Prepara desde hoy tus viernes de Cuaresma

Dentro del camino de cuaresma los días viernes tienen un lugar único. Es la razón por la que esos días la Iglesia nos llama al ayuno y la abstinencia.

¿Por qué en particular los viernes? Porque cada viernes de cada semana de cuaresma es un paso que damos hacia el gran VIERNES, aquel día dramático pero bendito y santo, en que Cristo entregó su vida por nosotros en la Cruz.

Por eso debemos dar especial atención a las lecturas de esos viernes, que nos van mostrando la grandeza misteriosa del amor que redime, por ejemplo, a través de los rechazos que sufrieron los profetas, o al comprobar la dureza del corazón humano, que se endurece en su arrogancia.

Es importante que los viernes no sean solo días en que HACEMOS cosas, ciertamente necesarias y santas, como el ayuno y la abstinencia, sino días en que Dios HACE cosas en nosotros, transformando nuestra dureza y conduciéndonos por la humildad, la sabiduría y finalmente, la conversión.

LA GRACIA del Viernes 3 de Marzo de 2017

Con el ejercicio espiritual del ayuno en Cuaresma experimentamos que no lo podemos todo y que nuestros recursos y nuestras fuerzas tienen un límite.

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LA GRACIA del Miércoles 1 de Marzo de 2017

MIÉRCOLES DE CENIZA

Oremos para que todos y empezando por los sacerdotes, en la Cuaresma seamos conscientes de las traiciones contra el amor de Dios, pidiendo a Él fervorosamente por la conversión de todos.

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Una cuaresma diferente

En breves días tenemos el Miércoles de Ceniza y con él, por supuesto, el comienzo de la cuaresma. Quisiera que esta vez fuera algo distinto.

Las prácticas de la cuaresma a todos nos invitan a revisar nuestra forma de vida y reformar lo que somos y hacemos, volviendo nuestro corazón hacia Dios. Es un ejercicio saludable y siempre necesario.

Existe el peligro de ver el camino cuaresmal como algo tan personal que llega a volverse individual e incluso individualista. Y si bien es cierto que la conversión implica siempre un sí profundamente personal, sería interesante que esta vez viviéramos la cuaresma no sólo como individuos sino ante todo como miembros de un solo Cuerpo, que es la Iglesia.

Si es verdad que cada uno necesita purificarse también la Iglesia necesita purificarse. Y en esa línea propongo que esta cuaresma oremos con mucha fuerza y a la vez con mucha fe y humildad:

  1. Por la purificación DOCTRINAL: que brille la verdad del Evangelio y pueda ser auténtico faro y guía de la vida de los cristianos.
  2. Por la purificación LITÚRGICA: que todos, pero especialmente los sacerdotes, amemos y celebremos los sacramentos como lo ha dispuesto con sabiduría la Iglesia.
  3. Por la purificación MORAL: que no acostumbremos nuestro lenguaje a negociar con la mediocridad so pretexto de misericordia o discernimiento.
  4. Por la purificación TEOLÓGICA: que haya verdadera depuración y nueva claridad en los Seminarios y en las Facultades de Teología.
  5. Por la purificación DE LOS SENTIDOS: que todos practiquemos la necesaria templanza y fortaleza para no ser víctimas de las múltiples seducciones de la sensualidad en nuestro tiempo.
  6. Por la purificación JERÁRQUICA: que nuestros legítimos pastores hagan uso oportuno de la autoridad que han recibido de Cristo, tomando las medidas oportunas para cuidar al rebaño que le costó su Sangre a nuestro Señor.
  7. Por la purificación ECONÓMICA: que todos aprendamos a gastar o invertir el dinero de modo más sabio, solidario y especialmente libre de las trampas del consumismo.

Símbolos de la cuaresma

La cuaresma es DESIERTO:
es sequedad, soledad, ayuno, austeridad,
rigor, esfuerzo, penitencia, peligro, tentación.

La cuaresma es PERDÓN:
Las historias bíblicas de Jonás y de Nínive
y la parábola del hijo pródigo, son ejemplos de ello.

La cuaresma es ENCUENTRO:
es abrazo de reconciliación como en la parábola
del hijo pródigo o en la conversión de Zaqueo
o en el diálogo de Jesucristo con la mujer adúltera.

La cuaresma es LUZ:
como se pone de evidencia, por ejemplo,
en el evangelio del ciego de nacimiento.
Es el tránsito de las tinieblas a la luz.
Jesucristo es la luz del mundo.

La cuaresma es SALUD:
símbolo manifestado en textos como la curación
del paralítico o la sanación del hijo del centurión.

La cuaresma es AGUA:
es el tránsito de la sed de nuestra insatisfacción
al agua viva, el agua de Moisés al pueblo de Israel
en el desierto o de Jesús a la mujer samaritana.

