La Eucaristía en la vida de los santos

“Todos los santos, sin excepción, han centrado su vida en Cristo vivo, presente en la Eucaristía. Su fe en la presencia real era tan fuerte que se pasaban horas y horas, acompañando, amando, adorando a Jesús sacramentado. Algunos tenían el don de la hierognosis, es decir, de poder distinguir los objetos bendecidos por un sacerdote de los que no lo están y, especialmente, reconocer la hostia consagrada de la que no lo está…”

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Este adorador eucarístico impulso un “milagro” antes de morir

“Leandro Loredo fue un ferviente promotor de las capillas de adoración perpetua en La Plata (Argentina) y antes de su partida al cielo motivó una de las últimas obras considerada por sus cercanos como un “milagro”. Se trata de las 24 horas de Adoración Eucaristía que se realizarán cada fin de mes a partir de enero de 2020 en la capilla del Hospital San Martín de La Plata…”

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A Jesús Eucaristía

Saber que me haces falta,
Jesús Eucaristía,
es gran sabiduría
y es fuente de esperanza,
porque en tu pecho el alma
descansa y tiene vida.

Saber que tú me aguardas,
Jesús Eucaristía…
¡Tú, que todo sabías,
de cómo estaba mi alma!
¡Cómo decirte gracias,
Amor que das la vida!

Puedes escucharlo cantado aquí.

¿Rezar el Rosario mientras la Misa?

Si uno se aburre en la misa y tiende a distraerse, ¿es buena idea aplicarse por ejemplo a rezar el Rosario? — S.M.

* * *

No, no es una buena idea.

Una idea mejor es preguntarnos por qué llegamos a distraernos o aburrirnos en la Santa Misa. Si leemos con atención, por ejemplo, lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Eucaristía (numeros 1322 a 1419), nuestro corazón se llenará de fervor por la grandeza del amor que Dios hace presente en cada celeración eucarística.

Ayuda mucho también llegar con tiempo, preparar nuestro corazón, orar con atención pidiendo el don del Espíritu Santo, y en fin, todo aquello que abra nuestra mente y corazón para presenciar de modo místico pero absolutamente real el mismo sacrificio del calvario.

Algunas decisiones prácticas son útiles también. Hay que situarse donde uno puedo oír y ver lo mejor posible; seguir atentamente las lecturas; y al escuchar la homilía, buscar algunos elementos que uno pueda aplicar a la propia vida.

Rezar el Rosario es una ocupación preciosa y santa pero su lugar no es durante la Misa. Simplemente, no hay NADA que se compara a la grandeza, hermosura y fruto espiritual de la Misa.

Para no aburrirse en Misa

“A veces la gente se queja de que se aburre en Misa, de que lo que se hace y se dice en ella todos los domingos es siempre lo mismo, de que asistir no les sirve de nada y sería mejor dedicarse a otra cosa. Es comprensible, porque nuestros ojos están tan envejecidos por el pecado que a veces necesitamos telescopios para ver las maravillas que tenemos delante de nuestras narices. Siempre me ha parecido especialmente apropiado que uno de los milagros de Jesús fuera devolver la vista a los ciegos: quizá no haya nada que necesitemos más que eso…”

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¿Debe prohibirse a los fieles levantar sus manos en el Padrenuestro?

Padre Nelson, me han dicho que ustedes cómo consagrados levantan las manos a Dios en misa, y nosotros no debemos hacerlo y menos en el Padrenuestro. ¿Dónde puedo investigar esto? –M.Z.

* * *

No hace mucho, un sacerdote amigo, de la Argentina, escribió un texto que es muy educativo y completo, según mi opinión, sobre este tema, y otros relacionados. El nombre de él es P. Leandro Bonnin, y lo que sigue es de su autoría:

SOBRE LOS GESTOS DE LOS FIELES EN LA MISA.

Me parecía interesante puntualizar algunas cosas:

1. Las normas referentes al modo de conducirse durante la Misa están contenidas fundamentalmente en un documento llamado “Instrucción general del Misal Romano“.

Ese documento es de vital importancia, y realmente indispensable para hablar con propiedad sobre todo lo que tiene que ver con la liturgia de rito latino en la Iglesia Católica.

También es una lectura recomendable el documento Redemptionis sacramentum, publicada un año después.

