Actas del Capitulo Provincial de los Dominicos de Colombia – Prologo
Superar aquel sabor de muerte
La Nueva Alianza estaba ya anunciada en la Antigua, allí donde se reconoce que, a menos que Dios escriba su ley en los corazones, la ley tiene sabor de muerte.
De como sana Cristo las divisiones entre personas
Cristo es manantial de bondad que así atrae a todos a que reconozcan sus propias dolencias y necesidades. Las divisiones entre personas y pueblos caen entonces.
Sanidad y Santidad
Cuatro reflexiones para descubrir cuál es el lenguaje de Dios cuando otorga o no concede la sanación que tanto anhelamos. Click!
Los desequilibrios del mundo moderno
8. Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios.
Surgen muchas veces en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida colectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, finalmente, el desequilibrio entre la especialización profesional y la visión general de las cosas.
Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos.
Nacen también grandes discrepancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias entre los países ricos, los menos ricos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales.
Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima.
[Constitucion Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 8]