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El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II, puso fin a la cruel persecución de los cristianos, que había sido llevada a cabo en Persia durante el reinado de su padre.
Sin embargo, el Obispo Abdas, con un celo malentendido, incendió el Pireo, o templo del fuego, principal objeto de culto de los persas.
El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el Obispo reconstruyera el templo. Pero, éste se rehusó a hacerlo.
El rey lo mandó matar, por tanto, e inició una persecución general que duró 40 años.
Uno de los primeros Mártires fue Benjamín, Diácono. Después de que resultara golpeado, estuvo encarcelado durante un año.
Sin embargo, recuperó la libertad gracias al embajador de Constantinopla, prometiendo bajo su responsabilidad, que el Santo se abstendría de hablar acerca de su religión.
No obstante, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición, y no perdió la oportunidad de predicar el Evangelio.
Fue de nuevo aprehendido, entonces, y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, para luego mandarlo decapitar.
Bogotá, Colombia (2009) - El alma de Myriam y de todos nuestros seres queridos y el alma de todos los difuntos descansen en paz por la misericordia de Dios.
Bogotá, Colombia (2011) - Los miembros de la espiritualidad trinitaria, hijos de la Madre de Dios, damos gracias a Dios por la vida de Linito, este gran amante de Dios quien siempre supo darnos un testimonio vivo de vida cristiana.
En aquellos días, [vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y religiosa. Sus padres eran honrados y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un parque junto a su casa; como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí. Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo: "En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo." Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos. A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el parque de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear en el parque, y se enamoraron de ella. Pervirtieron su corazón y desviaron los ojos, para no mirar a Dios ni acordarse de sus justas leyes.
Un día, mientras acechaban ellos el momento oportuno, salió ella como de ordinario, sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el parque, porque hacía mucho calor. Y no había nadie allí, fuera de los dos ancianos escondidos y acechándola. Susana dijo a las criadas: "Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del parque mientras me baño." Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron: "Las puertas del parque están cerradas, nadie nos ve, y nosotros estamos enamorados de ti; consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas." Susana lanzó un gemido y dijo: "No tengo salida: si hago eso, seré rea de muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar contra Dios." Susana se puso a gritar, y los ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del parque. Al oír los gritos en el parque, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Y cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron: "Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín." Fueron a buscarla y vino ella con sus padres, hijos y parientes. Toda su familia y cuantos la veían lloraban. Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los ancianos declararon: "Mientras paseábamos nosotros solos por el parque, salió ésta con dos criadas, cerró la puerta del parque y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un rincón del parque y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros y, abriendo la puerta, salió corriendo. En cambio, a ésta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello." Como eran ancianos del pueblo y jueces,] la asamblea [los creyó y] condenó a muerte a Susana. Ella dijo gritando: "Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí."
El Señor la escuchó. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios movió con su santa inspiración a un muchacho llamado Daniel; éste dio una gran voz: "¡No soy responsable de ese homicidio!" Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: "¿Qué pasa, qué estás diciendo?" Él, plantado en medio de ellos, les contestó: "Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella."
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron: "Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha nombrado anciano." Daniel les dijo: "Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo." Los apartaron, él llamó a uno y le dijo: "¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo." Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados." El respondió: "Debajo de una acacia." Respondió Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios ha recibido la sentencia divina y te va a partir por medio." Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo: "¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?" Él contestó: "Debajo de una encina." Replicó Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros."
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión. Según la ley de Moisés, les aplicaron la pena que ellos habían tramado contra su prójimo y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente.
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. R.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo. (Salmo 22 )
Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida».
Al oír esto, los fariseos le dijeron:
«Estás dando testimonio de ti mismo; por tanto, tu testimonio no tiene valor».
Jesús les contestó:
«Aunque doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy. Ustedes, en cambio, no saben ni de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan con criterios mundanos. Yo no juzgo a nadie, pero si lo hiciera, mi juicio es válido, porque no soy yo sólo el juez, sino que también está conmigo el Padre, que me envió. En su ley está escrito que el testimonio dado por dos testigos es válido. Pues bien: un testigo a mi favor soy yo mismo; pero también da testimonio a mi favor el Padre, que me envió».
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde está tu Padre?»
Jesús les contestó:
«Ni me conocen a mí ni conocen a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre».
Jesús dijo esto cuando estaba enseñando en el templo, junto a las alcancías de las ofrendas. Sin embargo, nadie se atrevió a detenerlo, porque aún no había llegado su hora.
Brilla la justicia de Dios cuando Susana, casta mujer, es rescata de una condena a muerte que no merecía. Brilla aún más la misericordia del Señor cuando una adúltera es perdonada y salvada por Cristo. 4 min. 17 seg.
