Una Navidad atípica

A estas alturas, todos sabemos lo que nos espera: una Navidad atípica. Muchas de nuestras tradiciones de comida, reuniones, compras o viajes no podrán tener lugar este año. En unos países más que en otros, pero la verdad es que las restricciones propias del tiempo de pandemia quedarán grabadas en el recuerdo de cientos de millones de personas.

La pregunta que nos compete como cristianos y católicos es: ¿Qué es aquello que nadie puede quitarnos de la Navidad? Y la respuesta es sencilla: JESÚS.

Hasta un cierto punto, el hecho de que tantos elementos “externos” se vean tan disminuidos este año puede ser la ocasión de que los rasgos más “internos” y propios de esta fecha sean resaltados en nuestros corazones y en nuestras familias.

La alternativa parece ser: lamentarnos o profundizar en nuestros corazones el sentido precioso y permanente que está en el centro de la Navidad: ¡Dios se hizo hombre!