Iniciativa privada y empresa

336 La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar: « Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos ».702 Esta enseñanza pone en guardia contra las consecuencias negativas que se derivarían de la restricción o de la negación del derecho de iniciativa económica: « La experiencia nos demuestra que la negación de tal derecho o su limitación en nombre de una pretendida “igualdad” de todos en la sociedad reduce o, sin más, destruye de hecho el espíritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa del ciudadano ».703 En este sentido, la libre y responsable iniciativa en campo económico puede definirse también como un acto que revela la humanidad del hombre en cuanto sujeto creativo y relacional. La iniciativa económica debe gozar, por tanto, de un espacio amplio. El Estado tiene la obligación moral de imponer vínculos restrictivos sólo en orden a las incompatibilidades entre la persecución del bien común y el tipo de actividad económica puesta en marcha, o sus modalidades de desarrollo.704

337 La dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana, también en el campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud para elaborar proyectos e innovar: « Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo ».705 Como fundamento de esta enseñanza hay que señalar la convicción de que « el principal recurso del hombre es, junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas ».706

NOTAS para esta sección

702 Catecismo de la Iglesia Católica, 2429; cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 63: AAS 58 (1966) 1084-1085; Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 48: AAS 83 (1991) 852-854; Id., Carta enc. Sollicitudo rei socialis,15: AAS 80 (1988) 528-530; Id., Carta enc. Laborem exercens, 17: AAS 73 (1981) 620-622; Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 413-415.

703Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 15: AAS 80 (1988) 529; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2429.

704Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 16: AAS 83 (1991) 813-814.

705Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833.

706Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 32: AAS 83 (1991) 833


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