Humildad auténtica

¡Qué bueno es saber rectificar!… Y, ¡qué pocos los que aprenden esta ciencia!

Aunque eres tan poca cosa, Dios se ha servido de ti, y continúa sirviéndose, para trabajos fecundos por su gloria. -No te engrías. Piensa: ¿qué diría de sí mismo el instrumento de acero o de hierro, que el artista utiliza para montar joyas de oro y de piedras finas?

Tu vocación -llamada de Dios- es de dirigir, de arrastrar, de servir… Si tú, por falsa o por mal entendida humildad, te aíslas, encerrándote en tu rincón, faltas a tu deber de instrumento divino.

«Quia respexit humilitatem ancillæ suæ» -porque vio la bajeza de su esclava… -¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes! Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda.

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Elogio de la genuina humildad

Si eres sensato, humilde, habrás observado que nunca se acaba de aprender… Sucede lo mismo en la vida; aun los más doctos tienen algo que aprender, hasta el fin de su vida; si no, dejan de ser doctos.

Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde. El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, lléname de tu claridad: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas… Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario. -Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada.

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La falsa humildad frena la obra de Dios

Le dice Pedro: ¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies? Respondió Jesús: lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás después. Insiste Pedro: jamás me lavarás Tú los pies a mí. Replicó Jesús: si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Se rinde Simón Pedro: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. Ante la llamada a una entrega total, completo, sin vacilaciones, muchas veces oponemos una falsa modestia, como la de Pedro… ¡Ojalá fuéramos también hombres de corazón, como el Apóstol!: Pedro no permite a nadie amar más que él a Jesús. Ese amor lleva a reaccionar así: ¡aquí estoy!, ¡lávame manos, cabeza, pies!, ¡purifícame del todo!, que yo quiero entregarme a Ti sin reservas.

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Sobre la falsa y la verdadera humildad

Esas depresiones, porque ves o porque descubren tus defectos, no tienen fundamento… -Pide la verdadera humildad.

Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad: -pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; -querer salirte siempre con la tuya; -disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera; -dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; -despreciar el punto de vista de los demás; -no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; -no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; -citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; -hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; -excusarte cuando se te reprende; -encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; -oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti; -dolerte de que otros sean más estimados que tú; -negarte a desempeñar oficios inferiores; -buscar o desear singularizarte; -insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…; -avergonzarte porque careces de ciertos bienes…

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Grandeza de la humildad

“La oración” es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo. “La fe” es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia. “La obediencia” es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios. “La castidad” es la humildad de la carne, que se somete al espíritu. “La mortificación” exterior es la humildad de los sentidos. “La penitencia” es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor. -La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.

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Tres palabras sobre la Cruz

Jesús llegó a la Cruz, después de prepararse durante treinta y tres años, ¡toda su Vida!

La Cruz está presente en todo, y viene cuando uno menos se la espera. -Pero no olvides que, ordinariamente, van parejos el comienzo de la Cruz y el comienzo de la eficacia.

El Señor, Sacerdote Eterno, bendice siempre con la Cruz.

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Misterio del dolor fecundo

No pases indiferente ante el dolor ajeno. Esa persona -un pariente, un amigo, un colega…, ése que no conoces- es tu hermano. -Acuérdate de lo que relata el Evangelio y que tantas veces has leído con pena: ni siquiera los parientes de Jesús se fiaban de El. -Procura que la escena no se repita.

Imagínate que en la tierra no existe más que Dios y tú. -Así te será más fácil sufrir las mortificaciones, las humillaciones… Y, finalmente, harás las cosas que Dios quiere y como El las quiere.

A veces -comentaba aquel enfermo consumido de celo por las almas- protesta un poco el cuerpo, se queja. Pero trato también de transformar “esos quejidos” en sonrisas, porque resultan muy eficaces.

