Los Tres Descubrimientos: 3 de 3, descubrir la gracia: Dios se ha pronunciado compasivamente a mi favor

[Predicación con la comunidad hispana de Lakewood, NJ. Mayo de 2015.]

Tema 3 de 3: Descubrir la gracia: Dios se ha pronunciado a mi favor

* La Ley de Dios es un gran don pero solamente me dice dónde está lo bueno y dónde está lo malo; no nos proporciona en realidad la fuerza para hacer el bien que conocemos.

* Es aquí donde necesitamos la acción de la gracia divina: lo propio de la gracia es darnos el gusto y la fuerza para saborear el bien y practicarlo, incluso cuando es arduo. Y de verdad es arduo soportar ser marginado, burlado, perseguido, o aún más, como ha sucedido a los mártires: torturado y asesinado.

* Cosas particularmente difíciles:

(1) No caer en la desesperación cuando hay escasez ni caer en la arrogancia cuando hay abundancia, ya se trate de dinero, talento, amigos, belleza, juventud u otros bienes.

(2) Amar a los enemigos. Para esto ayuda mucho una oración basada en el padrenuestro: “Señor, cumple tu voluntad en…”

(3) Comprender el don del celibato, sea como vocación propia o como camino de santidad y servicio en la Iglesia.

(4) Y por supuesto perseverar en la fe, la esperanza y el amor hasta el final.

Los Tres Descubrimientos: 2 de 3, descubrir la ley: en mi vida existe lo bueno y existe lo malo

[Predicación con la comunidad hispana de Lakewood, NJ. Mayo de 2015.]

Tema 2 de 3: Descubrir la ley: existe lo bueno y existe lo malo

* Punto de partida: elogio de la ley en el Salmo 19,7-14.

* Cuando dejamos de escondernos detrás de los árboles del paraíso empezamos a descubrir la ley de Dios. Y en esa ley descubre un “orden” querido por Dios, un orden que supera el caos propio de la ignorancia y el pecado. por eso la súplica, a todos necesaria: “¡Señor, haz que vea!” (Lucas 18,41).

* Hay preguntas que nos van conduciendo hacia el Sol de Justicia y Verdad, que es Jesucristo. Esas preguntas son como el alba que precede al amanecer. Hemos de bendecir la intranquilidad o inquietud que nos hace sentir insatisfechos de lo que somos y hemos hecho. En esto hay una misericordia de Dios Padre atrayéndonos así hacia su Hijo, Jesucristo.

* El tipo de preguntas que nos llevan a descubrir el orden de Dios es este: ¿Cuál es el camino? ¿Por qué pienso y hablo pero no hago? ¿Qué es lo que quedará de mi vida?

* Esa clase de cuestiones nos lleva a descubrir que Dios ha dejado su trono preparado en el corazón humano y que cualquier ídolo que usurpe ese trono destroza mis mejores anhelos y al final me deja frustrado. Por ese camino uno llega a descubrir los Diez Mandamientos y sobre todo llega a descubrir a Dios como Aliado.

Los Tres Descubrimientos: 1 de 3, descubrirse pecador: No sirve de nada esconderse

[Predicación con la comunidad hispana de Lakewood, NJ. Mayo de 2015.]

Tema 1 de 3: Descubrirse pecador; no sirve de nada esconderse

* Como Adán en el paraíso, también nosotros solemos usar varias estrategias tratando de escondernos de la Verdad, que es Dios mismo, para justificar nuestro pecado o quitarle importancia. Estos son algunos de los “árboles” que más usamos, así como Adán buscó el bosque (Génesis 3) :

(1) Transferencia de responsabilidad: echamos la culpa a otros.

(2) Nos declaramos ignorantes o preferimos no enterarnos de la verdadera gravedad o las verdaderas consecuencias de nuestros actos.

(3) Falsa justicia: nos consideramos con derecho de maltratar a otros o desquitarnos de otros.

(4) Falsos derechos a pecar: porque soy joven, porque soy el jefe, porque soy hombre…

(5) Falsa idea de libertad: “Yo hago lo que se me dé la gana” Cuando en realidad, el que hace su gana se pone en manos de quien le maneje las ganas.

