Lectura creyente de la Biblia, 07 de 10, Claves de lectura del Antiguo Testamento

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 7 de 10: Claves de lectura del Antiguo Testamento.

* Poco conocido y menos valorado, el Antiguo Testamento permanece como una especie de libro “sellado” para muchísimos católicos. Siendo como es un libro de familia, es injusto ese trato. Al respecto, ayuda tener en cuenta:

(1) Tómese como primera referencia, al leer un pasaje, en qué periodo se encuadra la acción. Esto implica tener presente un esquema básico de la historia que va desde Abraham hasta la época de los Macabeos, por lo menos.

(2) Recuérdese a menudo el principio ya mencionado de la revelación progresiva, que es especialmente necesario para dar un contexto a muchas escenas fuertes de esta parte de la Biblia.

(3) Nos enseña la Constitución Dei Verbum que el AT tiene un valor “permanente.” En efecto, mientras haya en nosotros áreas que no hayan sido plenamente tomadas por Cristo, nos hacen bien las señales que apunten a Cristo y mantengan viva en nosotros la certeza de cuánto le necesitamos.

Lectura creyente de la Biblia, 06 de 10, las grandes lecciones de la Biblia

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 6 de 10: Las grandes lecciones de la Biblia.

* ¿Qué mensaje puede comunicarse con un lenguaje intersubjetivo de carácter fundamentalmente testimonial? Tratándose del pueblo de Dios, podemos recoger algunas enseñanzas fundamentales:

(1) El conocimiento de SÍ MISMO: no sirve echar la culpa a otros. Ni el cinismo ni la desesperación son verdaderas puertas.

(2) La realidad del PECADO: la vida no sólo tiene desafíos o problemas. existe maldad en el corazón humano, y hay que identificarla y quitarla.

(3) La vaciedad de los ídolos: no sólo de los OBJETOS idolátricos, sino de todo aquello en lo que uno pone su confianza, si no es el Dios verdadero.

(4) La necesidad de la GRACIA: en último término dependemos de Dios tanto o más de lo que dependemos para ser creados y sostenidos en el ser.

(5) ¡La verdad misma de DIOS!

Lectura creyente de la Biblia, 05 de 10, lenguaje progresivo y acumulativo

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 5 de 10: Lenguaje progresivo y acumulativo.

* Si Dios “hace camino” con su pueblo, es de esperar que la revelación que hace de sí mismo a su pueblo sea también progresiva. Entre otras cosas, esto implica que no debemos esperar los mismos estándares morales a lo largo de toda la Escritura.

* Hay que notar que las condiciones de vida de la Humanidad en aquellos tiempos antiquísimos plagados de agresividad e ignorancia debían propiciar comportamientos que hoy nos resultan repulsivos. La simple ley de la defensa propia y de la defensa de la familia implica, en ese contexto, acciones brutales y drásticas de eliminación de los enemigos.

* Podemos imaginar a aquellos pueblos como gente que viviera en cavernas muy hondas en las que la voz diáfana de Dios se recibe de manera tortuosa y llena de ruido. es Dios quien habla pero su lenguaje, sobre todo en el punto de partida del pueblo elegido, resulta apenas reconocible ante las medidas duras que la rudeza de la vida impone.

* A medida que se avanza en la historia de la salvación las cosas cambian, y las exigencias morales responden mejor al deber ser que a la crudeza de los hechos establecidos. La plenitud se alcanza en Jesucristo.

* Ese progreso en la revelación no es solamente llegada de nueva información sino relectura de lo que anteriormente se ha vivido, meditado y celebrado. La verdad es que ese saber acumulado y digerido es el que abre puertas a una revelación más plena, que tiene su culmen en la Encarnación y la Pascua del Señor.

Lectura creyente de la Biblia, 04 de 10, narracion, existencia, interpelacion

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 4 de 10: Primacía de lo narrativo, lo existencial y lo interpelativo.

* Si la Biblia es, en su conjunto, lenguaje testimonial, ¿qué consecuencias tiene eso? ¿Cómo afecta eso las funciones de lenguaje que cumple la Palabra?

(1) En la Sagrada Escritura prima lo narrativo por encima de lo descriptivo, lo esquemático, lo estadístico o lo teórico. Las narraciones son particularmente adecuadas para nuestra memoria, que se construye en torno al tiempo, pues la vida humana misma es, en cierto sentido, tiempo.

El Dios que se revela en la Biblia es entonces el Dios que ha hecho y hace camino con su pueblo. La frase del Éxodo, “Yo soy el que soy,” puede entenderse también como: “Lo que yo soy se verá en lo que seré junto a ustedes.”

(2) El lenguaje bíblico es existencial: brota de la vida y es narración vital. Lo sucedido es “hecho” pero es también “acontecimiento.” El impacto que acompaña al hecho no lo niega sino que lo pone en perspectiva.