2. En el primero de los documentos citados se habla abundantemente de las diferentes posturas y el modo en que los SACERDOTES deben colocar sus MANOS durante la celebración: si juntas, si extendidas, si elevadas, etc.

Por el contrario, en ningún lugar de dicho documento se establece que los FIELES deban asumir o no puedan asumir alguna determinada postura o actitud con sus MANOS. Por lo tanto, las frases “levantar las manos corresponde solo al sacerdote” y “tampoco hay que agarrarse las manos con la persona de al lado” no son citas textuales ni paráfrasis de este documento.

Tampoco existe la frase: “las formas correctas de poner las manos son…” Es importante verificar la solidez de una afirmación antes de compartirla…

3. Habiendo aclarado que los documentos nunca se refieren en sentido estricto a la postura de LAS MANOS (sí hay referencias específicas al estar de pie, sentados, etc), hay un punto en el cual se habla en general de los GESTOS y POSTURAS CORPORALES:

“42. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del PUEBLO, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el NOBLE DECORO y por la SENCILLEZ, a que SE COMPRENDA EL SIGNIFICADO verdadero y pleno de cada una se sus diversas partes y a que se favorezca la PARTICIPACIÓN de todos.
Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas. La UNIFORMIDAD de las posturas, que debe ser observada por todos los participantes, es SIGNO DE UNIDAD de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes”.

4. ¿Cómo aplicar esos principios a la cuestión concreta de las manos en el Padrenuestro?

Es evidente que no podemos interpretarlas en un sentido estrictísimo, lo que nos llevaría, por ejemplo, a pretender que todos tuvieran las dos piernas extendidas -y no una extendida y la otra flexionada- al estar de pie; a que cuando estemos sentados todos tengamos las rodillas juntas o separadas o ambos pies en el suelo con las plantas apoyadas y con la espalda en el respaldo; o que cuando nos arrodillamos todos tengamos los codos en el reclinatorio o sólo las manos… o si hay que estar toda la Misa con los ojos abiertos o los podemos cerrar… eso es imposible y de ningún modo necesario. Ese mismo criterio estrictísimo nos llevaría a negar -por ejemplo- que alguien pueda sonarse la nariz o taparse la boca al estornudar, porque estaría rompiendo la uniformidad.

También es evidente que tampoco se debe interpretar en un sentido excesivamente amplio, amparados en la referencia a los “sentimientos de los participantes”. Uniformidad es uniformidad, aunque también es bueno precisar que se refiere de modo más explícito a las posturas, sin mencionar los gestos.

Al no establecer indicaciones precisas sobre las manos de los fieles, podemos entender que hay que evitar los gestos que de modo ampuloso y desproporcionado “rompan” la unidad de la asamblea. Esto podría suceder si alguien, por ejemplo, levantara sus brazos de tal modo que obstaculizase la visión del que está detrás o fuera motivo de su distracción. Pero si a alguien le ayuda en su devoción colocar sus manos con las palmas hacia arriba expresando súplica confiada sin distraer a los demás, no hay motivo para impedirlo ni disuadirlo.

En relación al tomarse de las manos, está claro que salirse del propio banco para ir dos o tres adelante o atrás implica un desplazamiento que no corresponde con el momento celebrativo. También está claro que deberían excluirse los modos de “tomarse de las manos” más propios de ambientes de amistad o del deporte. Pero considero que si -por ejemplo- una familia que participa en Misa desea hacer el Padrenuestro tomándose discretamente las manos y sin desplazarse de su sitio… de ningún modo altera el desarrollo de la celebración.

Es evidente que así como no están prohibidas -observada la debida mesura- tampoco están mandadas, y por lo mismo a nadie se debe ni se puede obligar a hacer estos gestos.

Debemos evitar a toda costa que la Liturgia se transforme en un “campo de batalla” entre diferentes visiones, y para ello es preciso leer e interpretar con equilibrio las disposiciones del magisterio.

5. Por último, leyendo algunos artículos sobre este tema, encontré que para muchos estos gestos son negativos por expresar “sentimentalismo” y porque “la unión con Dios pasa por el alma, no por el cuerpo”. Creo que debemos estar atentos a planteamientos así, que pueden alejarnos de la visión unitaria del ser humano que subyace en nuestra fe -el sentimiento forma parte de nosotros y también “va a Misa”- así como una visión un poco gnóstica y dualista que relativiza la importancia del cuerpo.