Quedan obispos realmente católicos en Alemania

“Mons. Stefan Oster, obispo de Passau (Alemania), ha recibido el apoyo público de otros cinco obispos alemanes por su respuesta a las tesis heréticas del Comité Central de los Católicos Alemanes, que ha solicitado que la Iglesia bendiga tanto las uniones civiles de divorciados como las uniones homosexuales. Mons. Oster recuerda que la fe y la Escritura se «basan en la revelación, en el mismo Cristo. Él no es ningún `valor´, sino la misma Palabra de Dios» y pregunta «por qué justo en estos temas cruciales relativos al matrimonio y a la sexualidad hay que cambiar la voluntad de Jesús después de dos mil años»…”

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Soldados evangelizadores en México

La religiosidad de Cortés fue ampliamente compartida por sus compañeros de milicia. Como ya vimos más arriba (76-77), Bernal Díaz del Castillo afirmaba que ellos, los soldados conquistadores, fueron en la Nueva España los primeros apóstoles de Jesucristo, incluso por delante de los religiosos: ellos fueron, en efecto, los primeros que, en momentos muy difíciles y con riesgo de sus vidas, anunciaron el Evangelio a los indios, derrocaron los ídolos, y llamaron a los religiosos para que llevaran adelante la tarea espiritual iniciada por ellos entre los indios.

Pues bien, el mismo Bernal, cuando en su Historia verdadera da referencias biográficas «De los valerosos capitanes y fuertes y esforzados soldados que pasamos desde la isla de Cuba con el venturoso y animoso Don Hernando Cortés» (cp.205), no olvida a un buen número de soldados, compañeros suyos de armas, que se hicieron frailes y fueron verdaderos apóstoles de los indios:

«Pasó un buen soldado que se decía Sindos de Portillo, natural de Portillo, y tenía muy buenos indios y estaba rico, y dejó sus indios y vendió sus bienes y los repartió a pobres, y se metió a fraile francisco, y fue de santa vida; este fraile fue conocido en México, y era público que murió santo y que hizo milagros, y era casi un santo. Y otro buen soldado que se decía Francisco de Medina, natural de Medina del Campo, se metió a fraile francisco y fue buen religioso; y otro buen soldado que se decía Quintero, natural de Moguer, y tenía buenos indios y estaba rico, y lo dio por Dios y se metio a fraile francisco, y fue buen religioso; y otro soldado que se decía Alonso de Aguilar, cuya fue la venta que ahora se llama de Aguilar, que está entre la Veracruz y la Puebla, y estaba rico y tenía buen repartimiento de indios, todo lo vendió y lo dio por Dios, y se metió a fraile dominico y fue muy buen religioso; este fraile Aguilar fue muy conocido y fue muy buen fraile dominico. Y otro buen soldado que se decía fulano Burguillos, tenía buenos indios y estaba rico, y lo dejó y se metió a fraile francisco; y este Burguillos después se salió de la Orden y no fue tan buen religioso como debiera; y otro buen soldado, que se decía Escalante, era muy galán y buen jinete, se metió fraile francisco, y después se salió del monasterio, y de allí a obra de un mes tornó a tomar los hábitos, y fue muy buen religioso. Y otro buen soldado que se decía Lintorno, natural de Guadalajara, se metió fraile francisco y fue buen religioso, y solía tener indios de encomienda y era hombre de negocios. Otro buen soldado que se decía Gaspar Díez, natural de Castilla la Vieja, y estaba rico, así de sus indios como de tratos, todo lo dio por Dios, y se fue a los pinares de Guaxalcingo [Huehxotzingo, en Puebla], en parte muy solitaria, e hizo una ermita y se puso en ella por ermitaño, y fue de tan buena vida, y se daba ayunos y disciplinas, que se puso muy flaco y debilitado, y decía que dormía en el suelo en unas pajas, y que de que lo supo el buen obispo don fray Juan de Zumárraga lo envió a llamar o le mandó que no se diese tan áspera vida, y tuvo tan buen fama de ermitaño Gaspar Díez, que se metieron en su compañía otros dos ermitaños y todos hicieron buena vida, y a cabo de cuatro años que allí estaban fue Dios servido llevarle a su santa gloria»…

Ya se ve que no había entonces mucha distancia entre los frailes apóstoles y aquellos soldados conquistadores, más tarde venteros, encomenderos o comerciantes. Es un falso planteamiento maniqueo, como ya he señalado, contraponer la bondad de los misioneros con la maldad de los soldados: los documentos de la época muestran en cientos de ocasiones que unos y otros eran miembros hermanos, más o menos virtuosos, de un mismo pueblo profundamente cristiano.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.