(3) La vida que se abre y revela aguarda una reacción o respuesta. Mientras que la ciencia tiene como paradigma el “yo-ello,” la Biblia se apoya ene l paradigma “yo-tú.” La Palabra que revela obliga al corazón que escucha a revelarse también. La fe viene de la escucha.

Lectura creyente de la Biblia, 03 de 10, modos de verdad segun el lenguaje

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 3 de 10: modos de la Verdad según el modo de lenguaje.

* De los varios modos subjetivos, objetivos e intersubjetivos podemos esperar distintos modos de ofrecer lo verdadero.

* En la subjetividad encontramos la fantasía, que al escribir crea sus reglas, y la literatura (de ficción) que se atiene a las reglas de lo real aunque lo que se cuente no haya sucedido tal cual. La única verdad que esperamos de la fantasía es la coherencia interna; de la literatura esperamos verosimilitud, es decir, analogía con la vida.

* En la objetividad encontramos la scientia: clásica y moderna. La ciencia clásica busca conocimiento permanente y cierto; su modo de verdad será el del análisis metafísico; la ciencia moderna se basa en la aspiración de un refinamiento o replanteamiento en principio perpetuo según el método de observación, hipótesis, teoría, experimento, observación; su modo de verdad es dinámico y perfectible dentro del rango de aplicabilidad de tal método.

* En la intersubjetividad encontramos el testimonio, cuyo ámbito de verdad corresponde a la combinación de un hecho sucedido y una intención recta de compartir tanto el hecho como su impacto. Esta verdad testimonial es la propia de la evangelización.

Lectura creyente de la Biblia, 02 de 10, el lenguaje del testimonio

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 2 de 10: El lenguaje inter-subjetivo o testimonial.

* No se agota la capacidad comunicativa del ser humano en lo puramente subjetivo y lo puramente objetivo. Esa división parece excesiva y sobre todo incompleta, como lo demuestran algunas preguntas de cierta profundidad filosófica y psicológica, por ejemplo:

(1) ¿Qué es tener una experiencia? ¿Cuál es la diferencia entre saberlo todo sobre el rojo y haber visto el color rojo?

(2) ¿Qué es la conciencia (psicológica, “consciousness”)? ¿Describir las condiciones para que algo exista en la conciencia es igual que entenderla?

(3) ¿Puede construirse una observación objetiva sin la base de algún crédito a la subjetividad del observador?

* La Biblia no es pura subjetividad ni pura objetividad. Es inter-subjetividad en clave de TESTIMONIO, según esta “ecuación”: Testimonio = Hecho real + Interpretación genuina. Entendiendo por “genuina” la interpretación que no pretende llenar una ignorancia ni engañar. Este modo de lenguaje cuenta, a la vez, lo sucedido y el impacto que produjo.

* En ciertas circunstancias es posible remontarse del testimonio al solo “hecho real” pero en otras oportunidades eso no es posible. Incluso cuando no es posible, no hay que dudar que existe, así nos resulte imposible de conocer directamente.

Lectura creyente de la Biblia, 01 de 10, Introduccion

[Curso ofrecido a las Dominicas de la Inmaculada Concepción, en el Perú, febrero de 2013.]

Tema 1 de 10: Introducción sobre el modo de lenguaje de la Biblia.

* ¿Cómo imaginar el lenguaje que hace posible que Dios se deje conocer del hombre?

* Hay dos posturas extremas:

(1) Para unos, la revelación es como un “dictado” y el hagiógrafo o autor sagrado es un simple escribiente.

(2) Al otro extremo, están los que sólo consideran como digno de crédito la verdad científica, y que por tanto piensan que la revelación es pura subjetividad. Para estos últimos, la Biblia es puro mito, y sólo la objetividad total, que se supone patrimonio de la ciencia, conduce a la verdad.

* Pero, ¿hay quizás punto medio entre la subjetividad de la fantasía y la supuesta objetividad de la ciencia?

Sobre el pecado original

Los relatos de la creación nos han presentado un universo y un hombre en perfecta armonía: la felicidad del paraíso por un lado y el estribillo repetido de que Dios vio que todo era bueno nos dejan la impresión de que todo era perfecto. Y sin embargo el israelita -lo mismo que nosotros- constataba la presencia del mal por todas partes: «No hay quien haga el bien, ni uno siquiera» (Sal 53, 4). Los siguientes capítulos del libro del Génesis tratan de dar respuesta a estos grandes interrogantes que todo hombre se plantea: ¿de dónde viene el mal?, ¿cuál es la causa del dolor, del pecado, y de la muerte?

1.- El primer pecado

El capítulo 3º del Génesis nos narra un drama singular: la primera tentación y el primer pecado. En el paraíso en que Dios ha colocado al primer hombre y a la primera mujer aparece otro personaje hasta ahora desconocido: el tentador, en forma de serpiente.