La cuaresma es LIBERACIÓN, TRIUNFO:
es superación victoriosa de las pruebas y dificultades.
Algunas figuras bíblicas, que sufren graves peligros
y vencen en la prueba, son José hijo de Jacob,
la casta Susana, Ester, el profeta Jeremías y,
sobre todo, Jesús, tentado y transfigurado.

La cuaresma es CRUZ:
signo y presencia permanente durante toda
la cuaresma. Prefigurada en el Antiguo Testamento
y patentizada con el ejemplo de Jesucristo y como
su llamada cargar con ella como condición
para el seguimiento.

La cuaresma es TRANSFIGURACIÓN:
es la luz definitiva del camino cuaresmal,
preanunciada y pregustada en la escena
de la transfiguración de Jesús.
“Por la cruz a la luz”.

La cuaresma es el ESFUERZO
por retirar el fermento viejo e incorporar la
levadura nueva de la PASCUA RESUCITADA
Y RESUCITADORA, ahora y para siempre.

P. Javier Leoz

LA GRACIA del Domingo 14 de Febrero de 2016

DOMINGO I DE CUARESMA, CICLO C

Los Evangelios nos enseñan a ser humildes y precavidos, que así como estamos atacados por el demonio y la tentación, después de las pruebas más duras no nos va a faltar la providencia divina.

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Mensaje del Papa Francisco para la cuaresma 2016

1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada

En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.

María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.

2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia

El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.

Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.

Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.

3. Las obras de misericordia

La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.

Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.

La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.

No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).

¿Cómo empezó a celebrarse la cuaresma?

¿Desde cuándo tiene la Iglesia la costumbre de preparar con un tiempo especial, más bien extenso, la llegada de la Pascua?

* * *

Una buena página web de los Misioneros Oblatos nos da esta información:

En los primeros años de la Iglesia, la duración de la Cuaresma variaba. Finalmente alrededor del siglo IV se fijó su duración en 40 días. Es decir, que ésta comenzaba seis semanas antes del domingo de Pascua. Por tanto, un domingo llamado, precisamente, domingo de cuadragésima.

En los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal, presentándose un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en domingo por ser día de fiesta, la celebración del Día del Señor. ¿Cómo hacer entonces para respetar el domingo y, a la vez, tener cuarenta días efectivos de ayuno durante la cuaresma?

Para resolver este asunto, en el siglo VII, se agregaron cuatro días más a la cuaresma, antes del primer domingo, estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto. (Si uno cuenta los días que van del Miércoles de Ceniza al Sábado Santo y le resta los seis domingos, le dará exactamente cuarenta). Así la Iglesia empezó la costumbre de iniciar la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, costumbre muy arraigada y querida por el pueblo cristiano.

Ahora algo sobre la ceniza.

Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.

Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.

LISTEN, The Spirit of Lent

[Meditation at the Blessed Sacrament Parish Church, for the 2015 Lenten Season.]

* Introduction: St. Patrick, as a role model for spreading the gospel in Christ-like fashion.

* The three main practices of Lent: fasting, prayer and alms-giving.

* These practices are more than mere “activities”: they are part of an atmosphere lavished in “piety.”

* Piety (in latin: PIETAS) is more than devotion:is the language of love that characterises the relationship between parents and children.

* It is in such an environment of PIETAS that we are able to grasp the deep sense of Christ’s teachings from the example he gave us in his own “lent,” that is, in his time in the desert.

Una mirada a la cuaresma como oportunidad

[Predicación a los docentes del Liceo Boston, en Bogotá. Marzo de 2015.]

* Lejos de ver la cuaresma como una carga, es posible descubrir en ella una magnífica oportunidad.

* Hay en efecto desafíos que brotan de los males de nuestro tiempo:

(1) La prisa hace vertiginosa nuestra vida, pero es que también los niños y jóvenes están quemando sus etapas aceleradamente sólo para encontrarse prematuramente hastiados de todo y con las manos vacías.

(2) La superficialidad se refleja no sólo en la vanidad o el juzgar por apariencias sino sobre todo en la destreza con que aprendemos a patinar por la superficie de nuestra vida como en perpetua huida de nosotros mismos.

(3) El ruido es un habitante permanente de nuestros lugares de vivienda y trabajo; aún peor, la confusión de voces en nuestro interior nos empuja a la postura cómoda que iguala todas las opiniones privándonos de un verdadero norte moral o de criterios claros de discernimiento ético.

(4) El engaño ha alcanzado el estatuto de lenguaje habitual en amplios sectores de nuestra vida, con lo que ello implica de ofensa permanente que genera rabia e incluso vandalismo, particularmente en los jóvenes.

* Frente a estos desafíos uno ve que los espacios de silencio, desierto, escucha de la Palabra y examen crítico de uno mismo para tomar opciones de mejoramiento sólo pueden ser vistos como una bendita oportunidad; y eso es la cuaresma.