Ojos para ver las maravillas de Dios

El arado que rotura y abre el surco, no ve la semilla ni el fruto.

Tu tarea de apóstol es grande y hermosa. Estás en el punto de confluencia de la gracia con la libertad de las almas; y asistes al momento solemnísimo de la vida de algunos hombres: su encuentro con Cristo.

Nadie puede sentirse tranquilo con una vida espiritual que, después de llenarle, no rebose hacia fuera con celo apostólico.

No es tolerable que pierdas el tiempo en tonterías cuando hay tantas almas que te esperan.

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Fuego de un amor nuevo

«Hominem non habeo» -no tengo a nadie que me ayude. Esto podrían asegurar, ¡desdichadamente!, muchos enfermos y paralíticos del espíritu, que pueden servir… y deben servir. Señor: que nunca me quede indiferente ante las almas.

Ayúdame a pedir un nuev0 Pentecostés, que abrase otra vez la tierra.

“Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y a su madre y a la mujer y a los hijos y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo”. Cada vez veo más claro, Señor, que los lazos de sangre, si no pasan por tu Corazón amabilísimo, son para unos motivo permanente de cruz; para otros, origen de tentaciones -más o menos directas- contra la perseverancia; para otros, causa de ineficacia absoluta; y, para todos, lastre que se opone a un entregamiento total.

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Celo pero con paciencia; paciencia pero con celo por la causa de Dios

Comprendo tu impaciencia santa, pero a la vez has de considerar que algunos necesitan pensárselo mucho, que otros irán respondiendo con el tiempo… Aguárdalos con los brazos abiertos: condimenta tu impaciencia santa con oración y mortificación abundantes.

La fe es un requisito imprescindible en el apostolado, que muchas veces se manifiesta en la constancia para hablar de Dios, aunque tarden en venir los frutos. Si perseveramos, si insistimos bien convencidos de que el Señor lo quiere, también a tu alrededor, por todas partes, se apreciarán señales de una revolución cristiana: unos se entregarán, otros se tomarán en serio su vida interior, y otros -los más flojos- quedarán al menos alertados.

A veces, ante esas almas dormidas, entran unas ansias locas de gritarles, de sacudirlas, de hacerlas reaccionar, para que salgan de ese sopor terrible en que se hallan sumidas. ¡Es tan triste ver cómo andan, dando palos de ciego, sin acertar con el camino! -Cómo comprendo ese llanto de Jesús por Jerusalén!

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Perseverancia en la evangelización

Al considerar que son muchos los que desaprovechan la gran ocasión, y dejan pasar de largo a Jesús, piensa: ¿de dónde me viene a mí esa llamada clara, tan providencial, que me mostró mi camino? -Medítalo a diario.

¿Vacilas en lanzarte a hablar de Dios, de vida cristiana, de vocación,… porque no quieres hacer sufrir?… Olvidas que no eres tú quien llama, sino El: «ego scio quos elegerim» -yo sé bien a los que tengo escogidos.

Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el de más allá, porque te consume el celo por las almas. Aquél cogió miedo; el otro consultó a un “prudente”, que le ha orientado mal… -Persevera: que ninguno pueda después excusarse afirmando «quia nemo nos conduxit» -nadie nos ha llamado.

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Amar sin excusas, al modo de Cristo

No me digas que cuidas tu vida interior, si no haces un apostolado intenso, sin pausa: el Señor -a Quien tú me aseguras que tratas- quiere que todos los hombres se salven.

Ese camino es muy difícil, te ha dicho. Y, al oírlo, has asentido ufano, recordando aquello de que la Cruz es la señal cierta del camino verdadero… Pero tu amigo se ha fijado sólo en la parte áspera del sendero, sin tener en cuenta la promesa de Jesús: “mi yugo es suave”. Recuérdaselo, porque -quizá cuando lo sepa- se entregará.

¿Que no tiene tiempo?… Mejor. Precisamente a Cristo le interesan los que no tienen tiempo.

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Ardor en la causa de Cristo

Has de ser una brasa encendida, que lleve fuego a todas partes. Y, donde el ambiente sea incapaz de arder, has de aumentar su temperatura espiritual. -Si no, estás perdiendo el tiempo miserablemente, y haciéndolo perder a quienes te rodean.

Cuando hay celo por las almas, siempre se encuentra gente buena, siempre se descubre terreno abonado. ¡No hay disculpa!

Convéncete: también ahí, hay muchos que pueden entender tu camino; almas que -consciente o inconscientemente- buscan a Cristo y no le encuentran. Pero “¿cómo oirán hablar de El, si nadie les habla?”

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Evangelizar a través de la amistad

Cuando te hablo de “apostolado de amistad”, me refiero a amistad “personal”, sacrificada, sincera: de tú a tú, de corazón a corazón.

En el apostolado de amistad y confidencia, el primer paso es la comprensión, el servicio,… y la santa intransigencia en la doctrina.

Quienes han encontrado a Cristo no pueden cerrarse en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empequeñecimiento! Han de abrirse en abanico para llegar a todas las almas. Cada uno ha de crear -y de ensanchar- un círculo de amigos, sobre el que influya con su prestigio profesional, con su conducta, con su amistad, procurando que Cristo influya por medio de ese prestigio profesional, de esa conducta, de esa amistad.

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La alegría de llevar la Buena Nueva

Cuando te lances al apostolado, convéncete de que se trata siempre de hacer feliz, muy feliz, a la gente: la Verdad es inseparable de la auténtica alegría.