El autor sagrado quiere decirnos que el mal no proviene de Dios, que todo lo ha hecho bien, ni tampoco proviene sólo del hombre, que ha sido creado bueno por Dios: este personaje misterioso, adversario de los planes de Dios y enemigo de la felicidad del hombre, a quien la revelación posterior irá identificando como ser personal, con poder para el mal, «la gran serpiente, la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás» (Ap. 12,9), es el que instiga al hombre a pecar contra Dios y es la causa última de que haya entrado la muerte en el mundo (Sab. 2,24).

Con admirable psicología presenta también el autor sagrado el proceso de la tentación como seducción y engaño. Aquel a quien San Juan denominará «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44) comienza insinuándose con una falsedad absoluta (comparar 3,1 con 2,16-17); en un segundo momento hace dudar a la mujer de la validez del mandato del Dios y, por tanto, de la intención del mismo Dios al establecer ese mandato (vv. 4-5); así, además de mentiroso, el tentador se manifiesta como el «homicida desde el principio» (Jn 8,44): en efecto, al engañar a la mujer («de ninguna manera moriréis») con relación al mandato que Dios les había dado para vida («el día que comieres de él, morirás sin remedio»: 2,17), de hecho conduce a la muerte a la mujer y al hombre (cf 3,7). He ahí la tentación: una promesa falsa («seréis como dioses»), pero que halaga, seduce y atrae (3,6), una seducción y engaño que hace ver como vida lo que de hecho conduce a la muerte; con ella ha sembrado además la desconianza en Dios al presentar como enemigo del hombre al Dios fiel y lleno de amor.

Vemos entonces en qué consiste el pecado: una falta grave de orgullo concretada en una enorme desobediencia al Señor. El mandato de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (2,16-17) expresa el hecho de que el hombre no es dueño absoluto de su propia vida, sino criatura limitada, dependiente radicalmente de Dios. Y el deseo de «ser como dioses» (3,5) indica justamente lo contrario: el querer tener capacidad de decidir el propio destino, ser ley para sí mismo sin condiciones impuestas desde fuera, el decidir por sí mimo lo que es bueno y lo que es malo … Por tanto, el pecado de querer «ser como dioses, conocedores del bien y del mal» es una reivindicación de autonomía moral, un renegar del estado de criatura invirtiendo el orden en que Dios estableció al hombre; es en el fondo una actitud de rebelión contra Dios: en vez de fiarse plenamente de Dios acatando su mandato como mandato de vida, el hombre duda de Dios y se fía de su propio juicio -engañado por el tentador- en actitud de autosuficiencia (cf. Is 14, 13s; Ez 28,2).

El texto sagrado apunta también las consecuencias del pecado. La actitud de Adán y de su mujer ha sido prescindir de Dios, construir por sí mismos su propio destino, conquistar su propia felicidad. Y Dios abandona al hombre a sus propias fuerzas, consiente que quede al arbitrio de sí mismo y de sus propias capacidades. El texto lo expresa con una fuerza insuperable: «se dieron cuenta de que estaban desnudos» (v. 7); la expresión constituye un contraste brutal con las halagadoras promesas de «ser como dioses», pues sugiere que al romper con Dios el hombre y su mujer experimentan con toda crudeza su situación de pobres criaturas, indefensas e inseguras, en total precariedad y faltos de protección. Es la hora de la verdad en que las mentiras y engaños del tentador salen a la luz y se manifiestan las trágicas consecuencias de muerte que llevaban encerradas. Se expresa así de manera sugerente la amargura, la decepción y frustración que conlleva todo pecado. Como dirá San Pablo «el salario del pecado es la muerte» (Rom 6, 23).

-La primera consecuencia del pecado es la pérdida de la amistad con Dios, ya apuntada en el ocultarse de Él (3,8) y en el tener miedo (3,10) y expresada simbólicamente por la expulsión del paraíso (3, 23-24), que indica el alejamiento de la presencia de Dios y de la comunión de vida con Él, la pérdida de la familiaridad con Él.

-En contraste con la armonía e integridad en que vivían (2,25), ahora experimentan el desorden interior, introducido por el pecado en el corazón del hombre y delatado por la conciencia llena de vergüenza (3,7); es el despertar de la concupiscencia -tan bien expresada por San Pablo: Rom 7, 14-24- que esclaviza al hombre.

-Se rompe la armonía entre el hombre y su mujer. El maravilloso proyecto de Dios de ser «una sola carne» es echado al traste: la mujer induce a su marido a pecar (3,6) contradiciendo la misión que Dios le había asignado de ser su ayuda (2,18); el hombre, en vez de asumir su propia culpa, acusa a la mujer que Dios le ha dado por compañera; la atracción entre los sexos, entre hombre y mujer, que Dios mismo había puesto, se transforma ahora en desordenada apetencia y ansiedad y en dominio (3,16).

