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Epafrodito parece haber nacido en Filipos. Había ido a Roma, donde Pablo estaba cautivo, para llevarle una nueva colecta de parte de los filipenses.
Allí cayó enfermo de cuidado, pero Dios tuvo misericordia de él y no quiso añadir tristeza sobre el alma de Pablo.
Los mismo filipenses, al saber que su emisario había estado enfermo, ardían en deseos de volverlo a ver, por lo que Pablo no dudó en separarse de su amado colaborador y lo despidió con una carta para los fieles de Filipos.
En la carta, Pablo rogaba a sus queridos neófitos, que recibieran a su compatriota con toda alegría en el Señor, ya que para realizar la misión que le habían encomendado, se había visto al borde de la muerte.
Entregaba su existencia, para suplir los cuidados que los filipenses no le podían dar.
Fuera de este auténtico testimonio, no se poseen otros detalles de la vida de Epafrodito. Sin embargo, el Martirologio Romano señala, que, "luego fue Obispo de Terracina, enviado por San Pedro cuando éste estuvo en Roma bautizando a un buen número de conversos, dejando como Obispo a Lino y partiendo a Terracina, donde consagró a Epafrodito".
San Bartolomé de Pinares, España (2010) - Fue una persona que sufrió duros golpes en la vida, pero siempre mantuvo una fe sólida, muy piadosa y servicial, reuniendo en sí, las dos actitudes de Marta y María (acción y contemplación) del Evangelio. Con su ejemplo nos estimula a seguir a Jesús por encima de toda dificultad. Jaime
Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.
Tú, Señor, tienes razón, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos, los profetas.
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos (Daniel 9,4b-10)
Salmo
No recuerdes contra nosotros / las culpas de nuestros padres; / que tu compasión nos alcance pronto, / pues estamos agotados. R.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro, / por el honor de tu nombre; / líbranos y perdona nuestros pecados / a causa de tu nombre. R.
Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: / con tu brazo poderoso, / salva a los condenados a muerte. R.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo, / ovejas de tu rebaño, / te daremos gracias siempre, / contaremos tus alabanzas / de generación en generación. R.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados. (Salmo 78)
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros."
El arrepentimiento me conduce al terreno de la verdad y también al de la responsabilidad. Ser responsable no es sencillamente ser culpable de lo malo sino tener la oportunidad de construir el bien. 4 min. 20 seg.
No juzgar no quiere decir que uno no distinga lo bueno de lo malo, sino que uno no asuma el papel de juez que define el futuro y destino de otros. 5 min. 56 seg.
No podemos traicionar a las generaciones futuras, debemos transmitir la fe integra, la moral completa; porque lo que hemos recibido es grande y se nos llama a dar lo mejor de nosotros. 4 min. 34 seg.
No detengas el torrente de la gracia, deja que fluya a través de ti para que llegue a tus hermanos el perdón y la compasión que vienen del mismo corazón de Cristo. 4 min. 27 seg.
Al dejar de justificar nuestro pecado queda nuestra necesidad, fragilidad y vulnerabilidad ante Dios experimentando su amor y perdón para ser capaces de amar y perdonar con su fuerza. 4 min. 41 seg.
Nuestra existencia es como una especie de ?tubo? y por consiguiente estamos dando y recibiendo; y acá el Señor nos advierte que lo que vamos a recibir de parte de Él es lo que nosotros estamos dando a los demás. 6 min. 10 seg.
Hoy es el día para aprender a dar de ese amor y gracia que Dios te ha dado; deja que su misericordia haga un surco en tu alma para que luego salga en abundantes obras de amor en favor de tu prójimo. 4 min. 30 seg.
1.1 Podríamos sintetizar la lección preciosa que nos deja la primera lectura de hoy con un lema: "júzgate para no ser juzgado". La sinceridad de nuestro arrepentimiento es un modo de juicio que nos pone en manos, no de la justicia sino de la misericordia divina. Si ante la justicia del mundo declararse culpable es ser reo de pena, ante la justicia de Dios reconocerse culpable es darse la posibilidad de ser perdonado.
1.2 Otro modo de decir esto es así: nosotros, los que no hemos sido justos, reconocemos nuestra falta; el mundo nos ajusticia, Dios nos ajusta. El mundo quiere que paguemos lo que debemos, Dios quiere que agradezcamos lo que recibimos. Dios nos justifica, el mundo nos enjuicia. Para el mundo, la justicia pasa por la condena; para Dios, la justicia evita la condena.
2. Curso rápido para aprender a arrepentirse
(Basado en Daniel 9,4-10)
2.1 Reconoce que Dios fue fiel a su parte y tú no fuiste fiel a la tuya.
2.2 No te justifiques; déjale la parte de las explicaciones a Dios.
2.3 No te defiendas; deja ese trabajo a tu Abogado, el Paráclito, y a tu Abogada, la Sangre de Cristo.
2.4 Reconoce que no eres el primero, ni el más importante ni el más terrible de los enemigos de Dios. Eres uno más. No cedas al orgullo de creer que lo tuyo es "rarísimo", "gravísimo" o "singularísimo". Eres... uno más.
2.5 Reconoce --y sonríe al reconocer-- que es típico de ti equivocarte o pecar, y es propio de Dios comprender y perdonar.
2.6 Aún más: alaba al Señor, porque es más capaz de perdonar que tú de pecar.
2.7 Predica que en Él hay misericordia. Predícalo mucho y de muchas maneras en muchos lugares de muchos estilos y culturas.