Testimonio de un secuestrado por Al Qaeda

Antonio Pampliega es madrileño, tiene 35 años y trabaja como reportero de guerra. El 12 de julio de 2015 fue secuestrado por Al Qaeda en la ciudad siria de Alepo, mientras grababa un reportaje junto a dos compañeros periodistas. Durante 10 meses, exactamente 299 días, estuvo encerrado en una habitación. Sin noticias del exterior, malnutrido y recibiendo palizas por parte de sus captores, llegó a implorar que le matasen porque ya no aguantaba más.

Dos meses antes de producirse lo que califica como un “accidente laboral”, Mirada 21 habló con Pampliega sobre su experiencia en zonas de conflicto, su forma de trabajar y sus miedos como profesional. Un año después de la liberación, el joven periodista acaba de publicar En la oscuridad (Ediciones Península), donde relata lo vivido aquellos días y recibe de nuevo a este medio para hablar de la que hasta ahora ha sido la crónica más difícil de su vida.

-¿Si le digo ‘libertad’?

Te diría Al Hurriya, que es libertad en árabe y que es la palabra más maravillosa del mundo.

-¿Si le digo ‘familia’?

Mi pilar, mi pilar fundamental.

-¿Si le digo ‘España’?

Mi casa.

– El 8 de mayo de 2016, las televisiones dieron la imagen de tres reporteros de guerra españoles llegando a la base aérea de Torrejón de Ardoz. ¿Qué sintió al volver a casa de nuevo?

Sueñas tanto con ese momento que no te lo crees. Los primeros días fueron como una nube. Me acuerdo de que me daban muchísima información con lo que había pasado, a mí se me olvidaba y al día siguiente les volvía a preguntar lo mismo. Las primeras noches fueron complicadas, tienes que tomar medicación para dormir. Es un proceso que llega hasta hoy, no se acaba el día que nos liberan. Hay que trabajar muchas cosas. Pero, para mí, el momento más duro del secuestro fue el día que nos liberaron, cuando me dieron el teléfono para llamar a mi madre. Son 299 días sin saber absolutamente nada de lo que ha pasado. No sabes si están vivos o si les ha pasado algo.

-¿Cómo fue el rencuentro con su familia? ¿Temió que, después de tantos meses sin noticias suyas, le echaran alguna cosa en cara?

Nadie me ha echado en cara nada, y mira que tenían motivos para hacerlo. Cuando vi a mi madre en Torrejón, después de abrazarla, le dije que en cinco meses me iba y que le daba ese tiempo de margen. Mi madre se rio y dijo que no pasaba nada. Efectivamente, a los cinco meses me fui. Uno de los motivos por los que saco el libro es porque ellos me dijeron que lo contara todo, no solo para que la gente supiera lo que había sufrido, sino porque quizá pueda ayudar a alguien.

Si es usted cristiano no ponga los pies en estos cinco barrios europeos

“A lo largo de los años han existido siempre zonas tan peligrosas en los que incluso la Policía no se ha atrevido a entrar a no ser que fuera armada hasta los dientes. Son barrios, a veces pueblos o ciudades enteras, conocidas como ‘no go’ (no entres), vinculadas a las drogas, las bandas y la delincuencia. Sin embargo, en los últimos años está proliferando y, a un ritmo vertiginoso, otro tipo de ‘no go’ en los que si no eres musulmán es mejor que no entres. Donde la Policía se niega a poner en pie y donde las ambulancias no quieren pasar sin escolta…”

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“El yihadista no pudo degollarme…”

“Me ataron las manos a la espalda. Después me dijo: “Padre, estamos grabando esto para Al Yazira. ¿Quiere decir algunas palabras? Por favor, no más de un minuto”. Yo dije: “No, solo quiero rezar”. Me dejaron un minuto para rezar. Después me empujó desde el hombro hacia abajo hasta que me arrodillé, y dijo: “Tú eres clérigo, y está prohibido que tu sangre caiga al suelo porque sería un sacrilegio”. Así que fue a coger un cubo, y volvió con él para degollarme…”