-Se produce también una ruptura con la naturaleza. Si el trabajo formaba parte de la condición del hombre (2,15), ahora la creación entera se le vuelve hostil (3, 17-19); el desorden introducido en el corazón del hombre hace que en lugar de «dominar» la naturaleza (1,28), de «labrarla y cuidarla» (2,15), la esclavice, la frustre, la someta a la vanidad (Rom 8,20). El don y la bendición de la fecundidad se convierten para la mujer en pesada carga (3,16). Y si la muerte es una condición natural del hombre como ser caduco que ha sido formado del polvo del suelo (2,7), el pecado hace que la muerte se vuelva insoportable al experimentar con fuerza la frustración de su tendencia a «vivir para siempre» (3,22), al saberse condenado a «volver al polvo» (3,19).

En definitiva, el sufrimiento en todas sus formas pasa a formar parte de la condición humana.

2.- Un mundo inundado por el pecado

Las palabras de San Pablo en Rom 5,12 («por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres por cuanto todos pecaron») parecen tener delante de los ojos lo narrado en el Génesis. El primer pecado ha sido como una puerta abierta por la que se ha introducido la potencia maléfica del Pecado -San Pablo lo personifica- anegando todo y acarreando el daño y la destrucción (Sab 2,24). San Pablo establecerá claramente la doctrina de una culpa hereditaria, dada la solidaridad de todos en Adán. Pero ya en el Génesis aparece apuntado que el pecado ha trastornado de tal manera el orden querido por Dios, introduciendo el desorden en el interior mismo del hombre, que la condición humana después del primer pecado lleva las huellas de una herida irremediable que sólo tendrá remedio con la venida del Nuevo Adán (Rom 5, 19).

En efecto, los capítulos siguientes del Génesis presentan la perversa influencia del pecado en la humanidad, como una ola gigantesca que sumerge todo y que acabará conduciendo al castigo del diluvio.

El relato de Caín y Abel (Gén 4, 1-16) nos hace entender que la rebelión del hombre contra el Creador conduce a la rebelión del hombre contra el hombre; 1 Jn 3, 13 comentará que Caín mató a su hermano porque «era del Maligno»: el que es «homicida desde el principio» (Jn 8,44) conduce al homicidio y a la rebelión contra Dios a los que se ponen bajo su influjo (Jn 8, 40-41). Al final del capítulo encontramos el «Canto de Lámek» (Gn 4, 23-24), glorificación de la fuerza bruta y de la venganza desmedida y signo de la ferocidad creciente de los descendientes de Caín.

En este contexto, el relato del diluvio (6,5-9,17) aparece como el juicio de Dios sobre la humanidad pecadora. El autor sagrado constata que «la maldad del hombre cundía en la tierra y todos los pensamientos que ideaba en su corazón eran puro mal de continuo» (Gn 6,5); que «la tierra estaba corrompida en la presencia de Dios; la tierra se llenó de violencias. Dios miró a la tierra y he aquí que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la tierra» (Gn 1,11-12); más aún, se trata de un mal que aparece desde la niñez (8,21). Las aguas del diluvio que inundarán la tierra simbolizan también este mal que anega todo. Se insiste en la universalidad del pecado: lo que se inició con el primer pecado ha alcanzado a todos. Y el juicio de Dios sobre la humanidad pecadora contribuye a resaltar que el pecado es -directa o indirectamente- la causa de todos los males.

Finalmente, el episodio de la torre de Babel (Gn 11,1-9) presenta una humanidad desgarrada, explicando el por qué de la dispersión en pueblos, naciones y lenguas opuestas entre sí. El pecado una vez más es el orgullo: la pretensión arrogante de construir un mundo, una sociedad, una civilización sin Dios (« una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos»). Empalmando con el pecado de los orígenes del que es prolongación y consecuencia, nos da así la explicación de la ruptura entre los pueblos: la torre idólatra de Babilonia no puede ser el lugar de reunión de los hombres, sino que, siendo signo de su arrogancia ante Dios, tiene que ser necesariamente causa de dispersión.

Es fácil descubrir en este panorama tan sombrío la descripción realista de la humanidad bajo el signo del pecado. No podía ser de otra manera. La rebelión contra Dios inevitablemente debía conducir al caos total. Con palabras de Jeremías: «Se alejaron de Mí y yendo en pos de la vanidad se hicieron vanos» (2,5); «mi pueblo ha cambiado su Gloria por lo que nada vale. Pasmaos, cielos, de esto y horrorizaos estupefactos sobremanera; pues un doble mal ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a Mí, manantial de aguas vivas, para excavarse cisternas agrietadas, incapaces de retener el agua» (2,11-13); «que te enseñe tu propio daño, que tus apostasías te escarmienten; reconoce y ve lo malo y amargo que te resulta el dejar a Yahveh tu Dios» (2,19).

