Carta a Rodríguez Zapatero

Respetado Señor

José Luis Rodríguez Zapatero

Presidente del Gobierno de España

Con altísima probabilidad usted no leerá esta carta. Habrá sin embargo quien quiera leerla y es sobre todo mi conciencia la que me mueve a escribirla.

Brotan mis palabras en los ecos todavía recientes del NO de Francia al proyecto actual de Constitución Europea. Por ironía, un mismo nombre político, la Izquierda, hizo finalmente que en España fuera posible un SÍ acalorado pero claro, y en Francia un NO angustioso pero indiscutible. Yo, que agradezco el don de la fe cristiana, veo en esta ironía la semilla de algo que es más doloroso si se quiere para España, porque ahora España pretende ser vanguardia en una cierta agenda, y resulta que se va quedando sola, de manera que ya no parece la avanzada sino la despistada.

España está despistada cuando, primero que toda Europa y primero que todo el mundo, quiere llamar matrimonio a las uniones de homosexuales. Está desubicada cuando quiere amputar de su pasado todo lo que no quepa en las ideas progresistas del gobierno presente. Se pierde de su propia esencia cuando permite que el arte y las letras se burlen impunemente de los valores cristianos, a sabiendas de que esas mismas burlas serían impensables en contra de musulmanes o judíos. España no tiene Norte si pretende dejar su propia unidad en estado de plebiscito indefinido, como si fuera un juguete de los partidos políticos regionales de turno. Ir adelante en ese modo de hacer política no es ir adelante sino muy atrás.

No soy español pero me duele España. Mi oficio de predicación me lleva a recorrer distintos países y culturas. No hablo, pues, de oídas. Soy colombiano, y sé y digo con orgullo agradecido que he recibido mis grandes tesoros de la que sigo llamando la Madre Patria: la España de Cervantes y de Santo Domingo de Guzmán, y de tantos otros. Sobre todo de Domingo aprendí que es posible y necesario tener una visión, y la conciencia de una alta responsabilidad en el concierto de los pueblos y naciones. El Santo de Caleruega marcó el destino de Europa con lo mejor de su sangre valiente, su palabra encendida, su generosidad incomparable, su tenacidad a toda prueba, su fe sin derrotas.

España no puede hacer otra cosa sino vencer. España existe para vencer y algo de eso busca cuando quiere ser hoy vanguardia en cubrir de fotos rosadas y argumentos sofísticos las páginas de sus medios adiestrados en lo políticamente correcto. Hasta en eso se nota que España no tiene otro destino sino ir adelante, con la nobleza y belleza de su alma ardiente y serena, con la palabra precisa, la mano extendida y el pecho ensanchado.

Como suramericano que soy, conozco bien los defectos de mi Madre Patria. No idolatro a España; la venero. La amo, y duele ver al ser amado traicionar su verdad y perderse liderando la nada. De aquí a veinte años, ¿habrá seguido Europa los caminos agnósticos y pragmáticos, o se habrá espabilado ante el frente común del Islam inmenso o la avanzada imparable de la China atea? Es una pregunta real y la respuesta tendrá que ser real.

Quizá esa respuesta no venga de usted, señor presidente del gobierno español. Quizá venga de los que han contemplado estos años anodinos, este gobernar diletante. Quizá ellos, cansados de jugar a ser cómodos sólo por hoy, empiecen a luchar por algo que merezca la pena, así lo veamos sólo pasado mañana.

Mis palabras son la expresión de una gratitud muy grande. Espero que sus acciones y decisiones nos permitan a todos tener más para agradecer y menos para lamentar.

Con todo respeto,

Fr. Nelson Medina, O.P.