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La Iglesia Católica ha llamado "Santos" a aquellos que se dedicaron a que su propia vida le fuera lo más agradable posible a Nuestro Señor.
Hay unos que han sido "canonizados", o sea declarados oficialmente Santos por el Sumo Pontífice, debido a que por su intercesión se consiguieron admirables milagros.
También, porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se llegó a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.
Para ser declarado "Santo" por la Iglesia Católica, se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero, una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa.
Si se logra comprobar, por el testimonio de muchos, que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes fueron heroicas, es declarado "Venerable".
Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable a través de medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente, si sucede un nuevo y maravilloso milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "Santo".
En el caso de algunos Santos, el procedimiento de canonización ha sido rápido, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años.
Poquísimos otros han sido declarados Santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites de beatificación y canonización, duran 30, 40, 50 y hasta cien años o más.
Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de quien obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.
Los Santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica, son varios millares. Pero, existe una inmensa cantidad de Santos no canonizados, que están gozando de Dios en el Cielo. A ellos, especialmente, está dedicada esta fiesta de hoy.
Morelia, México (1968) - Querido hermano que en este día tan especial que viste la luz de este mundo, que hoy te conceda nuestro Señor "ver" su luz y te de iluminación de conciencia y regreses a nuestra religión. El amantísimo Corazón de Jesús y María derramen su llamita de amor en tu corazón, en tu familia y el mundo entero.
Bogotá, Colombia (1978) - Chiqui: que el Señor te encuentre siempre dispuesto a recibir la gracia que cada día te regala, para que sea un hombre de verdad, seas feliz, justo y solidario y hagas felices a los que viven contigo y/o te rodean!
Besos tu tía Gloria.
Armenia, Colombia - Ya se ganó por lo que luchó en su vida, ahora nos toca seguir a nosotros ese camino de lucha para lograr lo mismo que él o algo mejor.
Bucaramanga, Colombia (2011) - Pedir a Dios por su descanso eterno quién fue llamado a la casa eterna en la aurora de la solemnidad de todos los santos, en su tierra santandereana a la cual se aferró con tesón de agreste guanentino, estampa viva de la raza de Santander y con el ímpetu del vigoroso pastor que siempre hasta el final lo fue. Estamos de luto; pero con la alegría de que un siervo del Señor sea llamado con la tarea cumplida. Sentidas condolencias a toda su familia y a toda feligresía de Bucaramanga, Sangil-Socorro, García Rovira y Medellin, donde principalmente pastoreó el rebaño del Señor encomendado a él como Sacerdote y Obispo. Con sentimiento D.p Ariel Castillo /Bucaramanga
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: "No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios." Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Después esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!" Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: "Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén."
Y uno de los ancianos me dijo: "Ésos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?" Yo le respondí: "Señor mío, tú lo sabrás." Él me respondió: "Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero."
Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua (Apocalipsis 7,2-4.9-14)
Salmo
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes: / él la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor, / le hará justicia el Dios de salvación. / Éste es el grupo que busca al Señor, / que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R
Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor. (Salmo 23 )
2a.
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro.
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mateo 5,1-12a)
Las bienaventuranzas marcan un camino: (1) Reconocer la propia indigencia; (2) Realizar el bien concreto en la vida del hermano; (3) Vivir la persecución en unión con Cristo. 9 min. 9 seg.
Los cristianos a pesar de nuestras limitaciones e incoherencias somos llamados y atraídos por Dios para vivir en plenitud con Él nuestra vocación última: la santidad. 4 min. 50 seg.
Dios ha escuchado la oración de su Hijo Jesucristo para que todos sintamos el llamado a la santidad y la alegría de ser fieles a Él, derramando sobre todos el don de su Espíritu Santo. 4 min. 11 seg.
Al contemplar el triunfo de los santos vemos en ellos que el Evangelio se hizo vida, nos dan esperanza porque su esfuerzo dio fruto y contamos con la eficacia de su intercesión. 5 min. 33 seg.
Para entrar en la ruta de la santidad pidamos al Señor la gracia de aferrarnos solo a Él y que separe nuestros corazones de las mentiras, poderes y placeres de este mundo. 5 min. 16 seg.
Si me estoy continuamente descubriendo la misericordia de Dios que se derrama sobre mis miserias y reconozco su providencia que me guía voy por el camino de la santidad. 6 min. 36 seg.
Nuestra plenitud y realización están en la santidad y aunque el camino sea arduo es posible alcanzarla dándole un sí repetido a Dios, renovando a diario nuestro amor hacia Él. 4 min. 33 seg.
Si se avanza en el camino a la santidad la persona tiene caídas pero éstas son más leves, menos frecuentes y se levanta cada vez más rápido. 5 min. 20 seg.