Que con la mente, el corazón y el cuerpo honremos al Dios Uno y Trino como es debido y él se merece, en unión con María y la Santa Iglesia.

Sólo la mitad de los católicos en Estados Unidos sabe lo que es la Eucaristía

“Elise Harris, da cuenta en Crux de la reciente encuesta del Pew Research Center (Pew) sobre lo que los estadounidenses conocen de su religión. Consistía en 32 preguntas, incluidas 14 sobre la Biblia y el cristianismo, 13 sobre otras religiones del mundo: cuatro sobre el judaísmo, tres sobre la composición religiosa de países específicos, dos para el islam y el hinduismo, y una para el budismo y el sijismo. También había dos preguntas sobre el ateísmo y el agnosticismo, dos sobre el tamaño de las minorías religiosas en la población adulta de los Estados Unidos y una sobre la religión y la Constitución de los Estados Unidos. Según la encuesta, el 50% de los católicos de los EEUU respondieron correctamente a la pregunta sobre la enseñanza sobre la transubstanciación…”

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La solemnidad del Corpus Christi, la expresión de la fe

“La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo nos empuja a expresar nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; a “expresar”, es decir, a manifestarla con palabras, miradas o gestos. La fe tiene su raíz en la acción de la gracia en nuestro corazón, pero abarca la totalidad de lo que somos y, por consiguiente, como la alegría o el amor, necesita ser expresada…”

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LA GRACIA del Miércoles 30 de Enero de 2019

La Eucaristía no es la representación de lo que sucedió en la cruz; es el camino, es nuestra manera de unirnos al único sacrificio de Cristo recibiendo toda gracia y toda bendición.

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La unidad de los sacramentos de la iniciación en los adultos

Aqui, en nuestra Diócesis, a una señora no la bautizaron porque ella “considera que no está decidida/preparada para recibir la comunión”. La pregunta: si bien sé lo que significa comulgar, ¿por qué “obligarla” a recibir los tres sacramentos juntos cuando, recién con el bautismo recibimos la gracia que nos permite entender las cosas divinas? –L.G.

* * *

Un principio de respuesta lo tenemos en la práctica de la Iglesia antigua. Como es bien sabido, en aquella época los bautizos eran mayoritariamente de adultos. Una larga catequesis, de varios años, conocida como etapa del “catecumenado,” conducía a la recepción de los sacramentos de la iniciación. Atención: no son las iniciaciones, sino una sola iniciación en la cual: los pecados son perdonados y recibimos la filiación divina (bautismo); somos sellados por la gracia de su Espíritu (confirmación) y alimentados con el Cuerpo y Sangre de Cristo para que Él viva y realice su misterio en nosotros (eucaristía). Se trata de una sola y misma vida, la vida trinitaria: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por la misma razón, el catecumenado prepara para una nueva vida, una vida que ha sido “iniciada” es decir, que ha tenido un nuevo comienzo a partir del sacrificio de Cristo, la adopción del Padre y la unción y sello del Espíritu Santo. Esta es la versión original y primera de los sacramentos.

Las cosas cambian cuando uno recibe el bautismo siendo niño. Está claro que el sacramento eucarístico no puede recibirse con provecho sin la conciencia de una clara distinción que hay entre el pan ordinario y el pan de la Eucaristía. A medida que más y más cristianos eran bautizados en su infancia, se volvió natural separar por intervalo de unos años la recepción del bautismo y de la eucaristía. No había una razón real para posponer la confirmación y por eso muchos de nuestros mayores fueron confirmados en su infancia pero después vino la idea de que la confirmación era la oportunidad para que un joven o joven adulto “confirmara” su compromiso con Cristo. Esta es la práctica actual es muchísimos lugares pero en realidad no es correcta porque supone una deformación del sentido original, según el cual, no es que yo “confirme” nada sino que es el Señor quien confirma y consolida su obra en mí, por manos de los sucesores de los apóstoles, esto es, los obispos.

El hecho es que actualmente lo común es recibir con separación de años el bautismo, la eucaristía y la confirmación, en ese orden, además.