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Cómo cambia el paisaje religioso en el mundo

“Si el crecimiento demográfico es lo que más impulsa una determinada religión, no cabe duda de que los musulmanes son el grupo religioso que va a crecer más en el próximo futuro. A partir de 2035 el número de niños nacidos de musulmanes superará a los nacidos de cristianos, según el análisis recién publicado por el Pew Research Center, que interrelaciona los datos demográficos y religiosos…”

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Islam, violencia, terrorismo

“En primer lugar llama la atención el esfuerzo, mejor o peor fundado, del Papa por no agravar la delicada situación que vivimos, por rebajar la tensión, por intentar no quebrar aún más el precario equilibrio en que se debate el mundo. La aportación del Papa en favor de la paz es pues meritoria y de gran importancia. Pero también llama poderosamente la atención la equiparación que hace entre “violencia islámica” y “violencia católica”…”

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¿Rezan los musulmanes al mismo Dios de los cristianos?

Con motivo de noticias recientes es inevitable preguntarse si hay algo realmente en común entre los musulmanes y los cristianos. La pregunta, para ser concreto y respetuoso con su tiempo es: ¿Rezan los musulmanes al mismo Dios de los cristianos? Gracias, y que el Señor le bendiga. –H.F.

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No, aunque puede haber, en algún caso, alguna excepción.

Cuando una persona ora, su corazón se dirige hacia aquello que tiene en su mente. Un satanista dirigirá sus palabras hacia lo que él considera que es el diablo. Un judío, a YHWH, que se manifestó a Abraham, Isaac y Jacob. La oración no está separada de la fe que uno tenga.

Ahora bien, para los musulmanes Dios no tiene hijos, no se ha encarnado, no ha muerto por nosotros, no ha enviado ni derramado su Espíritu Santo, no puede “estar” en la Eucaristía: la fe de ellos es muy diversa y en muchos puntos completamente opuesta a lo que nosotros creemos, de modo que el musulmán que nos oye decir el Padrenuestro considera que estamos blasfemando de Dios. Si un musulmán me ve postrado ante el Santísimo Sacramento me considera un idólatra. Es posible que el musulmán sea respetuoso de lo que oye y ve pero de ninguna manera lo comparte. Es artificial y forzado decir que él y yo estamos orando al mismo Dios.

Sin embargo, existe una pequeña, muy pequeña posibilidad: si el musulmán en un momento de su oración ve a Alá solamente como aquel que habló con poder y compasión a Abraham, y si esa es la única consideración que hay en su mente, hasta el punto de que todo lo demás que le enseña el Corán es como si no existiera para él, es posible que ese musulmán esté orando al Dios en quien nosotros creemos. Pero no ha de considerarse esto como frecuente y casi ni siquiera como posible.

El terror islámico

“El islam es difícil de integrar, ya que tiene una cultura, en muchos puntos, opuesta a la corriente de Occidente. Desde el punto de vista religioso, social, de las relaciones hombre-mujer, en relación a la comida… es un sistema completo. Que la religión sea diferente no es un problema. Pero el hecho es que en el islam la religión está ligada a un sistema político, social, cultural, histórico, de costumbres, que afecta todo: el vestir, el dar la mano a uno u a otra, las relaciones sociales…”

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Una Unión Europea cada vez más musulmana

“La población musulmana será el 4,09 por ciento en la Unión Europea en 2020. Y, en 2050, crecerá hasta el 8,12%. Mientras, los cristianos bajarán del 74,23% actual al 61,81% a mediados de siglo, según cálculos de ABC a partir de los datos del prestigioso instituto Pew Research Center. Las estimaciones obedecen principalmente a la menor edad media actual de los practicantes del Islam, su mayor ratio de fertilidad y la inmigración…”

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¿Por qué el Estado Islámico seduce a jóvenes occidentales?

