Arquitectura humana

De acuerdo con el Fondo para la Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por su sigla en inglés), más de la mitad de la población mundial actual nace y crece en las ciudades. La ciudad es nuestro ambiente “natural”, podríamos decir con un juego de palabras. Pero ello no siginifica que cualquier modelo de ciudad sea viable ni que toda ciudad resulta vivible.

Es interesante descubrir que el tema de la ciudad “humana” no es tan nuevo como uno podría pensar. Ya en el Renacimiento hubo quienes buscaron aquellos diseños y planes de ciudades que pudieran coresponder hacer más grata y noble la existencia de sus habitantes. No se preocupaban ellos de nuestros mismos temas: la contaminación, las basuras… ¡o la capa de ozono!, pero sí buscaban aquellos estilos que hicieran más hermosa y digna la vida de cada día.

Pintores como Piero della Francesca quisieron captar el espíritu de su época, según vemos en su “Ciudad Ideal“. En aquella época había una conciencia muy fuerte de lo estético, aun por encima de lo funcional o lo práctico.

Hay varios elementos que yo encuentro comunes en un número de ciudades europeas, y sin ser experto ni mucho menos, me gusta dejar registro de lo que he notado.

La clave está en el balance entre hacer algo grande y hacerlo al mismo tiempo accesible y “posible”. Hay una grandeza que aplasta. Una grandeza que se vuelve exceso, porque pareciera unicamente servir para recordarnos a todos cuántas cosas no podemos. Es la grandeza de las represas gigantescas, las pirámides egipcias o la Gran Muralla en China. Este tipo de grandeza hace su obra en el ánimo de quienes la contemplan. Produce asombro, anonadamiento, incluso sumisión. Pero no es apta para la vida humana, para la vida de cada día.

En el otro extremo, hay modos de vida sencillos y cómodos, incluso funcionales, que sólo tienen un problema: son a su manera un monumento a la trivialidad. Y es el hecho que, así como la vida no puede vivir transida de solemnidad, tampoco es posible en un baño perpetuo de insignificancia. Se necesita encontrar un balance, que refleje a la vez la dignidad de los ciudadanos y su derecho sobre el lugar que habitan. Esto es lo que quiero decir con el balance entre algo que sea “grande” pero que también sea “accesible”.

Según eso, miremos, por decir algo, la altura de los edificos.

Dublín es una ciudad que mantiene una altura de unos 25-30 mts. en la mayor parte de su centro histórico. Ejemplo típico es la que ya he mencionado en otras páginas, la O’Connell Street.

A medida que recorres las calles, hay una sensación grata de algo que es digno y habitable; grave, sin ser pomposo; algo que, si comparamos con la “Città Ideale” de Della Francesca, se inspira sin duda en un tipo de humanismo que permeó por todas partes los burgos europeos.