Ejercicios sobre el perdón: Práctica No. 6

Pidiendo ayudaCuando estamos haciendo un trabajo sobre el perdón, puede suceder que descubramos en nuestro interior una herida antigua que aún sigue viva, aunque de manera inconsciente. Esta herida es capaz de bloquear nuestro proceso de perdón. Por eso es necesario hacerla consciente y someterla a un proceso de curación. Un sacerdote psicoterapeuta nos propone hacer la siguiente

MEDITACIÓN: Adopta una postura cómoda, relájate. Durante varios minutos aparta de ti toda posible distracción, para ello respira profundamente y céntrate en tu proceso de respiración. Inspira despacio. Expira despacio y céntrate en el aire que entra y que sale.

Tómate tiempo para entrar en ti mismo, como has hecho en otros ejercicios de meditación. Vuelve a la situación creada por la ofensa y revive lo que sucedió. Date tiempo para identificar la herida y nombrarla con precisión.

Permanece en contracto con la emoción o el conjunto de emociones que emerge de ti. Después a partir de la emoción identificada o del complejo de emociones, vuelve a tu pasado como si pasaras una a una las páginas de un álbum de recuerdos. Guiado por la misma emoción, deja emerger las imágenes, los recuerdos o las palabras vinculadas a las diversas épocas de tu vida pasada.

Cuando te hayas remontado hasta el recuerdo más lejano, concédete tiempo para volver a ver y a vivir la escena. ¿Qué edad tienes? ¿quién está contigo? ¿qué pasa? ¿cómo reaccionas? ¿qué decisión tomas después de este acontecimiento doloroso?

Recuerda el niño que eras. ¿Cómo estás vestido? ¿dónde está? ¿cómo lo describirías? Observa lo que vive como si estuviese ahí, presente ante ti. Explícale todo lo que pasó. Bendice al Señor por él y dale gracias. Jesús está también presente dándote su amor. Encauza el amor de Jesús hacia la herida que tanto daño te hace. Dile a Jesús: unge, Señor esa herida con el óleo de tu Espíritu, con tu sangre amorosa. Y deja que Jesús realice esta unción que es sanción.

Continúa recorriendo a toda tu experiencia de adulto orante y empieza a hablar con Jesús para que El te tranquilice, llene de amor ese momento y vaya llenando todo tu ser de amor y de equilibrio. El te tranquiliza. Entrégale a su amor, a su unción, todo tu estado de ánimo de aquel momento. Mira cómo él va tomando todo tu ser herido. Te toma entre sus brazos y te llena de su amor y de su ternura.

Si la herida fue ocasionada por una persona es el momento que estés con ella y ponla confiado junto aol Señor. Quédate confiado junto a tu Señor mientras Él te apacigua, siente su amor y la acción de su Espíritu de amor sobre tu compañero/a y sobre ti. Después de un rato de estar junto a Él, levántate, dale un abrazo, y quédate sintiendo su amor, su ternura. Agradécele amorosamente el amor que te ha regalado y abraza también ala persona que te ha herido. Perdónala.

Tómate tiempo para sentir la presencia del Señor, dejar en su manos tu herida para que él la vaya sanando. Si consideras que tienes la suficiente4 confianza en tu Señor, pídele que empieces a perdonar a la persona que te inflingió la herida. Si percibe resistencia, no te esfuerces y continúa alabando a tu Señor por esa persona. Confía en tu Señor y continúa alabándole y sintiendo que su presencia amorosa te arropa a ti y a ti y a la persona que te ha herido. Deja que tu vida se llene del amor que el Seor te está entregando.

Antes de separarte del Señor, agradécele, déjate llenar de su amor, tranquilidad, serenidad, equilibrio. Acabas de dar un gran paso, que tienes que repetir varias veces, por el camino de la sanación y de tu perdón emocional.