Celebremos esta solemnidad reconociendo que en medio del pueblo de Dios hay personas que luchan para ser santas, que la Iglesia es santa y tiene un destino eterno porque nuestra patria es el cielo. 5 min. 11 seg.
Trabaja y permite trabajar a Dios en tu sanidad, pero también trabaja y permite trabajar a Dios en tu santidad y en el camino empieza a servir a tus hermanos, no esperes ser prefecto para llegar al servicio. 5 min. 58 seg.
Para apreciar los bienes del cielo debemos entender que los bienes de la tierra son relativos y efímeros, que los bienes del cielo nunca los perderemos y que la verdadera recompensa del cielo es Dios mismo. 7 min. 37 seg.
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1.1 Lo primero que atrae nuestra atención en este día es la contundente manifestación del bien. Estamos acostumbrados a que el mal haga espectáculo. El mal es notorio y llega a volverse notable, y nuestra mente quizá ha llegado a acostumbrarse a eso. La primera lectura cambia este hábito de nuestra mente: "una muchedumbre que nadie podría contar" (Ap 7,9). Después de todo, el bien también existe; está entre nosotros, aunque, por ahora, permanece de modo casi invisible.
1.2 En esa muchedumbre el vidente del Apocalipsis encuentra gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación. Otra imagen que nos sorprende. Tal vez estamos acostumbrados a pensar la salvación en términos de élites y de exclusiones: los del hemisferio Norte tienen un nivel de vida, y los del Sur, otro; los ricos gozan lo que no pueden disfrutar los pobres; los educados y los incultos, los sanos y los enfermos. Siempre parece que la salvación y la felicidad son para un grupo cerrado que deja excluido al resto. La alegría del Apocalipsis es distinta; en ella la exclusión ha sido excluida.
1.3 La muchedumbre de la tierra se une a la muchedumbre del cielo. Pensábamos que luchábamos solos, que sufríamos solos, que no teníamos más compañía que nuestras propias ideas y recursos. De repente, el velo se corre y vemos que estamos y que siempre estuvimos acompañados. Millares de ángeles se gozan en el mismo Dios nuestro, y nuestro gozo es su mismo gozo.
2. Los que han buscado al Señor.
2.1 En el salmo de respuesta hemos dado un nombre a esa hermosa muchedumbre: "los que buscan al Señor". La santidad es presencia de Dios, y por eso es primero búsqueda de Dios. Podemos decir que un santo es aquel que ha sido consecuente y perseverante en su búsqueda de Dios. Pecar es dejar de buscar; el gran pecado es "estacionarse", sentarse al borde del camino y dejar de buscar.
2.2 Esto significa que nuestras faltas y caídas de cada día no deben desesperarnos, porque precisamente lo único grave, lo único irreparable es la desesperación. Es ella la que pretende estacionarnos y detenernos. Pedro traicionó a Jesús; Judas traicionó a Jesús. Sin embargo, Pedro no se estacionó, no se quedó en su pecado; Judas, hasta donde sabemos, sí. Por eso Judas perdió la gracia del apostolado; Pedro, no.
2.3 Si miramos a la muchedumbre del día de hoy, la muchedumbre de los santos que han "buscado al Señor", otra enseñanza nos queda clara: los caminos de la búsqueda son múltiples. La caridad, la penitencia, la predicación, el martirio, la oración escondida, la denuncia profética... ¡cuántos caminos diversos tienen sin embargo un mismo destino: la bienaventuranza! Esto quiere decir que cada uno y cada una de nosotros puede y debe buscar y encontrar su camino, sin dejar de buscar y encontrar al único que es Camino, es decir, Jesucristo.
3. Las bienaventuranzas de Cristo: brújula de santidad para los cristianos.
3.1 El Evangelio nos ofrece la brújula, la carta de navegación hacia la santidad como Dios la quiere en nuestras vidas. Santidad no es lo que nosotros imaginemos sino lo que Dios nos enseña. Jesús es el Santo de Dios y en su vida y su palabra está la santidad que Dios ha pensado para nuestras vidas.
3.2 Las bienaventuranzas de Cristo son realidades que se viven en esta tierra y que preparan la bienaventuranza más allá de esta tierra. No podemos separar la existencia terrena de la vida más allá de este mundo. Quien rechaza las bienaventuranzas ¿podrá aspirar a la bienaventuranza? Quien no acoge a Cristo como Maestro de felicidad en este mundo, ¿podrá gozar de la felicidad que él anuncia más allá de este mundo?
3.3 Esta bienaventuranza celestial se anticipa en el banquete eucarístico. El Cristo que comulgamos hoy es el mismo Cristo que nos recibirá en la gloria; el mismo que se dará como alimento dulcísimo en el cielo, para regocijo de ángeles y hombres. Aprender a comulgar es un ejercicio de cielo. Una misa bien vivida es una escuela de alegría, de alabanza y sobre todo de gratitud.