Ejercicios sobre el perdón, 9

Mujer en dudaDos Sentimientos Opuestos

La afectividad, fundamento y eje central de toda vida psíquica, alimenta de energía a las demás facultades humanas. Somos afectivos y respondemos afectivamente en todo el contexto de nuestra existencia. El hombre y la mujer necesitamos amar y ser amados. Durante las veinticuatro horas del día vivimos la afectividad, clave para las relaciones con las demás personas y con el mundo circundante, a través de sentimientos de gozo, de experiencias fundantes de Dios; de rechazo, tristeza, agresividad, etc. En la práctica cada uno de nosotros vive lo afectivo como algo que provoca una sensación agradable o desagradable, buena o mala; desde movimientos de amor, satisfacción, alegría, odio, rabia, cólera. Con base en estos sentimientos, decide qué actitud tomar. Es ella el elemento decisivo para el desarrollo y maduración de la persona. Del feliz desempeño de nuestra afectividad depende, en buena medida, la realización vital y la felicidad personal. Procurar un clima de equilibrio afectivo promueve la madurez de la persona.

Manifestamos nuestra afectividad con diferentes vivencias emotivas: amor y odio, deseo y miedo, simpatía y antipatía, alegría y tristeza. Estos movimientos surgen espontáneamente, sin que los controlemos, a partir de un estímulo o de la propuesta de un bien o de un mal concreto, de algo positivo o negativo. El bien o el mal actúan como motor y suscitan continuamente en el hombre atracción o repulsión, con sus variedades extremas y con sus consecuencias, que son breves o duraderas.

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