Evangelización portentosamente rápida

Evangelización portentosamente rápida

Las esperanzas de aquellos evangelizadores se cumplieron en las Indias. Adelantaremos aquí sólamente unos cuantos datos significativos:

Imperio azteca.

1487. Solemne inauguración del teocali de Tenochtitlán, en lo que había de ser la ciudad de México, con decenas de miles de sacrificios humanos, seguidos de banquetes rituales antropofágicos.

1520. En Tlaxcala, en una hermosa pila bautismal, fueron bautizados los cuatro señores tlaxcaltecas, que habían de facilitar a Hernán Cortés la entrada de los españoles en México.

1521. Caída de Tenochtitlán.

1527. Martirio de los tres niños tlaxcaltecas, descrito en 1539 por Motolinía, y que fueron beatificados por Juan Pablo II en 1990.

1531. El indio Cuauhtlatóhuac, nacido en 1474, es bautizado en 1524 con el nombre de Juan Diego. A los cincuenta años de edad, en 1531, tiene las visiones de la Virgen de Guadalupe, que hacia 1540-1545 son narradas, en lengua náhuatl, en el Nican Mopohua. Fue beatificado en 1990.

1536. «Yo creo -dice Motolinía- que después que la tierra [de México] se ganó, que fue el año 1521, hasta el tiempo que esto escribo, que es en el año 1536, más de cuatro millones de ánimas [se han bautizado]» (Historia II,2, 208).

Imperio inca.

1535. En el antiguo imperio de los incas, Pizarro funda la ciudad de Lima, capital del virreinato del Perú, una ciudad, a pesar de sus revueltas, netamente cristiana.

1600. Cuando Diego de Ocaña la visita en 1600, afirma impresionado: «Es mucho de ver donde ahora sesenta años no se conocía el verdadero Dios y que estén las cosas de la fe católica tan adelante» (A través cp.18).

Son años en que en la ciudad de Lima conviven cinco grandes santos: el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo (+1606), el franciscano San Francisco Solano (+1610), la terciaria dominica Santa Rosa de Lima (+1617), el hermano dominico San Martín de Porres (+1639) -estos dos nativos-, y el hermano dominico San Juan Macías (+1645).

Todo, pues, parece indicar, como dice el franciscano Mendieta, que «los indios estaban dispuestos a recibir la fe católica», sobre todo porque «no tenían fundamento para defender sus idolatrías, y fácilmente las fueron poco a poco dejando» (Hª ecl. indiana cp.45).

Así las cosas, cuando Cristo llegó a las Indias en 1492, hace ahora cinco siglos, fue bien recibido.

El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ESCUCHA, A los 50 años del Concilio Vaticano II, Parte 1 de 2

[Reflexiones en el Primer Congreso de Vida Consagrada de la Diócesis de Zipaquirá, en Agosto de 2013.]

Tema 1 de 2: Contexto histórico amplio

* Es importante ubicar la convocatoria y la celebración del Vaticano II en un contexto histórico amplio, porque es el que nos ayuda a entender la intención de Juan XXIII y el verdadero propósito de los documentos que produjo tan importante asamblea.

* Las dos palabras más importantes son Iglesia y Mundo. Se da una ruptura dolorosa que afecta el ser y la misión de los cristianos. Pero, ¿qué raíces tiene ese rompimiento?

* En la llamada “Edad Media” el énfasis de la predicación de la Iglesia es claro: la vida eterna y la santidad. Las realidades temporales aparecen únicamente como contingentes y fugaces.

* A partir de la consolidación del fenómeno urbano, con lo que implica de comercio, bienestar y cultivo del arte, brota un deseo muy grande de conectar con la época clásica del mundo griego y romano. Los líderes de esa avanzada le dieron un nombre a su propio tiempo: “renacimiento;” consideraban que con ellos “renacía” la cultura clásica y que lo que había estado entre la caída del Imperio Romano y esa época nueva de ellos era un largo y más bien oscuro intermedio; por eso le llamaron: Edad “Media.”

* El impulso renacentista lleva a una valoración intensa de lo natural y de lo humano. Casi que de repente, el “aquí” y el “ahora” ganan importancia y relieve, a menudo en detrimento de las preocupaciones por el “más allá” y la eternidad. El “humanismo,” entendido a la manera de un Erasmo de Roterdam, se convierte en la tendencia dominante en el pensamiento y en la cultura. El ideal de la santidad, sobre todo de la santidad monástica, queda desacreditado por vetusto, miope, incoherente, falto de lustre y atractivo.

* El avance en las artes, sobre todo la pintura y al escultura, cada vez es más valorado por sí mismo, y no simplemente como instrumento para una expresión catequética o litúrgica. Los comerciantes serán los grandes patrocinadores (mecenas) de este surgir artístico, convertido en señal de prestigio y de capacidad de influencia en la sociedad.

* La Iglesia es ambigua frente a estos hechos, y los Papas de corte más renacentista y con mayor inclinación a las artes suelen ser recordados por su poco talante pastoral. Julio II es un ejemplo claro de ello.

* La mirada hacia “lo natural” no es sólo artística. A partir de los avances de Copérnico, Galileo y Newton la naturaleza se revela apasionante; escrita con caracteres que quieren ser descifrados, y que, al parecer, pueden ser descifrados a través de la matemática. Pronto se afianza la idea de que el mundo, la historia y el cosmos deben ser estudiados con las herramientas de ese nuevo conocimiento, que es el que aporta la razón. Tales son las raíces de la Ilustración.

