamente a todos los que con el convivían. De él aprendí a trabajar, bendición del cielo. Desde temprano se iba al hospital a entregarse a su comunidad y los cientos que necesitaban de él y regresaba tarde, cansado y siempre con una bolsita de papel con 3 paquetes de Meneitos.

A veces cuando en casa realizaba alguna labor, lo escuchaba y me parecía que rezaba. Y el espíritu de Dios habitaba en él: sus labios y sus manos hablaban de la bondad de su corazón.

Interrumpía su trabajo sólo cuando mamá lo llamaba a comer. Comía poco, con frugalidad y despacio muy despacio, según el para aprovechar el alimento; sin embargo siempre pensé que trataba de digerir otras cosas. Apenas terminaba, daba gracias. Se levantaba y regresaba a su labor.

Mi padre es un caballero: elegante en el vestir aunque no lleve traje; es un hombre sabio: dulce y prudente al hablar; siempre respetuoso, cortés y amoroso con mi madre.

Gracias a él, lo tengo todo: una familia, alimento, techo, cobijo, educación; me ha brindado su amor a manos llenas, con su respectiva dosis de paciencia, observaciones, jalones de orejas… Y me compartió su más preciado tesoro: el don de la vida.

Si no hubiese sido por él, no sería lo que soy. Como una pequeña muestra de agradecimiento, de amor y para honrar su nombre y su persona, escribo estas breves líneas.

Te mando un beso y un abrazo.

Gracias, papá. Dios te bendiga y que goces de tu premio eterno!!!

Un exorcismo

La crónica de un exorcismo sorprende a la opinión publica española

Narrada por un periodista de «El mundo», que se confesaba incrédulo

MADRID, 23 septiembre 2002 (ZENIT.org).- El especialista en temas religiosos del diario El mundo, José Manuel Vidal, acudió, “incrédulo”, al exorcismo que iba a realizar un sacerdote autorizado por el Vaticano y salió conmocionado escribiendo una crónica que ha sorprendido a la opinión pública española.

“El exorcismo que yo viví en Madrid” es el título del artículo que apareció este domingo en el periódico, que alberga con frecuencia artículos de tono anticlerical.

Vidal, junto al especialista de temas religiosos de la agencia de noticias EFE, presenció el exorcismo realizado en Madrid por el padre José Antonio Fortea, párroco de 33 años de Nuestra Señora de Zulema.

El rito tuvo lugar en una capilla. Era una “preciosa” chica poseída por el demonio de 20 años –el periódico le da el nombre de Marta para mantener su anonimato–, “más bien menudita y de rasgos dulces”, según la describe Vidal.

“No soy ningún showman ni quiero publicidad. Si estáis aquí es porque os necesito para liberar a la chica. Tendréis que ser muy prudentes”, les dijo el sacerdote a los dos periodistas antes de que llegara Marta acompañada por su madre. Llevo ya 16 sesiones y todavía no he conseguido expulsarlo [el demonio], cuando en los casos más normales, basta con dos o tres.

Nada más entrar en la capilla, madre e hija se preparan para el rito –rememora Vidal–. Marta se pone unos calcetines blancos, mientras su madre saca del bolso un rosario, un crucifijo de unos 15 centímetros y una postal de la Virgen de Fátima, y los coloca al lado de la colchoneta. Trato de registrar el más mínimo detalle en mi mente. Sigo pensando que asisto a un montaje.

Presiento que el rito va a comenzar. Me siento, expectante, en el banco –sigue recordando el cronista–. El exorcista extiende su mano derecha y la impone sobre el rostro de la joven, sin tocarla. Luego, cierra los ojos, agacha la cabeza y susurra varias veces una plegaria ininteligible. Un alarido desgarrador, el primero, rompe el silencio de la capilla, penetra en mi alma y me pone la carne de gallina, sigue diciendo.

No es humano –añade Vidal–. Es un chillido sobrecogedor y profundo el que sale de la garganta de Marta. Pero no puede ser ella. No es su tono de voz. Es ronco y masculino. El padre Fortea sigue rezando y los rugidos se suceden. Poco a poco, el cuerpo de la joven se estremece vivamente. Su cabeza se mueve de un lado a otro con lentitud al principio, con inusitada rapidez después.

Ante la salmodia del exorcista, la joven gime y se retuerce sin parar. Al instante, el gemido se convierte en rugido desgarrador, altísimo, furioso. El exorcista acaba de colocar el crucifijo sobre su vientre y entre sus pechos, mientras la rocía con agua bendita. Patalea con tanta furia que el crucifijo se cae y la madre lo recoge una y otra vez y se lo vuelve a colocar de nuevo, mientras le acerca el rosario que Marta arroja a lo lejos, con furia.

Parece tranquilizarse un poco pero, inmediatamente, vuelve a rugir. No hay un momento de respiro. El padre Fortea acaba de invocar a san Jorge y, al oírlo, la joven grita, bufa, pone los ojos totalmente en blanco, arquea el cuerpo y se levanta toda entera un palmo de la colchoneta. No doy crédito.