Pero volvamos al caso de un adulto que quiere ingresar y ser parte de la Iglesia Católica. Debemos suponer que ha recibido una adecuada formación que le muestra la belleza, el fruto y la unión de los sacramentos de la iniciación, según hemos explicado antes, y según fue siempre la práctica de la Iglesia con los adultos. ¿Tendría sentido que la persona dijera: “sí quiero comulgar pero no quiero confirmarme”? Es uno y el mismo Dios el que te da el regalo de la vida nueva. Un bebé tiene el obstáculo, luego superable, de la incapacidad de entender, en cuanto a la Eucaristía; pero tú, no.

Si uno examina el caso se da cuenta que no parece encontrarse ninguna motivación válida y sana para separar los sacramentos de la iniciación en un adulto. ¿Es un capricho? ¿Una vacilación? ¿Una catequesis incompleta? En cualquier situación lo mejor es esperar, orar, resolver dudas, completar formación y luego, así lo permita Dios, proceder a la celebración de los sacramentos.

Cuando un cardiólogo estudia Milagros Eucarísticos

El portal mariano Cari Filii News recoge un comentario al estudio del cardiólogo Franco Serafini sobre los cinco milagros eucarísticos examinados por científicos. El cuadro que resulta es asombroso: “Un diagnóstico clínico preciso, puntual y detallado que coincide perfectamente con lo que leemos en los Evangelios”. Lo ha detallado en un libro al que Costanza Signorelli dedica un reportaje en La Nuova Bussola Quotidiana:

“Un corazón sangrante, que pertenece a un hombre joven, golpeado y condenado, oprimido por un estrés severo de tipo psíco-físico y que, desde hace dos días, se encuentra suspendido entre la vida y la muerte”. Es esta la descripción concreta de aquello que reciben los fieles católicos en el momento en el que el sacerdote pone en su lengua la Hostia consagrada. Y bien: no estamos citando la visión mística entregada por Dios a uno de sus santos. Esta vez es la ciencia la que habla claro y de manera irrefutable. Lo revela el Dr. Franco Serafini en su libro: Un cardiologo visita Gesù. I miracoli eucaristici alla prova della scienza [Un cardiólogo visita a Jesús. Los milagros eucarísticos, examinados por la ciencia].

Un libro imprescindible que reúne los cinco milagros eucarísticos revisados por la ciencia médica: Lanciano (Chieti, Abruzos, Italia, siglo VIII), Buenos Aires (1992-1994-1996), Tixtla (Guerrero, México, 2006), Sokó?ka (Polonia, 2008) y Legnica (Polonia, 2013). A estos se les añadiría un sexto -el milagro de Betania (1991)-, deliberadamente apartado de la tramitación por razones que expone el autor. Por el contrario, se incluyen los dossier sobre los lienzos de la Pasión, cuya inclusión fue impuesta por los mismos resultados científicos, especialmente como consecuencia de los “desconcertantes resultados relacionados con el grupo sanguíneo”, explica Serafini.

El cardiólogo nos introduce así en la enorme mole de trabajo que tuvo que afrontar, revisando personalmente todas las investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años y colaborando, cuando fue posible, con los primeros científicos que “trataron” las reliquias. El resultado es un cuadro sorprendente: “Un diagnóstico clínico preciso, puntual y detallado que no entra en conflicto, más bien coincide, con lo que leemos en los Evangelios y recibimos como don de la Tradición católica”. Pero procedamos con orden.

Lanciano: un corazón que late desde hace trece siglos

Todo nace con el milagro de Lanciano (Abruzzo, provincia de Chieti). En cierto modo se trata de un outsider respecto al complejo de los milagros eucarísticos citados, pero tal vez -también debido a esto-, es el preferido del Dr. Serafini: “Es un prodigio misterioso que tiene características increíbles. Si bien es poco valorado, se puede decir tranquilamente que estamos ante una de las más importantes reliquias de la cristiandad, que sobrevive dese hace trece siglos. Además, explica el cardiólogo, ha sido un milagro absolutamente generoso: no se trata de una Hostia que ha sangrado ‘un poco’; ese día todo el Pan se convirtió en Carne y el todo el Vino en Sangre”. Dicho milagro se sale de la norma por dos razones: ante todo, es el único que no pertenece a la época moderna, se verificó en el siglo VIII; en segundo lugar se diferencia por las modalidades específicas con las que se manifestó. Los milagros eucarísticos recientes, de hecho, se han verificado casi todos después de la “eliminación” de una Hostia consagrada e irremediablemente comprometida.

