La Misa

La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto.

¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales, para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y urjan al Sacerdote, en su afán de recortar, de apresurar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?

“¡Tratádmelo bien, tratádmelo bien!”, decía, entre lágrimas, un anciano Prelado a los nuevos Sacerdotes que acababa de ordenar. -¡Señor!: ¡Quién me diera voces y autoridad para clamar de este modo al oído y al corazón de muchos cristianos, de muchos!

Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario… -Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! (“Nuestra” Misa, Jesús…)

Más pensamientos de San Josemaría.

Claves para crecer en pareja

“El amor no es algo abstracto. Quizá comenzó como un corazón grabado en el tronco de un árbol (un icono es el dibujo de la abstracción), pero sólo se hizo real cuando conformó un proyecto de vida común que va creciendo a base de pequeñas hazañas cotidianas. Son tal vez minúsculas, pero decisivas para mantener encendida la llama de ese amor que nació con vocación de ser para siempre. La vida en pareja es de esas realidades que, si no crecen, mueren. No basta con repasar de vez en cuando con la punta de la navaja aquel corazón tatuado, aunque también hay que hacerlo, sino, sobre todo, hay que ir regando el árbol todos los días, abonándolo periódicamente, podándolo en temporada y cuidándolo siempre…”

Crecer en pareja

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Muchos piensan del sacerdote…

Doce reflexiones sobre ideas incompletas o deformadas sobre el sacerdocio.

Muchos piensan del sacerdote que si confiesa bien eso significa que le fascina confesar.

Muchos piensan del sacerdote que si eligió el celibato es que le encanta la soledad.

Muchos piensan del sacerdote que basta con que cumpla su tarea y función; no se dan cuenta que así lo empujan a volverse sólo un funcionario.

Muchos piensan del sacerdote que su compasión y misericordia implican que no incomode hablando del pecado, mucho menos al pecador.

Muchos piensan del sacerdote que la única manera de saberlo “cercano” es sentirlo “cómplice.”

Muchos piensan del sacerdote que su autoridad termina cuando termina la liturgia que celebra.

Muchos piensan del sacerdote que su gran deber es gustar y caer bien; y luego volverse prescindible, encarcelado en lo políticamente correcto.

Muchos piensan del sacerdote que su vocación es un oficio más, y la liturgia, una repetición que cualquiera puede seguir haciendo.

Muchos piensan del sacerdote que si su vida es difícil de entender es porque está haciendo algo fundamentalmente errado o dañado.

Muchos piensan del sacerdote que si se siente mal es culpa suya o de su Iglesia, y que por tanto todo su dolor es buscado.

Muchos piensan del sacerdote con ojos que les da el demonio, el mundo o la carne, y así poco ven y nada entienden.

Muchos piensan del sacerdote mucho de lo dicho; pero hay también almas profundamente eucarísticas que perciben el misterio en el ministerio.

La Doctrina Social: Un conocimiento iluminado por la fe

72 La doctrina social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales. Esta génesis explica el hecho de que hayan podido darse algunas oscilaciones acerca de la naturaleza, el método y la estructura epistemológica de la doctrina social de la Iglesia. Una clarificación decisiva en este sentido la encontramos, precedida por una significativa indicación en la « Laborem exercens »,[Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 3: AAS 73 (1981) 583-584] en la encíclica «Sollicitudo rei socialis»: la doctrina social de la Iglesia « no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral ».[Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 571] No se puede definir según parámetros socioeconómicos. No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría propia: es « la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana ».[Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 571]

73 La doctrina social, por tanto, es de naturaleza teológica, y específicamente teológico-moral, ya que « se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas ».[Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 572] « Se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias, operadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en la historia ».[Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 59: AAS 83 (1991) 864-865] La doctrina social refleja, de hecho, los tres niveles de la enseñanza teológico-moral: el nivel fundante de las motivaciones; el nivel directivo de las normas de la vida social; el nivel deliberativo de la conciencia, llamada a mediar las normas objetivas y generales en las situaciones sociales concretas y particulares. Estos tres niveles definen implícitamente también el método propio y la estructura epistemológica específica de la doctrina social de la Iglesia.

74 La doctrina social halla su fundamento esencial en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia. De esta fuente, que viene de lo alto, obtiene la inspiración y la luz para comprender, juzgar y orientar la experiencia humana y la historia. En primer lugar y por encima de todo está el proyecto de Dios sobre la creación y, en particular, sobre la vida y el destino del hombre, llamado a la comunión trinitaria.

La fe, que acoge la palabra divina y la pone en práctica, interacciona eficazmente con la razón. La inteligencia de la fe, en particular de la fe orientada a la praxis, es estructurada por la razón y se sirve de todas las aportaciones que ésta le ofrece. También la doctrina social, en cuanto saber aplicado a la contingencia y a la historicidad de la praxis, conjuga a la vez « fides et ratio » [Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Fides et ratio: AAS 91 (1999) 5-88] y es expresión elocuente de su fecunda relación.

75 La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación,[Cf. Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 14: AAS 58 (1966) 940] es decir,
la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.[Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Veritatis splendor, 13. 50. 79: AAS 85 (1993) 1143-1144. 1173-1174. 1197]

La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razón y por lo mismo no priva a la doctrina social de la Iglesia de plausibilidad racional y, por tanto, de su destinación universal. Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da plenitud de sentido a la comprensión de la dignidad humana y de las exigencias morales que la tutelan. La doctrina social es un conocimiento iluminado por la fe, que —precisamente porque es tal— expresa una mayor capacidad de entendimiento. Da razón a todos de las verdades que afirma y de los deberes que comporta: puede hallar acogida y ser compartida por todos.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.

Creer y crecer

Cinco sugerencias sustanciosas para avanzar en el camino de la fe.

  1. Para dejar de pecar no esperes a que te falten fuerzas, salud, u oportunidad porque en ello no habría ni virtud ni provecho.
  2. Es normal que te fatigues; lo que no es normal, si Cristo vive en ti, es que el cansancio te venza, porque no pudo vencerlo a Él.
  3. Llevar cuentas no es del todo malo. ¿No es bueno, por ejemplo, saber si ahora acerco más gente a la Buena Nueva que hace un año?
  4. Rutina de verdadero avance: CONFÍA en el Señor; CONÓCETE, ARREPIÉNTETE y AGRADECE su don; ÁMALE y, por él, AMA al prójimo; ADORA.
  5. Si Cristo toma como hecho a sí lo hecho a los humildes, ¿dónde buscar luz, sino en lo hondo de ti y en lo despreciado del mundo?