“La llegada de casi 30.000 reclutas extranjeros a Siria e Irak en el último año, la mayoría para unirse al Estado Islámico, es la evidencia contundente de que los esfuerzos de la coalición internacional para reforzar las fronteras, bombardear puntos clave, compartir inteligencia y hacer cumplir las leyes antiterroristas no logran aún disminuir las filas de los combatientes yihadistas…”

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¿Es el Islam, visto en sí mismo, una religión de paz?

Con motivo de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, algunos han querido presentar las cosas de esta manera: “el Islam es una religión pacífica pero en ella, como en tantos otros grupos humanos, hay sectores que se radicalizan; son estos tales los que producen los actos de barbarie…” De verdad, ¿es el Islam, visto en sí mismo, una religión de paz?

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Esa cuestión fue planteada en comentarios a mi artículo Arde París. Debo entonces también aquí recordar algo que publiqué hace poco, de lo cual extracto un fragmento. Es parte de una entrevista al P. Khalil Samir, SJ:

Se oye decir a menudo en Occidente y en ciertos ambientes musulmanes moderados que estos mujáhidín no son verdaderos musulmanes, que su acción es contraria al espíritu del islam, que islam significa, etimológicamente, paz y tolerancia, y otras cosas así. ¿Es correcta esta precisión?

Los occidentales que repiten estas afirmaciones, por lo general, saben muy poco del islam. Aceptan gustosamente estas tesis procedentes de ambientes islámicos. Unas tesis que, en realidad, no son exactas.

Las palabras islam y salam derivan, efectivamente, de la misma raíz, pero no tienen una relación directa. Me explicaré: la raíz s-l-m en árabe, como la raíz sh-l-m en hebreo y en todas las lenguas semíticas, significa «estar sano», «estar en paz» y existe un vínculo semántico entre paz, salvación, salud, etc. Salám, en árabe, significa paz, salama significa salud, islam significa sumisión. La palabra islam deriva del verbo aslama, que significa «someterse» o «abandonarse a»; el islam consiste, por tanto, en el acto de abandonarse o de someterse, se sobrentiende a Dios, pero no significa «alcanzar un estado de paz», aunque alguien pueda añadir, por motivaciones espirituales, esta falsa etimología.

Por otra parte, la violencia está claramente presente en la vida misma de Mahoma, como hemos señalado ya en su biografía. Aquí también es interesante observar que las primeras biografías del fundador no llevan el nombre de sira, como serán llamadas en el siglo tercero de la hégira (siglo IX de la era cristiana), sino el de kitab almagazi, o sea, «el Libro de las razias». Fue el mismo Mahoma el que dirigió sistemáticamente, como jefe político, estas razias o incursiones bélicas, el que las organizó y conquistó, una tras otra, las diferentes tribus árabes. Y éstas se sometieron a él y a su Dios, pagando un tributo que permitía a Mahoma lanzarse a nuevas conquistas.

Inmediatamente después de su muerte (632) fueron muchas las tribus que se rebelaron contra su sucesor, el califa Abü Bakr al-Siddíq (632-634), negándose a seguir pagando el tributo, de modo que el califa les tuvo que declarar la guerra. Los historiadores musulmanes llaman a estas guerras hurüb al-ridda, las guerras de los apóstatas. De ahí ha derivado la obligación de matar a todo el que se eche atrás, al apóstata que reniegue de su fe. Con todo, es preciso añadir que los compañeros del califa le señalaron que esas tribus se negaban a pagar el tributo, sin que por ello abandonasen el islam. En realidad, las tribus consideraban a Mahoma más como líder político que como profeta religioso, y no estaban dispuestas a reconocer, a su muerte, a ningún otro jefe.

La violencia, en definitiva, formaba parte del islam naciente. En aquella época, nadie encontraba nada reprobable en las acciones bélicas de Mahoma, dado que las guerras eran un componente más de la cultura beduina de Arabia. Sin embargo, el problema es que, hoy, los grupos islámicos más aguerridos continúan adoptando ese modelo. Proclaman: «También nosotros debemos llevar el islam a los no musulmanes como hizo el Profeta, con la guerra y la violencia», y fundamentan estas afirmaciones en algunos versículos del Corán.