ESCUCHA, Construir Esperanza, 1 de 3, El diagnóstico

[Retiro de Adviento en la Parroquia de la Asunción, de Hackettstown, NJ.]

Tema 1 de 3: El diagnóstico

* En comparación con la fe o con la caridad, la esperanza cristiana resulta más difícil de ubicar en el contexto de la vida concreta de los cristianos. No resulta, en cambio, demasiado difícil identificar los motivos de desesperación o desesperanza que muchos experimentan al mirar hacia el futuro. Hay serios interrogantes abiertos sobre qué puede sucedernos, no sólo como personas sino incluso como civilización. Conviene revisar algunas de estas fuentes principales de inquietud y desasosiego.

* Incertidumbres económicas. Incluso en países del Primer Mundo, el techo de la deuda externa crece fuera de control. Además, el sistema pensional parece estar descompuesto, hasta el punto de que mucha gente jamás logrará que se le cumpla lo que el sistema le prometió, y para lo que estuvo ahorrando. Otra campo incierto es el de la hipertrofia del sistema de crédito, llevado hasta extremos ridículos que hacen impagables muchas deudas, y convierten la noción misma de poseer algo comprado a crédito como una especie de ficción consentida por todos.

* Las crisis de la familia. Los pasos dados para presentar como “legales” las uniones homosexuales son apenas el primer paso o el síntoma más visible de un conjunto complejo de hechos que en la práctica implican la desaparición de la familia. Hasta cierto punto estamos ahora mismo haciendo experimentos con seres humanos frágiles, llamados los niños. Hay además una ruptura fuerte en la transmisión de la fe y los valores. Muchos papás no podrán adivinar qué fe tendrán sus hijos, o qué idea de sociedad apoyarán.

* Las cosas se agravan debido a la tendencia a cambiar el diálogo por el diagnóstico médico de todo tipo de síndromes, “condiciones” y patologías para los cuales sólo se ofrece un camino: medicación permanente, y en la práctica, vitalicia. Parece cierto que muchos en la industria farmacéutica nos ven a los demás mortales ante todo como clientes potenciales de servicios pagados a término indefinido. No sabemos qué consecuencias a largo plazo tendrá esto a media que la sociedad entera se convierte en rehén de un sistema de control a través de sustancias que no arreglan las dificultades pero sí aíslan a los dificultosos.

* Son abundantes también las incertidumbres ecológicas y tecnológicas: calentamiento global; agotamiento de metales escasos pero indispensables para la sostenibilidad del crecimiento número de aparatos de los que dependemos cada vez más; la llegada del final del combustible fósil (petróleo y gas); el avance de los desiertos y la crisis planetaria de acceso al agua potable. no sabemos si estamos a las puertas de una peste de proporciones apocalípticas porque la resistencia a los antibióticos es un hecho verificado y creciente. Las bacterias con tales características han sido limitadas físicamente en su rango de influencia pero parece cosa de tiempo que un contagio masivo suceda, alguna vez, a partir de algún sitio.

* Son varias las crisis de los jóvenes que resultan de difícil comprensión para los adultos. Muchas de estas crisis parecen derivar de una sensación inicial de haber sido engañados por la omnipresente publicidad del “dios” mercado. Aún más: el enorme volumen de mentira que circula, por ejemplo, por Internet, como información válida termina por hacer casi irrelevante la verdad. Lo que interesa es ser interesante y ante todo: lograr ser aceptado. Además, muchos jóvenes sienten una dura crisis de motivación: ¿De verdad vale la pena estudiar, lograr un título, endeudarse para muchos años con créditos muy pesados, propios de un sistema que mira a los estudiantes como simples clientes? La dura perspectiva que aguarda, amenazante, a la mayor parte de la juventud que tiene oportunidad de estudiar es la de vivir siempre endeudados, sobre todo si alguno pretende adquirir algo de finca raíz.

* Las amenazas no son sólo externas. Hay un límite nuevo que proviene de la comunicación tecnológica: las comunicaciones instantáneas son también comunicaciones “desechables,” que pueden activarse o desactivarse a placer, y que por eso llevan fácilmente a la idea de que el ser humano mismo puede ser “desechado” cuando ya no es interesante, atractivo o útil. Como los jóvenes usan con mayor frecuencia e intensidad estas nuevas tecnologías, son ellos también los que primero y con mayor fuerza pueden padecer las consecuencias de esforzarse continuamente en no ser desechado.

* Todas estas presiones muestran que hay razón en quienes ven el futuro como un peligro o una amenaza. Pero si nuestra vida no depende sólo de los poderes de turno ni de las mentiras de modo, entonces cabe pensar en esperanza. De hecho, la esperanza solamente empieza con la verdad: cuando descubrimos quiénes somos ante Dios, y quién es de verdad el Señor.