3.- La promesa de salvación

Existe un cierto tópico según el cual el Dios del Antiguo Testamento es el Dios del castigo por contraste con el Dios del amor y de la misericordia que aparece en el Nuevo Testamento.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. A Caín, el homicida, Dios le pone una señal para que nadie se atreva a matarle (Gen 4,15). Después del juicio del diluvio encontramos expresiones de la misericordia divina: el mismo castigo pretende sacudir a la humanidad para despertarla, la promesa de Dios garantiza el orden de las estaciones y asegura la cosecha y el alimento (8,22), Dios reitera el don de la fecundidad (9,1-7) y el ofrecimiento de toda la creación para alimento (9,3), garantiza su protección al hombre que sigue siendo su imagen y semejanza (9,6) y establece su alianza con la humanidad y con toda la creación (9,8-17).

Pero sin duda, lo más importante de todo es la promesa de salvación hecha por Dios inmediatamente después del pecado y que anuncia la victoria final del hombre en la lucha contra Satanás (Gen 3, 15). Lo que se ha llamado el «protoevangelio» es una luz de esperanza que brilla en medio del sombrío panorama causado por el pecado. Dios promete que el tentador -simbolizado en la serpiente- que amenaza permanentemente al hombre, será finalmente «pisoteado» o «aplastado». Es verdad que se dibuja una lucha encarnizada (la serpiente intenta atacar,»acecha» el talón de la mujer); pero se trata de algo que intenta inútilmente, en vano: Dios, maldiciendo a la serpiente, se ha puesto decididamente al lado de la mujer y de su descendencia, que acabará venciendo definitivamente al Maligno.

La revelación posterior mostrará que esta descendencia es Cristo. Él es el Nuevo Adán que ha restaurado lo que el primer Adán destruyó. A diferencia de Adán, Jesús vence a Satanás (Mc 1, 12-13). Lo manifiesta curando enfermedades -que los judíos relacionaban estrechamente con el pecado- y perdonando pecados; pero de manera más clara aún expulsando demonios (Mc 1, 23-27; 9, 14-27). Sobre todo vencerá a Satanás en la confrontación decisiva de la pasión (Jn 12 31-33). Por eso San Pablo podrá exclamar exultante: «Así como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida… Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rom 5, 18-19). Con la venida de Cristo ha terminado el dominio tiránico del pecado (Rom 7, 24-25).

Más aún, con su victoria sobre el pecado Cristo ha destruido también el muro de la muerte (1Cor 15, 20-26) y ha vuelto a abrir el paraíso (Lc 23, 39). De ahí también el grito desafiante de San Pablo: «¿Dónde está, muerte, tu victoria?» (1Cor 15, 54-57).

Pero es significativo que esta victoria Jesús la ha logrado por el camino inverso al recorrido por Adán (Fil 2, 6-11): Siendo Dios «no retuvo ávidamente el ser como Dios»; siendo el Hijo, «se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz»; pero el resultado es también el contrario al de Adán: Jesús es constituido Señor y recibe en su humanidad el honor y la gloria propios de Dios. Se cumplen así las palabras dichas por Él mismo: «El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido» (Lc 14, 11).

4.- Conclusión

La narración del pecado de Adán debe alejar de nosotros todo optimismo vano e ilusorio. Todo hombre se encuentra en un estado de indigencia respecto de su salvación; debe reconocer la imposibilidad de conseguir la salvación por sus propias fuerzas y la necesidad de ser redimido. Las heridas y el desorden producidos por el pecado -por los pecados personales- son irremediables para el hombre dejado a sus solas fuerzas.

Pero la postura tampoco es el pesimismo. El hecho de que Cristo ha vencido el pecado nos da la certeza de que en Él y con Él podemos vencer. Por eso la actitud correcta es la de abrirnos a Cristo por la fe y la esperanza para acoger la salvación que sólo de Él puede venir (Hch 4, 12).

Por la misma razón es necesario el combate, el esfuerzo: hay que negarse a sí mismo (Mt 15, 24) y dar muerte a las tendencias desordenadas que hay en nosotros (Gal 5, 24; Col 3, 5-9), siendo muy conscientes a la vez de que sólo con las armas de Dios se puede vencer al diablo (Ef. 6, 10-20).

Por otra parte, al indicar el Génesis que el pecado deteriora todo, está dando a entender que la liberación del pecado es la raíz para remediar todos los males. La renovación y transformación del corazón humano es el fundamento de todas las reformas -en el terreno social o en cualquier otro-; y al revés, mientras el hombre permanezca esclavo del pecado cualquier pretendida reforma sólo conducirá a nuevas y mayores esclavitudes.