* Una nueva clase social lucha por abrirse paso: la de los “intelectuales.” Su obra principal y programática será la Enciclopedia, señal de una aspiración de abordar el mundo y la vida con ojos de investigación, hipótesis, matemáticas, análisis y síntesis. La Biblia es puesta a comparecer ante esos ojos críticos de la nueva ciencia y por supuesto, puesta en ese contexto, se la ve como insuficiente, arbitraria, y sobre todo, como instrumento de dominación de un grupo en la sociedad: el clero.

* Contra el clero y su capacidad de influir en la sociedad enfilan sus baterías aquellos “ilustrados,” entre los que destaca Voltaire, con su lema blasfemo e incendiario: “¡Destruid a la Infame!” [la Iglesia]. La entronización de la “diosa” razón es a la vez el grito de guerra contra la fe en una revelación y en una Iglesia.

* Durante breve tiempo creen aquellos “ilustrados” que se puede afirmar un “dios,” figura lejana, abstracta, cuyo único papel sería servir de fundamento último a la realidad que la ciencia escruta con autonomía y libertad. Pronto ese “dios” inútil es desechado por hombres arrogantes aunque muy brillantes intelectualmente, como Laplace. Pasamos así a una fase de ateísmo racionalista y excluyente, que ya no sólo niega a Dios sino que desea desterrar cualquier vestigio suyo en la sociedad.

* Es comprensible entonces que las primeras reacciones de la Iglesia, en el corazón del siglo XIX, sean fuertes y que tengan el tono de quien da una voz de alarma o hace sonar la trompeta. El “Syllabus” de Pío IX, publicado en Diciembre de 1864, corresponde a ese momento. El tono defensivo de los documentos del Concilio Vaticano I (1870) quiere dar una respuesta más articulada y no sólo enunciativa. El anhelo de restaurar los estudios escolásticos bajo la guía de Santo Tomás de Aquino, con la encíclica “Aeterni Patris” de León XIII (1879), y su interés por la “cuestión social,” con la encíclica “Rerum Novarum” de 1881, reflejan ese mismo interés. La culminación de estos documentos defensivos está, sin duda, en al encíclica “Pascendi” del papa San Pío X, que condensa con el nombre de “herejía modernista” décadas de rupturas, ataques y malos entendidos que ya no sólo vienen “de fuera” sino que se han instalado adentro mismo de la Iglesia, en sacerdotes, facultades de teología y seminarios.

* Así las cosas, puede afirmarse que a principios del siglo XX una larga serie de “ismos” se levanta contra la Iglesia y bloquea una verdadera posibilidad de transmisión de su mensaje: comunismo, modernismo, cientificismo, positivismo… La sensación es dura porque poco a poco la Iglesia va quedando recluida en la irrelevancia y el prejuicio, y al parecer su principal manera de responder ha sido sólo señalar errores y lanzar anatemas. Por justificado que ello pueda ser, es evidente, por lo menos en el corazón de Juan XXIII, que debe buscarse un camino diferente.

* En la mente y los escritos de Juan XXIII son claras dos cosas, al convocar al Concilio Vaticano II: (1) No se trata de estudiar o definir nuevas cuestiones doctrinales: el Papa siente que la enseñanza de la fe está y debe ser clara. (2) Pero sí hay que buscar cómo puede transmitirse mejor esa fe dada la historia de desencuentros entre la Iglesia y el Mundo. Por ello, él mismo define el Concilio como “pastoral.”

Tal vez el mundo es Corinto, 04 de 10, Inculturación

[Retiro espiritual en el Monasterio de Dominicas en Catamarca, Argentina.]

Tema 4 de 10: Inculturación

* Se suele relacionar a Pablo con el fenomenal impulso que tuvo el cristianismo en el mundo grecorromano conocido. Esto suscita preguntas en dos direcciones: (1) ¿Se alteró fundamentalmente el Evangelio, que se expresó primero en el mundo semita, cuando se abrió al mundo griego y romano? (2) ¿Es verdad que hemos de considerar al apóstol Pablo prácticamente como el creador o fundador de la religión cristiana?

* Quienes hablan de una alteración fundamental del mensaje cristiano al ser vertido en las categorías griegas se refieren fundamentalmente a las diferencias en el modo de entender al ser humano entre los semitas y los griegos. Se da por hecho que para los primeros el punto referente central es la unidad mientras que para los segundos es la dualidad. Los semitas utilizan el término “corazón” como referente a ese centro único de la persona; los griegos leen la realidad en dos planos sobre todo a partir de la herencia platónica: hay un mundo puro y espiritual, de ideas perfectas, y un mundo impuro y material, de solas apariencias.

* Aunque hay algo de cierto en esa crítica, hay que decir que se trata de un punto de vista incompleto y exagerado a la vez. Ni todo lo griego es dualista, ni todo lo dualista es griego, ni todo dualismo es malo.

(1) No todo lo griego es dualista: el sistema hilemórfico de Aristóteles no lo es, por ejemplo.

(2) No todo lo dualista es griego: el maniqueísmo no lo es, por ejemplo. En la Biblia, Jesús habla de cómo el espíritu es animoso y la carne débil; o de cómo la carne de suyo no sirve de nada.

(3) No todo dualismo es malo: un sano dualismo ético supone la clara contraposición entre lo bueno y lo malo. Lo que es contrario a nuestra fe es el dualismo metafísico, que habla de dos principios independientes para el ser, uno para lo espiritual y otro para lo material.

* No hay entonces que suponer que el Evangelio tenía que desfigurarse al expresarse en el lenguaje del mundo griego y romano.

* Y sobre la idea de Pablo como creador de una religión, es una hipótesis que falsea demasiados hechos: Pablo de hecho dice que transmitió lo mismo que recibió. Además su objetivo vital no es ponerse al centro, pues su centro siempre estuvo fuera de sí, en la búsqueda del Reino de Dios, como lo entendía como fariseo, y luego como apóstol de Cristo.