Un poco despistado…

Si lo que querían era despistarme, lo lograron.

Ahora resulta que la gente se está volviendo expresiva en Irlanda. Llego al convento y la señora Liz, que atiende varias cosas en la casa y es como enfermera me sonríe y saluda de mucho beso en la mejilla. ¡Cuándo en mis tiempos! Angela y Mónica, que trabajan a meido tiempo en otros oficios de la casa, lo más querido del mundo, mucho saludo, mucho preguntar cuántas semanas me había ido y así sucesivamente.

Fr. Tom y el Prior con gran abrazo de saludo, y para colmo de extrañeza, el mismo prior, Fr. Adrian, me invita junto con uno de los estudiantes a que salgamos a tomar algo en algún sitio cercano aquí en el centro de Dublín.

¿Se debe al tiempo que ya he pasado aquí? ¿Se debe a las invitaciones del Maestro de la Orden, que pedía una renovación de la vida de comunidad? No lo sé. Pero lo disfruto.