(1) Sé fiel a tus principios y fíate de Dios; (2) Una sola persona puede hacer una gran diferencia; (3) No te fíes de tu inteligencia; pide sabiduría. 7 min. 59 seg.
Para los judíos, se conoce a la persona conociendo su origen. Cristo afirma que sin conocer al Padre, que ha hablado desde antiguo, no se puede conocer a Cristo. 5 min. 40 seg.
No riñen la misericordia y la justicia en Dios; sólo que aquel que quiera justicia perfecta ha de empezar por si mismo, y entonces descubrirá que igual necesita de misericordia. 4 min. 42 seg.
La acción en nuestra conciencia de Papá Dios y la acción interna en nosotros del Espíritu Santo nos impulsa hacia Jesucristo, quien nos da vida nueva en su nombre. 3 min. 49 seg.
A pesar de que el pecado hunde sus raíces hasta lo más profundo, Dios abre caminos inesperados para que éste se denuncie y la victoria sea del Señor. 5 min. 6 seg.
Cuidado con las opiniones que damos de las personas porque desconocemos demasiado sobre ellas. Solo Cristo conoce nuestra verdad al conocer plenamente su origen en Dios. 5 min. 59 seg.
Pidamos al Señor que en los momentos de angustia, donde nos encontramos en situación de estreches y de presión podamos permanecer fieles al Él. 4 min. 58 seg.
Si el hombre no encuentra la respuesta a su soledad en un reencuentro con Dios seguirá estando solo así se llene de gente, de cosas o de experiencias. 4 min. 54 seg.
Juzgamos con criterios mundanos cuando empezamos a caer en pecados propios de la carne, que no son solamente los pecados de sexualidad, sino también los que incluyen traiciones a la verdad. 7 min. 13 seg.
Cristo es luz por su ejemplo, porque ilumina las tinieblas de nuestro pecado, porque nos muestra el camino luminoso de la virtud, porque nos abre la realidad el cielo al que estamos llamados. 5 min. 47 seg.
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1.1 La primera lectura de hoy termina con una hermosa constatación: "aquel día se salvó una vida inocente". Por esta vez, a lo menos, la perversidad no triunfó, y la maldad del malvado recayó sobre su propia cabeza. Dios intervino a través del profeta Daniel para hacer posible que se salvara esa vida.
1.2 Lo primero, pues, que podemos aprender de esta escena es que ser inocente no siempre implica ser víctima. Ser inocente y buscar la inocencia es en sí mismo una victoria; incluso más: la primera y más radical de las victorias, porque entraña sinceridad, profundidad, durabilidad. De hecho, el que no busca la inocencia jamás se habrá rendido al poder del bien.
1.3 De otra parte, impresiona el veredicto: el mal cayó sobre el malvado; lo que él quería hacer se lo hicieron. Es algo drástico como remedio pero nos deja ver una verdad muy honda: la primera víctima del mal es el malvado. Y esto es fundamental para entrar en el camino del perdón, del perdón serio. No es posible perdonar al que nos ha hecho daño si no descubrimos en él o ella, antes que un agresor, una víctima, una pobre víctima de un poder que en el fondo lo está usando para su desgracia.
1.4 Y así resulta que una ley tan dura, como aquello de aplicar al malvado su propia maldad, en realidad nos pone en ruta de compadecernos, entender y perdonar. El Antiguo Testamento lleva al Nuevo.
2. La luz del mundo
2.1 ¡Qué nombre tan bello se ha dado Jesús hoy! Él es la Luz. Bendito sea su Nombre. Sí, Jesús, tú eres luz y tú nos iluminas.
2.2 La luz nos regala descubrir el bien que podemos desear y el mal que hemos de evitar. La luz nos concede identificar el peligro antes de que nos haga daño y acercarnos a las fuentes donde el hambre, la sed o el descanso nos aguardan. ¡Y todo esto es Jesús para nosotros!
2.3 Semejante declaración, que nos invita a reconocer en el Señor el principio de nuestros bienes, no podía ser recibida en paz por los enemigos de Cristo, que por eso reviran: "Tu declaración no vale; hablas como testigo de ti mismo". Dejemos de lado la insensatez que entraña esta actitud, pues nadie le reclamaría a la fuente de agua fresca un testigo distinto de la sed con que se le acerca, y miremos la respuesta de Nuestro Señor.
2.4 Jesús nos anuncia su "otro" testigo: el Padre. Lo paradójico es que la obra del Padre se hace presente en el mismo Hijo. De modo que son dos y es uno. La obra del Padre es la presencia del Hijo, y así el Hijo es el hijo y es el testimonio del Padre. ¿No es bello?