5.- Textos principales

Génesis 3-11; Isaías 11, 1-9; 14, 12-15; 65, 19-25; Ezequiel 28, 12-19; 36, 26-38; Romanos 5, 12-21; 1 Corintios 15; Apocalipsis 21, 1-6; 22, 1-5

Julio Alonso Ampuero es el autor de esta Historia de la Salvación. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

El regalo de haber sido creados

3.- Vivir el don de la creación

A veces puede dar la impresión de que la creación es algo que se pierde en la noche de los tiempos. Sin embargo, este acontecimiento es en realidad algo actual: no solo porque el universo y los hombres -nosotros mismos- permanecen delante de nuestros ojos, sino porque Dios continúa creando, es decir, haciendo que surjan seres nuevos y manteniendo en la existencia lo que ya existe. Se trata de una creación continua. Dios no dió el ser a las cosas y se desentendió de ellas, sino que continúa permanentemente sosteniéndolas, porque «si Él retirara a sí su espíritu, si hacia sí recogiera su soplo, a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería» (Job 34, 14-15). La intervención primera y fundamental de Dios que es la creación es continua y permanente. Y la Biblia nos apunta cómo vivir -también de manera permanente- el don de la creación.

a) Dependencia radical del Creador: todo lo que somos y tenemos, lo recibimos continuamente de Dios; por nosotros mismos no somos nada; todo es recibido como don gratuito. Esta dependencia total del Creador nos coloca en radical humildad como criaturas frágiles e inconsistentes que somos: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido ¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4, 7). El hombre no puede realizarse como hombre rechazando esta dependencia del Creador que le constituye como persona; sin Dios el hombre desaparece, se destruye. Por lo mismo tampoco el ser humano puede reclamar nada a Dios como si le fuera debido: «Oh hombre, ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero: por qué me has hecho así?» (Rom 9, 20). Por el contrario, la actitud propia del hombre ante Dios es recibir de Él y vivir en la gratitud permanente por todo lo que recibe de su Creador (Sal 50, 7-15.23).

b) También la Biblia repite que Dios cuida de sus criaturas: «el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Sal 145, 9; 103, 13).Y los profetas recalcan que, si es difícil que una madre se olvide del hijo de sus entrañas, es absolutamente imposible que Dios se olvide de los suyos (Is 49, 14-15). También en el hecho de la creación radica la dignidad de toda persona humana, formada a imagen y semejanza de Dios.

c) En la creación encontramos la huella de Dios: lo mismo que podemos conocer algo de un artista por las obras que realiza, así la creación al que sabe contemplarla con mirada limpia le está hablando de Dios, pues le remite al poder, a la sabiduría, a la grandeza de Dios (Sab 13, 1-9; Rom 1, 20).

d) Finalmente, la creación nos remite a nuevas intervenciones de Dios. La palabra «crear» sólo se usa en la Biblia referida a Dios, expresando una acción propia y exclusiva de Él (nunca se dice que el hombre haya creado algo, pues lo más que hace es transformar lo que ya existe). Por eso cuando se quiera hablar de que Dios prepara algo enteramente nuevo, absolutamente insospechado para el hombre, se dirá que Yahveh va a «crear unos cielos nuevos y una tierra nueva» (Is 65, 17). Y San Pablo para indicar el alcance de la redención operada por Cristo afirma: «el que está en Cristo es una nueva creación» (2Cor 5, 17; cf. Gal 6, 15; Ef 2, 10).

4.- Textos principales

Génesis 1-2; Salmos 8; 19, 1-7; 103 – 104; 135, 4-7; 136; 148; Job 38-42; Proverbios 8, 22-31; Eclesiástico 42, 15 – 43, 33; 2 Macabeos 7, 28; Juan 1, 1-18; Colosenses 1, 13-20; Hechos 17, 16-34

Julio Alonso Ampuero es el autor de esta Historia de la Salvación. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

En el principio creo Dios los cielos y la tierra

En el principio creó Dios los cielos y la tierra

Estas palabras con las que empieza la Biblia son la respuesta a una de las cuestiones fundamentales que el hombre se ha planteado siempre: ¿de dónde procede todo lo que existe?, ¿cómo ha surgido el hombre? El relato de la creación es la impresionante obertura de la maravillosa sinfonía que es el libro de la Sagrada Escritura; si toda la Biblia narra las acciones de Dios en favor de los hombres, el hecho de la creación es sin duda la base y fundamento de otras acciones, la intervención radical que ha dado el ser a las cosas y a los hombres.

Continuar leyendo “En el principio creo Dios los cielos y la tierra”

Introduccion a la Historia de la Salvacion

Estas páginas intentan ayudar a descubrir de manera sencilla las cosas grandes que el Señor ha realizado en la historia de su pueblo y que quedaron consignadas por escrito en la Biblia.