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Dos frases que valen por todo un tratado

¡Sacrificio, sacrificio! -Es verdad que seguir a Jesucristo -lo ha dicho El- es llevar la Cruz. Pero no me gusta oír a las almas que aman al Señor hablar tanto de cruces y de renuncias: porque, cuando hay Amor, el sacrificio es gustoso -aunque cueste- y la cruz es la Santa Cruz. -El alma que sabe amar y entregarse así, se colma de alegría y de paz. Entonces, ¿por qué insistir en “sacrificio”, como buscando consuelo, si la Cruz de Cristo -que es tu vida- te hace feliz?

¡Cuánta neurastenia e histeria se quitaría, si -con la doctrina católica- se enseñase de verdad a vivir como cristianos: amando a Dios y sabiendo aceptar las contrariedades como bendición venida de su mano!

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Otra clase de sufrimiento

No basta tener razón. Además, es necesario saber hacerla valer…, y que los otros quieran reconocerla. Sin embargo, afirma la verdad siempre que sea necesario, sin detenerte por el “qué dirán”.

Si frecuentas la escuela del Maestro, no te extrañará que también tengas que bregar contra la incomprensión de tantas y de tantas personas, que podrían ayudarte muchísimo, sólo con que hicieran el menor esfuerzo por ser comprensivos.

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Valientes y coherentes

Para un hijo de Dios, las contradicciones y calumnias son, como para un soldado, heridas recibidas en el campo de batalla.

Te traen y te llevan… La fama, ¿qué importa? En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos: por los que te maltratan.

A veces no quieren entender: están como cegados… Pero, otras, eres tú el que no ha logrado hacerse comprender: ¡corrígete!

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Fortaleza en la dificultad

¿Pero no te haces cargo de que es tonto sorprenderse de que haya espinas entre las rosas?

Me basta tener delante de mí un Crucifijo, para no atreverme a hablar de mis sufrimientos… Y no me importa añadir que he sufrido mucho, siempre con alegría.

¿No te comprenden?… El era la Verdad y la Luz, pero tampoco los suyos le comprendieron. -Como tantas veces te he hecho considerar, acuérdate de las palabras del Señor: “no es el discípulo más que el Maestro”

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Grandeza de alma al padecer

Pediste al Señor que te dejara sufrir un poco por El. Pero luego, cuando llega el padecimiento en forma tan humana, tan normal -dificultades y problemas familiares…, o esas mil pequeñeces de la vida ordinaria-, te cuesta trabajo ver a Cristo detrás de eso. -Abre con docilidad tus manos a esos clavos…, y tu dolor se convertirá en gozo.

No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale. ¿Te duele? -Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… No se trabaja así un guijarro vulgar.

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Nada ha cambiado en Él

Me comentabas que hay escenas de la vida de Jesús que te emocionan más: cuando se pone en contacto con hombres en dura circunstancia…, cuando lleva la paz y la salud a los que tienen destrozados su alma y su cuerpo por el dolor… Te entusiasmas -insistías- al verle curar la lepra, devolver la vista, sanar al paralítico de la piscina: al pobre del que nadie se acuerda. ¡Le contemplas entonces tan profundamente humano, tan a tu alcance! -Pues…, Jesús sigue siendo el de entonces.

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Testigos de la verdad que salva

Profesor: que te ilusione hacer comprender a los alumnos, en poco tiempo, lo que a ti te ha costado horas de estudio llegar a ver claro.

El deseo de “enseñar”, y “enseñar de corazón”, crea en los alumnos un agradecimiento, que constituye terreno idóneo para la evangelización.

¡Qué lección tan extraordinaria cada una de las enseñanzas del Nuevo Testamento! -Después de que el Maestro, mientras asciende a la diestra de Dios Padre, les ha dicho: “id y predicad a todas las gentes”, se han quedado los discípulos con paz. Pero aún tienen dudas: no saben qué hacer, y se reúnen con María, Reina de los Apóstoles, para convertirse en celosos pregoneros de la Verdad que salvará al mundo.

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Humildad al esparcir la semilla del Evangelio

La maravilla de la Pentecostés es la consagración de todos los caminos: nunca puede entenderse como monopolio ni como estimación de uno solo en detrimento de otros. Pentecostés es indefinida variedad de lenguas, de métodos, de formas de encuentro con Dios: no uniformidad violenta.

Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas. Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados! -Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.

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