47. La Casa de Luto

47.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

47.2. Así como hay un mundo que se extiende ante tus ojos, hay un mundo, un universo entero que sucede allí donde tus ojos no pueden ver. Piensa en el sacramento de la confesión. Un pecador arrepentido recibe la absolución de sus culpas. Tú le ves entrar y luego salir de la iglesia donde se confesó, y probablemente no notas nada en él, quizá sólo una leve sonrisa y una mirada más despejada y tranquila. Y sin embargo, ¡qué cambios extraordinarios han sucedido! Alejado del amor, ajeno a la gracia, hace unas horas o unos días pensaba sólo en venganza; ahora, por la obra del Espíritu Santo, ha trocado sus pensamientos.

47.3. Mírale: está orando por su enemigo y pidiendo perdón por su codicia y su lujuria. Antes despreciaba el parecer de Dios, ahora se repite con devoción: “Sólo Tú, Dios mío, sólo Tú puedes guiar mi alma, sólo Tú vas a ser el Señor de mi vida.” ¿No es ésta una transformación pasmosa y de todo punto admirable? Y sin embargo, tus ojos no pueden descubrirla. Ha sucedido en lo secreto. Sólo los Ángeles hemos tenido noticia de ello, y hemos entrado en esa fiesta que Jesús, Nuestro Señor, prometió para estas circunstancias (cf. Lc 15,7).

47.4. De este ejemplo debes tomar una enseñanza, aquella que te regaló el Apóstol, allí donde dijo: «La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas» (2 Cor 4,17-18). Vivir la vida del Espíritu es tener la mirada en lo invisible; no en la nada, desde luego, sino en esa obra escondida, esto es, la que sucede en “lo secreto,” donde tu Padre del Cielo te ve y te conoce (Mt 6,4.6.18).

47.5. El Cielo ya está, ya existe, ya es, y el clamor de su victoria y el volumen de su canto resuenan en todo el Universo; sin embargo, ha querido Dios que esta victoria, que es la de su Hijo, y estos cantos, que son los de la boda de su Hijo, permanezcan como ocultos, de modo tal que sobre la faz de la tierra no se sienten ni este clamor ni esta victoria. No se sienten con los sentidos del cuerpo, pero ya se dejan oír de las almas que saben vivir en “lo secreto,” en “lo escondido,” en “lo profundo.”

47.6. Ese es el dolor de tu vida de predicador. Haz de predicar algo que no se ve, y trabajar por algo que no verás. Debes estar seguro de lo que no aparece y enseñar a tus hermanos a dudar de lo que aparece. Te corresponde como herencia no fiarte de los aplausos y sí creerle a las lágrimas; preferir, en fin, como te dice la Escritura, la casa del dolor a la casa del gozo, pues «más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín; porque allí termina todo hombre, y allí el que vive, reflexiona. Más vale llorar que reír, pues tras una cara triste hay un corazón feliz. El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa de alegría. Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanza de necios. Porque como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio: y también esto es vanidad. El halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón» (Qo 7,2-7). Así entiendes mejor aquello que te enseñó Jesucristo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5,5).

47.7. Sé muy bien que estas enseñanzas saben a miel en tu boca, y que tu corazón, que ama la sabiduría, se deleita en la verdad que Dios me concede recordarte. ¡No es tan fácil que llegues a vivirlo! Aunque «el halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón» (Qo 7,7), tú corazón es aún sumamente imperfecto, y preferirá, aunque yo le hable, los halagos que le atontan y los regalos que le pervierten.

47.8. ¡Cuánto te falta, hasta que prefieras el reproche del Sabio, es decir de Aquel que es «Fuerza de Dios y Sabiduría de Dios» (1 Cor 1,24)! ¡Qué camino habrás de recorrer hasta encontrar tu gozo en la casa de luto! ¿Sabes cuál es esta casa? Es la Cruz, mi niño, mi amado amigo: es la Cruz. En ella se hace luto por la sequía de amor que padeció Cristo, condenado por este mundo a morir sin una caricia ni un gesto de compasión.

47.9. En Él se cumplió plenamente la palabra del profeta: «Judá está de luto, y sus ciudades lánguidas: están sórdidas de tierra, y sube el alarido de Jerusalén. Sus nobles mandaban a los pequeños por agua: llegaban a los aljibes y no la encontraban; volvían con sus cántaros vacíos. Quedaban confundidos y avergonzados y se cubrían la cabeza» (Jer 14,2-3). Por eso gritó Jesucristo: «¡Tengo sed!» (Jn 19,28); y su clamor, has de saber, fue atendido, porque Dios su Padre le hizo manantial, cuando de su pecho herido y abierto salieron Sangre y agua (Jn 19,34).

47.10. Ve a la Casa de Luto. Haz llanto por Él, que es el Amor de tu alma, como te manda el profeta: «En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito» (Zac 12,10); llora, y que Jesús mismo, en el Día de su gloria, cambié tu tristeza en gozo, te quite el sayal y te vista de fiesta (Sal 30,12).

47.11. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.

Una respuesta a «47. La Casa de Luto»

  1. Hola ! Recien descubro su pagina gracias a catolicosecumenicos.com y no me vendria mal difundirlo a otros en la web, para el bien de mi alma y los demas. Permitame expresar una contradiccion que ha habido en mi despues de leer La Casa de Luto. O es muy profundo su escrito o tal vez es complicado para mí el comprenderlo 100%. Puesto que Jesus nos pide estar siempre alegres gracias a su resurreccion y no siempre de luto como si alguien se nos hubiera muerto. A ver, …. claro ! Ya comprendo, alguien se nos ha muerto: es Jesus en una cruz! Ya lo empiezo a ver mas claro. Tal como mi santa preferida Santa Gema de Galgani lo expresaba vistiendose siempre de negro porque ella se sentia de luto por la muerte de Cristo, de ahi prefirió ser una Pasionista (como quiero a Santa Gema!!! me identifico con ella)…pero…acaso guardar luto toda la vida por la muerte de Cristo no contradice con aquello que se dice: “estad siempre alegres porque Jesus ha resucitado?” Por mi manera de ser, me inclino a estar siempre de luto porque Santa Gema asi me lo ha enseñado. Pero tiendo a la depresion y eso se torna negativo para mi salud psicológica. Que contradicción la que vivo Dios mio! Pero como estar alegres si Jesus murió y como debo estar triste si Jesus resucitó por mi?
    He ahi mi dilema espiritual y yo sé que usted me lo puede aclarar con el afecto que Dios ha puesto en usted.
    Gracias de antemano.

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