Toda la Sagrada Escritura, en efecto, está basada en una serie de hechos que el pueblo de Dios ha vivido descubriendo en ellos el sentido profundo. Donde una mirada superficial sólo vería circunstancias casuales, motivadas muchas veces por intereses políticos o ambiciones humanas, los creyentes -amaestrados por sus profetas- descubrían «el brazo fuerte del Señor» (Éx. 15,6). Su fe era capaz de detectar al Dios que actuaba invisiblemente en su favor, que ponía en juego su poder, su misericordia y su sabiduría para salvar al pueblo con el que había hecho alianza inquebrantable.

En este sentido toda la Biblia es historia de salvación. Relata una serie de hechos interpretándolos, no desde el punto de vista político, económico, social, etc., sino desde el punto de vista de Dios. Por eso, los autores sagrados no tienen demasiado empeño en aportarnos excesivos detalles, sino que proporcionan los datos esenciales y se detienen sobre todo en su significado profundo, en el sentido que tienen a la luz de la fe. Hasta los asuntos más triviales y «profanos» son recogidos, pues encierran un mensaje de Dios y son portadores de salvación.

Esta historia, que tiene como punto de arranque y experiencia radical la liberación de la esclavitud de Egipto, se va realizando de manera progresiva y dinámica según el plan de Dios. Los acontecimientos, que están enlazados y unificados por la intervención personal de Dios como protagonista principal, no se realizan sin la colaboración de los hombres, una colaboración que Dios mismo suscita. Otras veces las cosas salen a pesar de ellos y aun en contra de ellos; en efecto, la Biblia subraya reiteradamente las resistencias e infidelidades del pueblo, de manera que desde el Génesis al Apocalipsis predomina una dinámica de pecado-liberación (normalmente entre el pecado y la salvación suele mediar la experiencia del propio fracaso, que es invitación a convertirse y volver a Dios).

Estas páginas pretenden hacer la misma labor que el guía de un museo: explicar lo suficiente para que la gente contemple los cuadros. Por eso son sólo un medio. Sólo sirven como guía para adentrarse en la lectura y meditación de los textos bíblicos. Intentan dar las claves de los principales relatos de la Escritura para dejar al lector frente a ellos y que sean ellos mismos quienes le hablen.

De este modo, estas páginas habrán logrado su objetivo: estimular a la lectura de la Palabra de Dios que es «lámpara para nuestros pasos» (Sal. 119, 105). Esta lectura de la historia de la salvación debe ayudarnos a leer nuestra propia vida a la luz de la fe. También nuestra propia historia, todo lo que nos sucede, grande o pequeño, agradable o desagradable, está invisiblemente regido por el Buen Dios y tiene un sentido. Tanto en la vida personal de cada uno como en la historia de los pueblos y de la humanidad Dios continúa actuando y continúa hablando. Si la historia es maestra de la vida, la historia de la salvación es doblemente maestra, y la Biblia nos ayuda a descubrir ese sentido profundo, aparentemente imperceptible, de todo cuanto sucede.

El pueblo de Israel volvía continuamente sobre las maravillas que Dios había realizado en tiempos antiguos para meditarlos y «escudriñar» en ellas el mensaje de Dios (Sal. 111,2). El «revolver» estos acontecimientos -cosa que también hará María: Lc. 2,19- alimentaba y vigorizaba su fe y les hacía capaces de afrontar la situación presente con todas sus dificultades e incertidumbres. También para nosotros, en este final de milenio, ante los grandes retos de la Nueva evangelización, el volver a meditar los prodigios del Señor nos avivará la fe y nos hará más capaces de captar la voz de Dios que habla en los «signos de los tiempos» (Lc. 12,54-56), en los acontecimientos de nuestros días,de descubrir su acción y de secundarla respondiendo a las llamadas de Dios contenidas en esos mismos acontecimientos.

Están recogidas de manera muy sintética las grandes etapas de la Historia de la Salvación. Cada capítulo suele contener cuatro partes.

a) Los datos históricos fundamentales de este periodo, que nos sitúan en la historia de Israel en el contexto de la historia de los pueblos circunvecinos con los que se relaciona.

b) El mensaje religioso contenido en esos hechos, que es lo que a la Sagrada Escritura le interesa y pone de relieve por encima de todo.

c) Algunas pistas -no exhaustivas- indicando cómo esos hechos continúan hablándonos a nosotros hoy, en la convicción de que «fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos» (1 Cor. 10, 11) (muchas veces es simplemente recoger la prolongación de un determinado acontecimiento, personaje o tema del A. T. en el N. T.).

d) Algunos textos principales -tanto del A. T. como del N. T.- en que se encuentra todo lo anterior, y que conviene leer y meditar para dejarse iluminar por la Palabra de Dios de manera personal.

Julio Alonso Ampuero es el autor de esta Historia de la Salvación. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

La Humildad de Cristo, 07 de 12, Prefiguraciones en el Antiguo Testamento

[Retiro Espiritual “De Nazareth a la Cruz; de la Cruz a la Luz,” ofrecido a las Hermanas Dominicas Nazarenas, con ocasión de su IX Capítulo General Electivo en Diciembre de 2012.]