Para quien no lo sepa, recordamos que en estos casos el procedimiento canónico prevé poner la partícula en un recipiente de agua hasta que se disuelva completamente, durante pocos días; después, el agua de la ablución tiene que revertirse en el sagrario. Pues bien, es este el pasaje que se produce en el prodigio, puesto que la Hostia consagrada, en vez de disolverse, se “transforma” en carne y sangre: así ocurrió en Buenos Aires, en Sokó?ka y en Legnica. En Lanciano no fue así: el prodigio ocurrió, puntualmente, durante la Consagración eucarística, afectando por entero no solo a la Hostia, sino también al Cáliz. Ademas, señala Serafini: “Me gusta porque es un milagro que persiste y nos acompaña desde hace más de 1300 años, transmitido ininterrumpidamente de una generación a otra: esto es muy reconfortante”.

El doble milagro, cuerpo y sangre, en el milagro eucarístico de Lanciano.

Hay, de hecho una “historia en la historia”: así como en el siglo VIII el monje de San Basilio había dudado de la real presencia de Cristo en las especies eucarísticas -duda gracias a la cual se produjo el prodigio-, del mismo modo los monjes franciscanos de la generación pasada se encontraron en herencia una reliquia poco conocida y bastante “difícil”, y también ellos estuvieron llenos de grandes dudas. Por este motivo, en 1970 los religiosos le pidieron al profesor Odoardo Linoli que realizara una serie de estudios científicos. Fue así cómo, de la segunda duda, nace el segundo milagro porque, precisamente gracias a esos análisis se obtuvo un descubrimiento sin precedentes en la historia: “El antiguo tejido analizado -se lee en el informe-, presenta las características típicas e inconfundibles de las células cardiacas. No es sólo el aspecto microscópico el recuerda el músculo cardíaco; es toda la estructura macroscópica de la carne la que recuerda a una sección entera del corazón”.

Dicho en otras palabras: el 11 de diciembre de 1970 el profesor Linoli, al exponer a los monjes los primeros resultados de los estudios, escribirá lo siguiente: “In principio erat Verbum, et Verbum caro factum est!» (En el principio era el Verbo, y el Verbo se hizo carne). Cuando los análisis estuvieron ultimados, ya no hubo dudas de ningún tipo: la Hostia es carne, y la carne es un corazón humano. Un asombro detrás de otro: en Buenos Aires, en Tixtla, en Sokolka y en Legnica las investigaciones lo confirman, estamos ante un corazón humano. Pero no acaba aquí.

La ciencia no tiene dudas: la Hostia aún sufre

Hay un aspecto particular con el cual la ciencia puede dar un auténtico valor añadido al fiel que se acerca al Misterio eucarístico y, al mismo tiempo, suscitar un sobresalto en quien aún no cree. Serafini lo cuenta así: “El tejido cardiaco analizado presenta una doble característica: por una parte la fragmentación/segmentación de las fibras y, por la otra, la infiltración leucocitaria”. Traducido: “Esta descripción médica detallada”, explica el cardiólogo, “nos hace comprender que el sufrimiento de Jesús no es una cuestión genérica; o sea, decir que Jesús sufrió no es un termino vago o abstractamente espiritual. Al contrario, esto se traduce en conceptos precisos de tipo anatomopatológico o histopatológico de los cuales, como veremos, es posible deducir hipótesis de diagnóstico”.

Pero hay más: los leucocitos están activos, lo que significa que la muestra de tejido, en el momento en que fue recogida para ser analizada, ¡aún estaba viva! Estamos ante un resultado sencillamente inexplicable desde el punto de vista científico, y Serafini nos explica el porqué: “Una vez que han sido separados del organismo viviente del que proceden, o después de la muerte del mismo, los leucocitos sobreviven en agua, sin disolverse, sólo durante unos minutos, máximo una hora”. Para comprender la sorpresa de los científicos, basta pensar que, en el caso de la reliquia de Buenos Aires, el tejido estudiado estuvo conservado en agua destilada y sin nutrientes durante más de tres años.