Personas de diversas naciones, de distintas razas, de muy diferentes ambientes y profesiones… Al hablarles de Dios, palpas el valor humano y sobrenatural de tu vocación de apóstol. Es como si revivieras, en su realidad total, el milagro de la primera predicación de los discípulos del Señor: frases dichas en lengua extraña, mostrando un camino nuevo, han sido oídas por cada uno en el fondo de su corazón, en su propia lengua. Y por tu cabeza pasa, tomando nueva vida, la escena de que “partos, medos y elamitas…” se han acercado felices a Dios.

Oyeme bien y hazme eco: el cristianismo es Amor; el trato con Dios es diálogo eminentemente afirmativo; la preocupación por los demás -el apostolado- no es un artículo de lujo, ocupación de unos pocos. -Ahora que lo sabes, llénate de gozo, porque tu vida ha adquirido un sentido completamente distinto, y sé consecuente.

Naturalidad, sinceridad, alegría: condiciones indispensables, en el apóstol, para atraer a las gentes.

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Apostolado

Despiértales uno a uno, explicándoles -también uno a uno- que, lo mismo que tú, pueden encontrar un camino divino, sin abandonar el lugar que ocupan en la sociedad.

Empezaste con muchos bríos. Pero poco a poco te has ido achicando… Y vas a acabar metido en tu pobre caparazón, si sigues empequeñeciendo tu horizonte. -¡Cada vez has de ensanchar más tu corazón, con hambres de apostolado!: de cien almas nos interesan las cien.

Agradece al Señor la continua delicadeza, paternal y maternal, con que te trata. Tú, que siempre soñaste con grandes aventuras, te has comprometido en una empresa estupenda…, que te lleva a la santidad. Insisto: agradéceselo a Dios, con una vida de apostolado.

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Verifica por ti mismo…

auxilium

«Auxilium christianorum!» -Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria.

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Nunca bajar la guardia

Voy a resumirte tu historia clínica: aquí caigo y allá me levanto…: esto último es lo importante. -Pues sigue con esa íntima pelea, aunque vayas a paso de tortuga. ¡Adelante!

¡Qué grandes deseos te consumen de resellar la entrega que hiciste en su momento: saberte y vivir como hijo de Dios! -Pon en las manos del Señor tus muchas miserias e infidelidades. También, porque es el único modo de aliviar su peso.

Renovación no es relajación.

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Resiliencia

Da muy buenos resultados emprender las cosas serias con espíritu deportivo… ¿He perdido varias jugadas? -Bien, pero -si persevero- al fin ganaré.

«Felix culpa!», canta la Iglesia… Bendito error el tuyo -te repito al oído-, si te ha servido para no recaer; y también para mejor comprender y ayudar al prójimo, que no es de más baja calidad que tú.

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Empeño

«Nunc coepi!» -¡ahora comienzo!: es el grito del alma enamorada que, en cada instante, tanto si ha sido fiel como si le ha faltado generosidad, renueva su deseo de servir -¡de amar!- con lealtad enteriza a nuestro Dios.

Recupera el tiempo que has perdido descansando sobre los laureles de la complacencia en ti mismo… Aprieta el paso en la piedad y en el trabajo: ¡te queda tanto por recorrer aún!; convive a gusto con todos, también con los que te molestan; y esfuérzate para amar -¡para servir!- a quienes antes despreciabas.

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Señales positivas

Otra paradoja del camino espiritual: el alma necesitada de menor reforma en su conducta, se afana más por conseguirla, no se detiene hasta alcanzarla. Y al revés.

Has notado con más fuerza la urgencia, la “idea fija” de ser santo; y has acudido a la lucha cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento. Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad que lucha es sinónimo de Amor, y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que te espera, porque pelearás por El, con El y en El.

Siempre he pensado que muchos llaman “mañana”, “después”, a la resistencia a la gracia.

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Tomar una firme resolución

¡Qué poco listo parece el diablo!, me comentabas. No entiendo su estupidez: siempre los mismos engaños, las mismas falsedades… -Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar en cabeza ajena… Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos.

Así, tonteando, con esa frivolidad interior y exterior, con esas vacilaciones ante la tentación, con ese querer sin querer, es imposible que avances en la vida interior.

Siempre he pensado que muchos llaman “mañana”, “después”, a la resistencia a la gracia.

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Desenmascarando al enemigo

Necesito prevenirte contra una argucia de “satanás”… que intenta servirse de las circunstancias más normales, para desviarnos poco o mucho del camino que nos lleva a Dios. Si luchas, y más aún si luchas de veras, no debes extrañarte de que sobrevenga el cansancio o el tiempo de “marchar a contrapelo”, sin ningún consuelo espiritual ni humano. Mira lo que me escribían hace tiempo, y que recogí pensando en algunos que ingenuamente consideran que la gracia prescinde de la naturaleza: “Padre: desde hace unos días estoy con una pereza y una apatía tremendas, para cumplir el plan de vida; todo lo hago a la fuerza y con muy poco espíritu. Ruegue por mí para que pase pronto esta crisis, que me hace sufrir mucho pensando en que puede desviarme del camino”. -Me limité a contestar: ¿no sabías que el Amor exige sacrificio? Lee despacio las palabras del Maestro “quien no toma su Cruz «cotidie» -cada día, no es digno de Mí”. Y más adelante: “no os dejaré huérfanos…”. El Señor permite esa aridez tuya, que tan dura se te hace, para que le ames más, para que confíes sólo en El, para que con la Cruz corredimas, para que le encuentres.

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