Tema 7: Prefiguraciones en el Antiguo Testamento

Humildad_07

* En su “Homilía sobre la Pascua,” el santo obispo Melitón de Sardes nos invita a reconocer que Cristo y su sufrimiento no son un caso aislado ni un hecho fortuito. Al aceptar su cruz, el Señor se unió a una larga historia de dolores que tiene nombres propios en la Biblia, empezando por el justo Abel.

* La verdad es que hay una especie de ley que tristemente se cumple en este mundo nuestro, herido por el pecado: la inocencia conduce al sufrimiento. Y quienes primero se excluyen de esa ley son ante todo los que la aprovechan para prolongar cadenas de injusticia y violencia.La alternativa parece ser: prolongar la injusticia o detenerla, pero para detenerla, habiendo uno recibido injusticia, hay que tener un alma grande que sepa padecer sin desquitarse, es decir, que sea capaz de inocencia y dolor a la vez. Ese es exactamente el paradigma de Cristo en la Cruz.

* Entre las figuras del Antiguo Testamento destaca por muchos motivos la historia de José, el hijo de Jacob. Su manera de padecer sin resentirse de sus hermanos ni quejarse de la voluntad de Dios nos acerca bastante la modelo de Cristo. Y cuando luego se descubre ante los hermanos y concluye que había un bien en su propio padecer, que fue tan injusto, nos enseña mucho sobre la Cruz y su fecundidad.

* Otro ejemplo notable es el del profeta Jeremías, semejante a Jesús incluso en el hecho de su celibato. Jeremías descubre que el dolor es vía de penitencia, propiciación y salvación. El destierro a Babilonia no es puro ajedrez político ni asunto de estrategias militares: en su sentido más hondo la historia humana responde a la Palabra y el Plan de Dios, y precisamente eso es lo que le ha sido concedido contemplar a los profetas, amigos fuertes de Dios.

Es el relato del Genesis un mito?

Fr. Nelson, el relato del Génesis puede entenderse como un mito? – M. Ceballos.

* * *

La palabra “mito” suele entenderse como fábula o aún peor, como engaño. Ninguna de las dos cosas es el Génesis. Es un relato que enseña verdades profundas en un lenguaje que no tiene aspecto ni presunciones de científico. Para aprovechar el texto del Génesis, como en realidad sucede con toda forma de literatura. Si yo leo que un poeta le escribe a su amada y le dice “las perlas de tu dientes…”, y me pongo a burlarme porque afirmo que ese poeta es un tonto que no sabe que los dientes no están hechos de perlas, lo único que estoy demostrando es mi torpeza al leer poesía.

En el mismo sentido, el Génesis, concretamente en sus capítulos iniciales del 1 al 11, es una narración que quiere dejarnos una buena cantidad de enseñanzas profundas: sólo hay un Dios, único creador; el mal surge del abuso de la libertad, primero en los ángeles y luego en los hombres; la rebeldía contra Dios produce hostilidad en nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza y sobre todo engendra división y odio entre las personas. Este es el tipo de enseñanzas que a través de un lenguaje hermoso, sencillo y a la vez sugerente trae el Génesis, y por eso mismo, tal es su espacio de verdad, lejos de fábulas y de engaños.

Renuevame por dentro con espiritu firme, 3 de 3

[Predicación en la Asamblea de la Renovación Carismática, Región Andalucía Occidental, 2012.]

Tema 3 de 3: Con espíritu firme.

* Si hay algo que pronto descubre el que se propone algo bueno es que el bien es arduo y la perseverancia en el bien es virtud escasa en la raza de Adán.

* El Antiguo Testamento muestra con abundancia de ejemplos cómo el pueblo que Dios eligió es pronto para aceptar los mandamientos pero también demasiado ágil en quebrantarlos y luego en endurecerse ante la palabra que le reconviene.

* El problema no está en que uno no vea el bien–eso es posible para una conciencia despierta o para todo el que oiga la proclamación de la Ley de Moisés. El problema es la falta de alegría, de gusto en el bien, de certeza de que aun lo malo es bueno, si se enfrenta buscando con sinceridad el bien mayor.

* Por eso la antigua alianza termina fallando: porque el puente que Dios quiere tender con el hombre se sostiene del lado de Dios pero no es firme del lado del hombre.

* Esta situación cambia para mejor con la Nueva Alianza. Abierto el camino por la Cruz de Cristo, el don del Espíritu Santo se asienta en nosotros y vive su misterio en nosotros. No nos suplanta sino que nos hace alcanzar la plenitud de lo que podríamos ser y estamos llamados a ser. Y al obrar así, el puente ya está firme y funciona, porque Dios está a ambos lados.