-Besa el crucifijo, dice el exorcista.

-No.

-Jesús es Rey.

-Assididididaj.

-Secuaz de Satanás, estás en tinieblas.

-Assididididaj

-Estás haciendo mucho bien. Por tu culpa, mucha gente va a creer en Dios.

-No.

-Sal, Zabulón, te lo ordeno en nombre de Cristo. Te espera la condenación eterna. No hay salvación para ti.

Al ser invocado el nombre de San Jorge, la chica arquea el cuerpo y levita sobre el suelo.

Mi mente gira a toda velocidad –confiesa el periodista–. Estamos en el clímax de un ritual que, hasta ahora, no encajaba en mis esquemas. Y eso que en el seminario los curas siguieron alimentando mi miedo infantil al Maligno, siempre dispuesto a tomar posesión de un alma.

Después del Concilio Vaticano II, el dogma de la existencia del diablo pasó a ser una “parte vergonzosa de la doctrina” y, como tantos otros católicos, también yo prescindí de ella, recuerda Vidal.

Los gritos se detienen en seco en el momento en que el sacerdote sale de la capilla. Noto cierta decepción en el rostro de la madre –reconoce–. Me da la sensación de que esperaba que fuese hoy. Ha pasado casi tres horas de rodillas, pero en su cara no hay signos de cansancio, sólo de cierta desilusión.

Recoge con paciencia la estampa de la Virgen y el crucifijo y sale de la capilla. Mi compañero y yo nos quedamos solos con la endemoniada. Unos segundos que se hacen eternos. Nos hemos quedado pegados al banco, sin respiración. De pronto, se vuelve hacia nosotros, abre los ojos (que ha mantenido en blanco durante tres horas) y nos lanza una mirada que no olvidaré mientras viva.

Sus ojos son de otro mundo. Nunca vi algo así en mi vida. Al instante, la mirada vuelve a ser la de Marta, que nos sonríe, se levanta con tranquilidad, se sienta en el banco y se quita los calcetines blancos que dobla con sumo cuidado. Noto que apenas suda, a pesar de las tres horas de ejercicio continuo. Se pone los pendientes y nos vuelve a sonreír.

-¿Cómo éstas?

-Cansada

-¿Sabes lo que ha ocurrido?

-No, no recuerdo. Y mientras nos habla, coge la estampa y el crucifijo, a los que hace un rato tanto odiaba, y los besa con cariño.

-¿Te duele la garganta?

-No.

Y su voz es tan suave como cuando llegó. Nadie diría que por esa misma garganta salieron aullidos durante tres horas.

-¿Sabes por qué estás aquí?

-Sí, eso lo sé. Sé que tengo…

No termina la frase. Respetamos su silencio.

Rezo por Marta y por su madre. Lo que vi no es un montaje, concluye el periodista.

El diario El mundo, al publicar la crónica, escribió el domingo un editorial en el que reconoce que la narración de Vidal es coherente, y concluye: “Cada uno es libre de buscar la explicación que desee a sucesos como los que describe hoy José Manuel Vidal”.

El Señor me quebrantó en una Adoración al Santísimo…

Nombre: Edgar Hernando González

Profesión: Ingeniero de Sistemas.

Edad: 26 años.

Ciudad: Bogotá D.C. Colombia.

Quiero compartir mi Testimonio de Vida.

MI TESTIMONIO:

Mi Ateismo:

Yo era un hijo de padres Católicos Tradicionales. Tenía mucho éxito en la parte académica y ocupaba los mejores puestos desde mis primeros años en la escuela hasta llegar al Colegio. Siempre me caractericé por leer y no “comer entero”. Me gustaban mucho los temas científicos, la filosofía y los temas de misterio.

Cuando estaba en la escuela tenía una profesora comunista, y siempre me habló mal de la iglesia tanto Católica como Cristiana, me comentaba el poder que dichas iglesias habían tenido durante la historia y el gran Imperio económico que estas manejaban.

Ya en el Colegio, de tanto leer a Marx, Freud y Nietzche, se hizo más fuerte en mí las frases: “ La religión es el opio del pueblo” y “Fue el hombre el que creó a Dios, debido a sus necesidades” etc. Esto hizo que tomara la decisión de rechazar todo lo concerniente a los temas que hablaran sobre Dios.

Recuerdo que mi familia siempre iba a misa todos los domingos, y que mi papá nos hacia confesar con el sacerdote para la Semana Santa. Siempre existían problemas en mi casa, y con el tiempo, estos problemas fueron creciendo. Esto ratificaba mi posición opuesta frente a la Iglesia.

Yo era un católico social: cumplía con los Sacramentos, asistía a reuniones de Bautismos, Primera Comunión y hasta Matrimonios, muchas veces lo hacía, para que mis padres no se enfadaran conmigo.