Pero prosigamos. Una vez dicho que el tejido está vivo y sufre, la pregunta surge espontánea: ¿ante qué tipo de sufrimiento nos encontramos? También en este caso el diagnóstico que se prefigura es absolutamente preciso y coherente con el dato de la fe: “En lo que respecta a la sangre”, detalla el cardiólogo, “la linfocitosis y la hipogammaglobulinemia encontradas en el laboratorio son compatibles con el cuadro clínico de un paciente politraumatizado: una persona pisoteada, golpeada o víctima de un grave accidente, sometida a un grave shock, con una situación de estrés psicofísico agudo o subagudo, con una línea temporal de uno/dos días desde el comienzo de dicha situación”.

El mismo discurso vale para el tejido cardíaco que nos desvela “no una enfermedad cardíaca o un infarto que depende de defectos coronarios, sino más bien un daño severo de estrés mediado por las catecolaminas… Es decir, hablamos de ese tipo de situación que vemos en las biopsias o en las autopsias de los pacientes que han sufrido una grave postración de tipo psíquico, farmacológico o traumático. Por ejemplo, en víctimas de un accidente aéreo o en… condenados a muerte”.

El grupo sanguíneao y… la bomba de gracia

De entre los numerosos aspectos en los que se han centrado las diferentes investigaciones, hay uno en particular que, para la ciencia, no admite réplicas. Se trata del descubrimiento del grupo sanguíneo, en esos casos en los que se han realizado los análisis pertinentes. Hablamos de Lanciano, Tixtla y de los tres principales lienzos de la Pasión: la Sindone de Turín, el Sudario de Oviedo y la Túnica de Argenteuil.

Y bien, cinco veces sobre cinco se ha encontrado, sin excepción, el mismo grupo sanguíneo: AB. “Este resultado”, explica Serafini, “es, como poco, desconcertante, porque se apoya en un dato de estadística matemática que elimina cualquier duda sobre la casualidad y la veracidad de estos prodigios eucarísticos”. El porqué es muy sencillo: “Cinco informes hematológicos, procedentes de materiales distintos, separados entre ellos por épocas históricas muy lejanas, por distancias geográficas -incluso transoceánicas-, cuatro de los cuales nos han llegado de épocas en las que se desconocía qué eran los grupos sanguíneos y, por lo tanto, a mayor razón, imposibles de falsificar… pues bien, los cinco, según los datos repetidos más de una vez con metodologías distintas y en laboratorios distintos, pertenecen siempre al grupo sanguíneo AB”. Se trata de una verdadera bomba estadística que -nos explica el científico con números en la mano-, nos demuestra la autenticidad de los tejidos al 99,99996875%. En pocas palabras, estamos ante un milagro dentro un milagro que, según Serafini, es poco conocido y es infravalorado.

En conclusión: si el estudio en cuestión tiene el mérito de proporcionar un análisis científico de altísimo nivel, el libro del doctor Serafini tiene un mérito adicional. Partiendo de una pregunta aparentemente retórica, pero fundamental (“¿Tiene el hombre de fe la necesidad de una prueba científica para creer en el milagro eucarístico?”), llega a una respuesta final esclarecedora: “El milagro eucarístico se da como alimento al hombre moderno, se le entrega y ofrece sin reservas para sostener su fe vacilante, igual que el Pan partido”. Y lo hace con la infinita humildad y delicadeza de Jesucristo: “La luz que emana de estos prodigios no es deslumbrante. Por mucho que algunos resultados científicos sean desconcertantes, es evidente que el milagro eucarístico se contiene, se autolimita y no quiere aplastar con su evidencia el frágil tesoro de nuestra fe”. Es decir, si Dios quisiera, en su Omnipotencia podría conducirnos a cualquier evidencia científica, suficiente para convencer a cualquiera de Su Verdad. Pero, evidentemente, no es esta la Voluntad de Nuestro Señor. Nos lo dice la fe y nos lo repite la ciencia: Jesús Eucaristía quiere ser creído, amado y adorado por el hombre libre, que Lo desea con total pasión. He aquí la Comunión viva con Aquel que nos ama primero: el don de Su corazón.

Traducción de Elena Faccia Serrano tomada de Cari Filii News. Publicado primero en Religión en Libertad.

La vida de Cristo en tu vida

La nutrición siempre incluye una forma de agresión para quitar vida; excepto con Cristo que ha querido darnos vida y vivir el misterio de su vida en nosotros.