Entender el entendimiento (4 de 12)

4. Neurobioquímica

La neurobioquímica investiga las ondas electromagnéticas de la corteza cerebral y la circulación de sustancias psicoactivas, como la dopamina o la oxitocina, y mira cómo se asocian con los distintos estados mentales y procesos fisiológicos en general del cuerpo humano. El rastreo electromagnético se hace usualmente por escanografía magnética; el rastreo bioquímico es más complejo y usualmente va unido a largos y a veces controvertidos estudios siquiátricos.

Con un escáner magnético es posible rastrear la actividad cerebral que va asociada con los órganos de los sentidos, la imaginación, la memoria, la excitación sexual, los sueños, los razonamientos, e incluso temas tan abstrusos como la conciencia del propio yo.

Estos rastreos han adquirido una enorme precisión tanto en lo espacial (localización de zonas específicas del cerebro humano) como en lo temporal (en qué orden son afectadas esas mismas zonas). A estos resultados suelen sobreponerse otros tres niveles de análisis:

(1) Un estudio del origen evolutivo del cerebro. Un resultado de ello, por ejemplo, es descubrir que el olfato es notoriamente “antiguo” entre los sentidos, y que el cerebro olfativo por tanto esta conectado de diversa manera con los niveles más deliberativos de la corteza cerebral.

(2) Un estudio de la evolución del cerebro en cada ser humano, es decir, su formación misma, desde las etapas embrionarias hasta la madurez y el declinar en la vejez. Aquí entran problemas de fondo como por ejemplo: ¿de qué manera descubre una menta humana que hay otras mentes al lado de la suya? Esto, que parece obvio, está casi siempre ausente en el caso de los autistas.

(3) Un estudio sobre patologías particulares. Es un poco triste decirlo pero de hecho hemos aprendido mucho del cerebro en el análisis de las personas con limitaciones debidas a accidentes, enfermedades o situaciones congénitas. Desde los dolores “fantasma” que algunas personas tienen, relacionados con miembros amputados, hasta el Alzheimer o casos extraños de cegueras parciales, estas patologías revelan secretos que de otro modo no hubiéramos sabido dónde encontrar.

Años de investigación muy seria en todos estos campos han producido un volumen impresionante de información que los científicos del cerebro intentan ajustar en un cuadro coherente. La aspiración, por supuesto, es poder decir un día: “Señoras y señores: pensar es ESTO; amar es ESTO OTRO; soñar y aprender son ESTO y AQUELLO;” y así sucesivamente.

Hermoso y solemne, ¿quién lo niega? Pero insuficiente. Veremos por qué.