Cuando termine mi Secundaria ingresé al Colegio de Árbitros de Fútbol de Bogotá, y comencé con una carrera exitosa, y con el tiempo se convirtió en mi fuente de empleo, (me ayudó mucho en la parte económica).

Ingresé luego a la Universidad, y allí comulgué bastante con ideas socialistas y comunistas, aunque no compartía todo, me parecía una buena forma de servir a la sociedad.

Como cualquier joven universitario acompañaba a los compañeros en rumbas, tomatas, etc. Me sentía muy feliz. Había dejado a un lado mi familia que era un pequeño “Caguán”, y había olvidado mi parte sentimental. Estaba tan sumergido en estas actividades, que esta parte de mi vida no le daba la prelación que necesitaba. Me identificaba con mis “amigos” y compartía la mayor parte de mi tiempo con ellos.

Mi Conversión:

Me inicie en los caminos del Señor gracias al testimonio que dieron mis padres dos años después que ellos dieron ese gran paso, en la Renovación Carismática Católica en el año de 1998.

Mis padres querían acercarme a Dios en una forma que ellos creían correcta (me insistían constantemente ir a misa, asistir a algunos Congresos etc.), esta presión ocasionó que me alejara aún más de las cosas de Dios, y llegamos muchas veces a discutir.

En el Congreso Nacional de Jóvenes del año 2000 en Bogotá, (me llamó mucho la idea de asistir, ya que en la iglesia solo veía viejitos, algunos de ellos se quedaban dormidos en pleno Sermón, jejejeje). Fui por curiosidad y porque me gustaba bastante tener nuevas experiencias. Pero, gran sorpresa, aquel joven que no necesitaba de Dios, se dejó quebrantar el corazón en una “Adoración al Santísimo”,(la llevó a cabo Fray Nelson Medina O.P. www.fraynelson.com ), y me di cuenta, que solo no podía continuar mi caminar por la vida, y que mi ser no era solo cuerpo, sino también alma y Espíritu.

Posteriormente asistí a un Congreso Nacional de Prosperidad en febrero del mismo año (dirigido por el Padre Mauricio Cuesta), en el cual hubo sanación de enfermos y liberaciones demoníacas, y fue ahí donde me di cuenta del poder de Dios y me convencí más de su existencia.

Surge entonces por obra del Espíritu Santo, trabajar con una pastoral juvenil en mi localidad, y es así que nace el grupo “Apocalipsis” en marzo de 2000 (los integrantes en ese entonces: Sandra y Rosi Toscazo, Maria Luisa y David Guío, Edison, Duberney, Nelsy Viviana y Edgar González, Jose Luis y John Herrera, Mireya y Julieth Tejada); la primera reunión se efectuó un día jueves en mi casa y con el permiso de mi señora madre.

Días después se habló con el señor Alonso Tejada (Servidor del Grupo de Oración que dirige Doña Gloria de Bernal en Bosa) para que nos guiara espiritualmente (hoy día es el líder y cabeza del grupo que ahora lleva el nombre “Fuego de Vida”.

Como lo pueden ver me estaba dejando llevar por el Espíritu de Dios, estaba convencido de encontrar ese Jesucristo Vivo. Recibí muchas cosas del Señor, asistí a dos Congresos Nacionales de Jóvenes más, Ibagué 2001 y La Ceja (Antioquia) 2002, y el Señor me habló una vez más a través de la “Adoración al Santísimo”.

A pesar de haber asistido ha dichos Congresos y a muchos más que no enumero en este relato, me di cuenta que la unción me duraba escasamente 4 semanas y continuaba mi vida rutinaria, ya que me faltaba la oración y la lectura de la Biblia. Nadie me exigía, todo dependía de mí.

Mi lucha contra el mundo era tan fuerte, (me hacia falta lo que todo buen Cristiano necesitaba), no oraba ni leía la palabra, y aún más, ningún compañero del grupo juvenil en el cual fui servidor, se preocupó por mí, “se fue uno…, vendrá otro…”.

Me di cuenta que no había valorado lo que había recibido en esos dos años de “Caminar con el Señor”, que esa efusión se había convertido en rutina (lo que llaman mis hermanos cristianos “religiosidad”), andaba con una Biblia debajo del brazo para arriba y para abajo, quería participar en todas las actividades organizadas por la Iglesia y el Grupo de Oración, ir a cuanto Congreso anunciaran por la radio, quería hacer una cantidad de cosas. Estaba feliz de haber conocido de Jesucristo en la Iglesia Católica (que significa universal), pero olvidaba la palabra “Cristiana”, ¿cómo así?, te preguntarás, pues si, Iglesia Cristiana Católica (Iglesia Cristiana Universal), suena algo raro no es cierto, pero ese es el verdadero nombre.

Era libre de decidir, tomar el camino de la tentación o tomar el camino del bien. Pero ya no estaba solo por que había estado cara a cara con Jesucristo y lo había aceptado como mi único Señor y Salvador y que nunca me iba a dejar solo. Que si llegaba a caer era para levantarme pero con la ayuda de Él.