124.1. Hay que hablar también de las maldiciones. No es tema grato, pero sí necesario, y contigo yo debo preferir lo necesario a lo grato.
124.2. La sola expresión “¡maldito!” hace temblar tu alma. Y sin embargo, la Escritura habla de maldiciones, así como habla de oscuridades y tinieblas. No puedes cambiar aquella promesa de Dios a Abrahán: «Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra» (Gén 12,3). El amor de Dios por Abrahán queda aquí dramáticamente manifiesto. Si bendecir significara simplemente “desear el bien,” y maldecir “desear el mal,” ¡Dios está diciendo que deseará bienes o males a los que se los deseen a Abrahán!